El teatro subyugó a esta mujer hace mucho tiempo, aunque sea una actriz que le da, y habitualmente, a todos los medios. Recientemente ha estado en el elenco de Estoy vivo y también en la coproducción de EITB y Telemadrid La víctima número 8. Ha participado en numerosas películas y ha empuñado la batuta de la dirección en distintas obras teatrales. Tras su paso por el teatro Arriaga de Bilbao con El viaje a ninguna parte, obra original de Fernando Fernán Gómez, iniciará con esta obra una potente gira. También está muy metida en Pabellón 6, un lugar diferente para vivir el teatro que se ha convertido en uno de los grandes atractivos de Bilbao.

¿Qué es para usted Pabellón 6?

Es un proyecto muy viejo de Ramón Barea que hoy está muy presente en el mundo de la cultura y que representa un espacio escénico muy importante. Los que llevamos tiempo trabajando con él sabemos de los esfuerzos que ha hecho siempre porque algo así fuera una realidad.

¿No es algo que deberían haber asumido las instituciones?

Bueno, aquí no solo somos nosotros los que ofrecemos cultura, este es también un proyecto en el que han participado muchos espectadores, y una parte importante de ellos se han convertido en socios. Las instituciones hacen lo que tienen que hacer, apoyar el proyecto. Pienso que a los artistas y a los creadores nos tienen que dejar hacer cultura y convocar al disfrute. ¿Qué tienen que hacer las instituciones? Apoyar el proyecto para que la cultura crezca. Pabellón 6 cuenta con apoyo institucional del Gobierno Vasco, la Diputación de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao.

Este proyecto parece destinado a sacar a relucir el talento joven en la creación e interpretación escénica.

Es uno de los objetivos, por supuesto. Con la creación de la Gazte konpainia se ha producido un intercambio generacional que resulta útil y beneficioso para todos. Hay producciones que se mantienen en cartelera cuatro o cinco semanas, y eso es importante para dar a conocer el talento. Es un lugar idóneo para dar oportunidades a los jóvenes que trabajan en el mundo escénico. Pabellón 6 es algo que faltaba en Bilbao.

¿Una cantera?

Exactamente, y da visibilidad a muchos profesionales. Por aquí pasan todas las disciplinas que están dentro de las artes escénicas.

Y ha cumplido diez años.

Como dice Ramón Barea, esto es la niñez y vamos a empezar la adolescencia de este proyecto. Sabemos que nos queda mucho teatro pendiente, emociones que contar, ilusiones que cumplir. Este intercambio que hay entre el público y la cultura, este espacio que convoca al disfrute de la cultura, nos hace muy felices a todos.

Aunque haya que decir que, si bien lo suyo es puro teatro, también coquetea con la televisión.

Es verdad que el teatro es mi casa, donde más he trabajado y el mundo al que estoy más ligada, pero yo no le hago ascos a ningún medio. A pesar de estar en pandemia me siento muy afortunada porque he podido trabajar en una película, he estado en la cuarta temporada de Estoy vivo y en dos espectáculos teatrales. Más no se puede pedir en esta situación que vivimos.

¿Y qué tal ha sido la experiencia en Estoy vivo

Fantástica, como lo es la serie. No sé qué pasará en el futuro con ella, ojalá continúe y se hagan más temporadas. He trabajado con gente maravillosa y no me importaría hacer más entregas, aunque fue muy estresante, y no por la serie, que fue estupenda, sino porque estaba también con el estreno de El viaje a ninguna parte en el Arriaga, la obra con la que hemos vuelto otra vez al mismo teatro. Además, estuve en el peor momento en Madrid: me quedé atrapada allí por la tormenta Filomena, la gran nevada.

¿Mucha tensión?

Pues sí. Fueron momentos de tensión en los que creí que no llegaba a todo, la serie y el teatro, pero ha habido otras cosas bonitas. Por ejemplo, cuando me llamó Juan Mari Aburto para decirme que me nombraban Ilustre de Bilbao. Ja, ja, ja... Una portugaluja Ilustre de Bilbao, todo un honor.

¿En su casa todo gira alrededor del teatro?

Puede verse así. Felipe [Loza, su marido] ha sido profesor de Literatura, pero es también dramaturgo, siempre ha escrito y también ha dirigido, actúa... Él es un todoterreno. Mi hijo se dedica a otras cosas, es arquitecto y trabaja en un estudio, pero también le gusta hacer teatro. Sus ratos libres los emplea en hacer funciones y sus amigos son actores, directores, escriben. Lo ha mamado desde pequeño y supongo que algo le habrá quedado.

¿Qué queda de aquella chica de Portugalete que en los 80 se enroló en el teatro alternativo vasco?

Esa chica sigue estando en esencia, tiene más años, pero sigue ilusionándose mucho por este trabajo. Me encanta tener cerca a la gente joven, es muy enriquecedor el contacto con jóvenes que tienen ilusiones parecidas a las que yo tuve un día, y las sigo manteniendo. Continúo sumando historias y creo que aún me quedan muchas por contar. Este es un trabajo en el que me siento bien, que forma parte de mi vida.

Los 80 fueron años muy intensos para el teatro alternativo. ¿Cree que sigue vivo el espíritu de Cómicos de la Legua?

Pienso que sí. No nos vamos a engañar, los tiempos han cambiado muchas cosas y ahora giramos de otra manera, es mucho más cómodo todo, pero el espíritu del cómico siempre está ahí. La itinerancia, la relación que se produce con el público, ver las diferencias que hay entre unos lugares y otros, todo ello forma parte de ese espíritu que nos lleva a contar una historia y a ir de acá para allá. Es un trabajo enriquecedor porque ningún día es igual. A pesar de que pueda parecer la misma representación, siempre hay algo diferente, siempre hay algo que te hace vivir un nuevo día de forma distinta.

¿Imagina qué hubiera sido de no haberse cruzado la interpretación en su camino?

Yo era secretaria, estudié Auxiliar Administrativo. Nada más acabar los estudios me coloque en una empresa en Las Arenas, era aún muy jovencita. Llegó la crisis de los setenta y tantos y aquella empresa fue a la quiebra. Y no sé por qué, deben ser rutas de la vida que cambian, no me salía trabajo, me casé, me apunté a un curso de teatro con los Cómicos de la Legua, y hasta hoy. Sigo teniendo un poco el espíritu de secretaria, soy bastante ordenada y me gustan los archivos, los papeles y los lapiceros.

¿Y cómo se presenta el otoño?

Lleno de cosas. Vamos a hacer una gira bastante larga con El viaje a ninguna parte y voy a estar con esta obra hasta mediados de marzo. Tengo también un proyecto para dirigir a un grupo de teatro.

Figura en los archivos como primera obra suya Historia de un soldado

Uy, cuánto tiempo. Me encanta recodar cómo fue todo aquello. Esa fue mi primera obra con Karraka, sí, y además dirigida por Ramón Barea.

¿Qué ha sido Barea para usted?

Todo. Son muchos años trabajando juntos. Considero que Barea ha sido mi maestro. Él fue mi punto de partida en el mundo de la interpretación y ahí seguimos, juntos y haciendo cosas juntos.

¿Qué prefiere ser, actriz o directora?

He trabajado bastante más de actriz y es el apartado en el que me han llegado más oportunidades. La dirección es una labor que me gusta y no descarto seguir en ella, porque lo de la distancia corta con los actores y actrices se me da bien. Es diferente a interpretar, pero también me siento cómoda.

PERSONAL

Edad: 63 años (30 de octubre de 1957).

Lugar de nacimiento: Portugalete (Bizkaia).

Familia: Está casada con Felipe Loza y tiene un hijo.

Trayectoria: Comenzó su carrera teatral en la escuela de Cómicos de la Legua. Ha participado en muchas obras de teatro y también en un buen número de películas. En televisión ha trabajado recientemente en la cuarta temporada de Estoy vivo. Anteriormente hizo La víctima número 8. En estos momentos tiene entre manos El viaje a ninguna parte, obra escrita por Fernando Fernán Gómez, con la que iniciará un gira que se alargará hasta mediados de marzo y con la que volverá de nuevo a Euskadi. Lleva 40 años de profesión, que se dice pronto.