La Cordillera Blanca es el sistema montañoso tropical más elevado del mundo y constituye un paraíso para el andinismo. Allí se encuentra el nevado Huascarán, la cumbre más alta del Perú con sus 6.768 metros de altitud, que es visible desde la ciudad de Huaraz, la capital andina.
Más de 200 lagunas e infinidad de glaciares se extienden por las montañas del Callejón. El valle discurre por cotas medias cercanas a los 3.000 m. por lo que sus visitantes deben amoldarse a las nuevas condiciones ambientales mediante un período de adaptación física para no padecer las molestias del soroche o mal de altura.
La vertiente occidental del Callejón esta limitada por la Cordillera Negra, que así se llama por el oscuro color de sus montañas, donde nunca se asienta la nieve, ya que por su cara opuesta recibe la influencia de las cálidas corrientes marinas procedentes del océano. Por el motivo opuesto, la Cordillera Blanca luce magníficas nieves perpetuas que coronan el cielo como permanentes nubes de algodón asentadas sobre las afiladas cumbres de la sierra.
La proximidad de las montañas y la relativa comodidad con la que es posible ascender hasta alturas de 4 mil o 5 mil metros constituye una experiencia inolvidable para los visitantes. Pero también para los deportistas más avezados, el canotaje, el senderismo o el montañismo en nieve permiten unas posibilidades inagotables. Por ello, cada año, decenas de expediciones llegan hasta esta región de la sierra para escalar sus montañas y disfrutar de sus increíbles paisajes.
Por si esto fuera poco, en el área de Huaraz se encuentran importantísimos enclaves arqueológicos en sus inmediaciones, como las ruinas de Recuay o los restos de la cultura Chavin de Huantar, en el cercano callejón de Conchucos. Al mismo tiempo, las montañas albergan una gran variedad de fauna y flora autóctonas que se desarrollan en mitad de imponentes paisajes naturales, plagados de lagunas y fuentes termales con aguas reconstituyentes. Es por todo esto que el ecosistema de la Cordillera Blanca ha sido protegido por encima de los 4 mil metros con el establecimiento de un gigantesco parque nacional reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Al sur del Callejón de Huaylas se halla la espectacular Cordillera Huayhuash, en la que se yergue el segundo pico más alto de la nación, el nevado Yerupajá, de 6.643 m. de altitud. Este sistema montañoso, aunque menor y menos conocido que la Cordillera Blanca, posee también impresionantes parajes capaces de satisfacer al montañero más exigente.
Los visitantes
Hay dos tipos de visitantes en el Callejón de Huaylas. El convencional: interesado en conocer las montañas, la flora y la fauna, las ruinas prehispánicas y las aldeas, mediante excursiones diarias desde la ciudad de Huaraz que siempre se utiliza como campamento base al que se regresa para pernoctar.
El otro tipo de visitante es el que realiza un turismo activo o de aventura. Este tipo de turismo constituye una de las verdaderas razones de ser de una estancia que se precie en el Callejón de Huaylas.
Senderismo, escalada, canotaje, andinismo o bicicleta de montaña son algunos de los deportes más practicados en los ríos, picos y nevados del valle. Un gran número de compañías turísticas se han especializado en la programación de multitud de circuitos y actividades dinámicas. Las compañías de aventura también cuentan con sus excursiones básicas de corte cultural, histórico o arqueológico complementando sus catálogos y abrazando todo tipo de posibilidades.
Huaraz
Debido a su magnífico enclave al pie de la Cordillera Blanca, de cuyas montañas más altas dista tan sólo unos pocos kilómetros, y a su privilegiada situación junto al cauce del rio Santa, Huaraz es sin duda la capital de las actividades andinas del Perú.
La ciudad que se levanta a 3.091 m. sobre el nivel del mar carece de especiales atractivos y no se puede afirmar que sea bonita.
Fue casi totalmente reconstruida tras el violento terremoto de 1970. Así pues la ciudad exhibe un trazado moderno y un tanto desvencijado, con anchas avenidas jalonadas por funcionales edificios de ladrillo y cemento a medio construir. Sin embargo, la creciente industria turística de esta región ha contribuido a que la ciudad desarrolle y mantenga un ambiente populoso y cosmopolita, motivado por una enorme oferta de servicios, sobre todo en el sector del turismo y la hostelería que da trabajo a buena parte de la población local.
Huaraz tiene un clima seco y templado. Dentro de la ciudad podemos destacar el Museo Arqueológico, la iglesia del Señor de la Soledad, la calle de José Olaya, el criadero de truchas, el mirador y el mercado de las hierbas.
Alrededores de Huaraz
Estos son algunos de los atractivos que no se deben dejar de visitar:
- El Mirador de los Olivos. También conocido con el sobrenombre de Balcón de Judas, se encuentra en la ruta que media entre Huaraz y Casma. La panorámica desde este mirador es soberbia, con una vista magnífica de los nevados de la Cordillera Blanca.
- Sitio arqueológico de Wilcahuaín. Este yacimiento se encuentra en buen estado de conservación y pertenece al período de dominación Wari. Constituye un centro administrativo que este belicoso pueblo instauró durante su época de apogeo. Aunque se acoge a los cánones arquitectónicos de ciudadela fortificada el enclave no es muy espectacular debido a su pequeño tamaño. Su templo principal ha sido comparado con el de Chavín de Huantar por la similitud de sus contornos. Posee una base dividida en tres estancias que a su vez muestran siete habitaciones en cada una de ellas.
- Monterrey. Es un barrio periférico de la ciudad de Huaraz y un tranquilo lugar de descanso gracias a sus baños termales que atraen a multitud de visitantes.
- Carhuaz. Es un delicioso pueblo envuelto en un clima de sosiego en torno a su espaciosa Plaza de Armas, donde parece sentirse cómo pasa el tiempo. Sin embargo esta paz se transforma en jolgorio a finales de septiembre, cuando se celebran las fiestas de La Virgen de la Merced, en la que sus habitantes se echan a la calle para participar en las procesiones, desfiles y bailes que tienen lugar. Carhuaz goza además de una merecida fama local por la elaboración artesanal de la chicha, la tradicional cerveza peruana de maíz de alto contenido alcohólico que se bebe en grandes cantidades durante las celebraciones. El sabio italiano Antonio Raymondi que pasó muchos años en el Callejón de Huaylas, rebautizó esta localidad como “borrachera”, debido a la propensión que mostraban sus habitantes por sufrir una intoxicación etílica durante sus festejos patronales y que él mismo padeció en sus carnes por la ingesta masiva de chicha fermentada.
- Las lagunas de Llanganuco. A 3.850 m de altura hay dos lagunas, la de Chinancocha, de 28 metrosde profundidad y la de Orconcocha. Sus frías aguas, dotadas de un suave color turquesa se encuentran encerradas entre las grandes masas montañosas. Sus orillas suelen estar bañadas por el viento, por lo que conviene abrigarse antes de proceder a la visita, que puede realizarse siguiendo una estrecha senda que bordea parte de su perímetro por su lado derecho o navegando un centenar de metros por sus aguas mediante el alquiler de barcas. Las vistas que se obtienen durante el paseo son soberbias. Desde estas lagunas se inicia el treck más conocido y turístico de toda la Cordillera Blanca, la caminata Llanganuco-Santa Cruz.
- Complejo arqueológico Chavin de Huántar. Ha sido repetidamente considerado el centro ceremonial precolombino más importante de todo el continente americano y origen de una de las manifestaciones culturales más antiguas, fascinantes y evolucionadas de todos los pueblos prehispánicos peruanos. Las ruinas de Chavin constan de sendos templos mayores (Templo Temprano y Templo Tardío), ambos precedidos por una plaza hundida ante su portada de acceso.
La visita de Chavin de Huántar culmina con la contemplación de la única cabeza-clava que permanece en su emplazamiento original. Su carácter de guardián atemorizador, de rostro humano bestializado, queda patente en esta reliquia del pasado. Junto a la salida del recinto se ubica un pequeño museo de sitio en el que se exhibe una colección de piezas pertenecientes al período Chavin y a otras culturas prehispánicas.
La tragedia de Yungay
El pueblo de Yungay alcanzó una triste celebridad mundial al convertirse en víctima de un furioso cataclismo natural. El domingo 31 de mayo de 1970 a las 15:25 h, un violento terremoto de magnitud 7,8 en la escala Richter hizo estremecerse a todo el área de Huaraz y los Andes Centrales. El temblor, corto pero intenso, provocó un enorme desplome de hielo y granito en la cumbre norte del Huascarán, que enseguida se precipitó montaña abajo por su vertiente occidental, camino del valle.
La avalancha arrasó limpiamente la ladera de la montaña, arrancando de sus entrañas rocas gigantescas de hasta 100 toneladas de peso, que se sumaron a la informe masa de hielo y barro procedente de las alturas.
A tan sólo 14 km de distancia, a los pies de la cordillera, los habitantes de Yungay trataban de reponerse y recuperar la calma tras el cese del furioso movimiento sísmico que había sacudido a la población, cuatro minutos atrás. El pánico general aumentó momentáneamente al escucharse un sordo pero contundente estruendo que surgió de las montañas.
La posibilidad de un segundo temblor parecía inminente. Sin embargo, el ronco rugido no procedía del interior de la tierra, sino de la inmensa lengua aluviónica que resbalaba sierra abajo destrozando todo a su paso. Un segundo más tarde, la avalancha irrumpió en Yungay. En el momento de su llegada, avanzaba a una velocidad de 300 km por hora. En cuestión de unos instantes, toda la ciudad fue sepultada bajo una espesa capa de miles de toneladas de rocas y barro. Como si nunca hubiese existido, la población junto con la práctica totalidad de sus habitantes, desapareció del mapa.
Más de 20.000 personas murieron inmediatamente como consecuencia del impacto directo del aluvión. Los únicos supervivientes de la catástrofe fueron un reducido grupo de personas que, paradójicamente, en aquel momento se encontraban en el cementerio, y un buen número de niños que asistían a una función circense en el estadio de Yungay, a las afueras de la ciudad.
En la actualidad, la visita de Yungay, constituye un acto emotivo y sobrecogedor. El antiguo área ocupada por la ciudad es ahora conocida como el Campo Santo.
En el suelo, cientos de lápidas y pequeños altares recuerdan a las víctimas del cataclismo, que yacen enterradas bajo los pies del visitante a unos cinco metros de profundidad. La nueva ciudad de Yungay se levanta a escasos kilómetros del emplazamiento anterior. Aunque ahora se encuentra protegida por altas lomas y colinas en previsión de futuras avalanchas.