Una alim 1.500 kilómetros. Flechas amarillas. La vieira o concha. 10 rutas de paisajes y leyendas. Caminatas, encuentros en los albergues, superación personal, cultura, deporte, historia, paisajes increíbles, aventura física, experiencia espiritual… El Camino de Santiago está de vuelta tras la pandemia. Sin restricciones. Como siempre. La capital gallega forma un triángulo de peregrinación cristiana junto a Roma y Jerusalén. En el caso de la Ciudad Santa y, de acuerdo a las tradiciones cristianas, Jesús fue crucificado allí, en el monte Sepulcro, donde se encuentra su tumba y fue resucitado. Constantino el Grande levantó la Iglesia del Santo Sepulcro en el año 326 y se convirtió en hogar ancestral y espiritual para millones de personas en el mundo.  

El caso de la capital romana y Santiago de Compostela son distintos: se veneran a santos y reliquias. El primero acoge los sepulcros de San Pedro y San Pablo y la peregrinación arranca en 1300 con la declaración del año santo romano. Por su parte, tenemos que atribuirle al monje Pelayo el descubrimiento de la tumba que contiene el cuerpo del apóstol Santiago el Mayor durante el reinado de Alfonso II de Asturias, conocido como 'el Casto', quien decide levantar una iglesia en ese mismo lugar. El hallazgo, datado entre los años 820 y 830 en un bosque llamado Libredón, es uno de los grandes acontecimientos históricos de la Edad Media en Europa. Desde entonces, se desata una ola de peregrinaciones católicas que tienen como objetivo alcanzar la Catedral de Santiago donde se ubica la cripta.

La concha es el símbolo por excelencia del Camino.

Todos los años la tradición congrega a unos 200.000 peregrinos, que cuenta ya con más de una decena de siglos de historia. Monarcas astures, abades y monjes franceses y alemanes fueron los primeros en llegar a Santiago a finales del siglo IX. El año compostelano se establece en 1122, una vez que la marea de peregrinos se consolida. La catedral se termina por construir casi 100 años más tarde, en 1211. Reyes, escritores y personajes ilustres se suman al incesante y extraordinario peregrinaje: Guillermo X Duque de Aquitania, Luis VII de Francia, San Francisco de Asís… La época de oro de las peregrinaciones se sitúa en estos siglos y alcanza de lleno a Europa: Francia, Italia, centro y este del continente, Inglaterra, Alemania o Islandia. Y, por supuesto, Hispania. Llegaban a pie, a caballo, en barco…

La fundación de hospitales dedicados a atender las necesidades espirituales, materiales y sanitarias del creciente número de peregrinos que se dirigían a Santiago marcó un nuevo hito. Los reyes se encargaron de levantar estos centros hospitalarios, aunando de esta manera la Corona con la virtud cristiana de la caridad y de servir a Dios. En la Edad Media, el peregrino no era uno más. Era un enviado del Cielo: había que considerarlo y tratarlo como si fuese el mismísimo Jesucristo.

Durante la guerra y la peste negra

La Guerra de los Cien Años (1337-1453) y la Peste Negra (1348) le jugaron una mala pasada. El Camino de Santiago, convertido en vehículo indispensable de la cultura europea, no era ajeno a las tensiones y vicisitudes del Viejo Continente. La crisis se acentúa en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII) por varios motivos. La Reforma protestante y las guerras de religión en los territorios alemanes y en Francia restarán muchos peregrinos al Camino. La inquisición, en auge, supone otro escollo importante a partir del siglo XVI. Las sombras de sospecha afectan sobre todo a ciudadanos extranjeros e incluso a los peregrinos jacobeos, algunos de ellos acusados de espionaje. La llama peregrina resurge bastante más tarde, a partir del segundo descubrimiento del cuerpo de Santiago, en 1879, con la declaración papal del hallazgo de los restos apostólicos y con la celebración de un año santo extraordinario en 1885. 

El repunte se consolida durante el siglo XX y logra el empujón definitivo en los años 80 con el recordado discurso del Papa Juan Pablo II en el altar mayor de la catedral de Santiago. En la actualidad, la peregrinación a Santiago es un fenómeno masivo y transversal que combina el turismo y el descubrimiento de la cultura, la historia y las vivencias compartidas, con un itinerario cargado de simbolismo y espiritualidad. De todas las rutas, destacamos tres: el Camino Francés, el Camino Ingles y el Camino del Norte.

La pandemia ha prolongado el Año Xacobeo de 2021 hasta 2022. Pixabay

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A SANTIAGO DE COMPOSTELA

CAMINO FRANCÉS

Icónico y pionero

Si hubiera que elegir un itinerario este sería el primero. Sin duda. Fue descrito en el primer libro fundamental jacobeo, 'Codex Calixtinus' (1135). En su tomo V, la 'Guía del Peregrino', se detalla toda la información habida y por haber en la época sobre los santuarios y pueblos visitados, la ruta, las anécdotas, costumbres locales… El nombre no tiene mayor misterio: se debe a que la guía fue atribuida al clérigo de origen francés Aymeric Picaud, aunque hay quien pone en duda la autoría y dice que este auténtico tratado medieval fue redactado por Hugo el Potevino, monje de Vézelay, ubicado en la Borgoña, el este de Francia. De ser cierta esta teoría, el nombre se mantendría intacto y no sufriría ninguna variación.  

Hoy como ayer el Camino Francés es el favorito de los peregrinos procedentes del mundo cristiano. Sus tramos desde tierras galas suman un total de cuatro vías principales ya descritas en el Codex Calixtinus. Tres de estas rutas (París-Tours, Vézelay-Limoges y Le Puy-Conques) entran en la península ibérica por Orreaga-Roncesvalles, un lugar lleno de significado y punto de encuentro para muchos en el inicio de su andadura hacia Santiago. Es un enclave único para los peregrinos. La cuarta (Arles-Toulouse) se desvía al puerto de Somport y continúa hasta Jaca, Aragón. El itinerario de Orreaga-Roncesvalles, que cruza la ciudad de Pamplona-Iruñea, se une con el aragonés en el histórico municipio rural de más de 900 años de Gares-Puente la Reina.

CAMINO INGLÉS

Por mar y tierra

El nombre en este caso tampoco es casual. En la Edad Media, gente venida en barco de los países escandinavos y del norte de Europa, en especial del Reino Unido, contribuyeron a que se fijara la denominación de Camino Inglés. Cientos de escoceses, irlandeses e ingleses zarpaban desde sus puertos y recorrían como un ejército de beatas hormigas el trayecto por mar hasta las costas gallegas. Ferrol, A Coruña, Viveiro y Ribadeo eran los puertos de destino de estos viajeros anglosajones. 

El Camino Inglés se fijó, pues, desde las localidades costeras más habituales. El itinerario parte desde A Coruña (73 kilómetros) o de Ferrol, más largo (112, 5 kilómetros), y en ambos casos se junta en Bruma, para realizar el último tramo de unos 40 kilómetros hasta Compostela. En esta aldea perteneciente al municipio coruñés de Mesía encontraremos el último albergue público antes de llegar a nuestro destino y… una máquina expendedora. Poco más. Hacia 1175 se levantó un hospital de peregrinos contiguo a una capilla, de la que no queda rastro. En 1520 el rey Carlos V de Habsburgo pasó la noche en este lugar. La ruptura del rey Enrique VIII (1509-1547) con la Iglesia Católica supuso el fin de la peregrinación inglesa durante siglos, hoy revitalizada.

CAMINO DEL NORTE

Devotos ilustres

Para muchos, ésta es la ruta más atractiva por el innegable valor estético de la costa norteña. En 2015, el Camino del Norte fue reconocido por la UNESCO, junto con el Camino Primitivo, como Patrimonio de la Humanidad. Las Terras de Miño y Eo son otras joyas de la naturaleza que el peregrino encontrará durante la ruta, ambas catalogadas como Reservas de la Biosfera. El Camino del Norte arranca en Galicia en Ribadeo, Lugo, y el trayecto hasta la catedral de Santiago de Compostela consta de 189 kilómetros

Está relacionado con grandes personalidades de la historia. Entre otros muchos, el Camino del Norte lo completaron el santo italiano Francisco de Asís, el obispo armenio Mártir de Azerbaiyán; Jacobo Sobieski, padre del rey Juan III de Polonia; y, a finales del XVIII nos ha quedado el testimonio escrito del francés Jean Pierre Racq. Devotos de toda la franja superior peninsular han recorrido el trazado de punta a punta. Cabe recordar que muchos de los peregrinos llegaban atraídos por las reliquias del santuario de San Salvador de Oviedo. Era parada obligada con Santiago como destino final.

Consejos para principiantes

Se deben tener en cuenta una serie de consideraciones para hacer de la ruta jacobea un recuerdo que perdure toda la vida y no un martirio. Los peregrinos más expertos suelen decir que los dos factores clave son el peso y el calzado. Los caminos ya no son los de antes y están perfectamente señalizados y marcados, pero debemos asegurarnos un viaje con poco peso que no destroce nuestra espalda en las primeras caminatas. 10 kilos como mucho

Por mucho que hayamos entrenado las semanas antes de la partida, los pies van a sufrir. No estamos acostumbrados a caminar 25 kilómetros todos los días con un sol que cae a plomo en verano o luchando ante furiosas lluvias en otoño. Si elegimos mal las botas de montaña, nos arruinará el viaje. Así de claro. Hay que procurar que sean ligeras y no hayan sido gastadas con anterioridad. Las rozaduras y las ampollas son enemigos que debemos evitar a toda costa. Para los momentos de descanso, bastará con unas sandalias o chancletas.

Lo importante no es llegar a la meta, sino disfrutar por el camino. Pixabay

Obviamente, hay que estirar antes y después de las salidas. Y tomárselo en serio. Las rodillas, los tendones y los pies tienden a pasarlo mal y debemos reforzar nuestros puntos débiles. Por su acaso, lleva analgésicos para el dolor, antiinflamatorios y vendajes. El Camino está lleno de anécdotas y buenos momentos. Al mismo tiempo, es una experiencia pelín sacrificada y que va a exigir una adecuada preparación física y mental. Uno no va a sufrir, pero tampoco es un paseo. Es otra cosa. Y merece la pena.