Una escapada por los Pirineos tiene su atractivo en cualquier época del año, ya sea para practicar deportes de invierno o para huir del excesivo calor de otras latitudes en verano. Y en el Pirineo aragonés, muy cerca de la frontera con Francia (a poco más de una hora de Huesca y a menos de dos horas de Pamplona), hay un pequeño pueblo que bien merece una visita, aunque se corre el riesgo de llenar la tarjeta de memoria del teléfono móvil con fotos de ensueño.

Se trata de Lanuza. Su nombre significa ladera y observando cualquier imagen se entiende rápidamente por qué. Situado a 1.284 metros de altitud en el corazón del Valle de Tena, se encuentra a un paso (literalmente) de la orilla izquierda del embalse que lleva su nombre y que a punto estuvo de hacer desaparecer el pueblo para siempre.

De hecho esa era la idea cuando en los años 70 se expropió la totalidad de este enclave oscense para crear un embalse que regulara las aguas del río Gállego. Los 200 vecinos tuvieron que abandonar sus casas, la carretera quedó cerrada y en 1978 Lanuza se convirtió en un pueblo fantasma, pero con el paso del tiempo, cuando el embalse alcanzó su máxima capacidad, se pudo comprobar con sorpresa que el nivel del agua no alcanzaba a gran parte de las casas. ¿Era posible volver?

No. Cuestiones legales impedían el retorno a los antiguos propietarios, que iniciaron un largo camino de recursos hasta que en la década de los 90, y teniendo que pagar, lograron recuperar lo que en su día fue suyo. Eso sí, tras más de 20 de años de abandono fue necesario una importante labor de rehabilitación y de puesta a punto para que Lanuza recobrara su esplendor.

Pero lo consiguieron, y ahora el pueblo luce con sus preciosas casas de piedra y tejados de pizarra, con un embarcadero en el que se pueden practicar numerosas actividades acuáticas (también hay un agradable sendero que bordea el embalse) y con la localidad de Sallent de Gállego, el municipio al que pertenece, a apenas unos kilómetros, de camino a la frontera con Francia a través del Portalet con la estación de esquí de Formigal de por medio.

También queda cerca Panticosa, a unos quince minutos en coche en dirección Sabiñánigo (más allá está Biescas), y se puede visitar la espectacular cascada natural de O Saldo de Escarrilla, en un recorrido de aproximadamente 30 minutos a pie.

Y más allá del espectáculo que la naturaleza ofrece en torno a esta localidad oscense, a la que se ha comparado con el precioso pueblo austriaco de Hallstatt, Lanuza también ha adquirido una fama notable por su festival Pirineos Sur, que acoge conciertos, exposiciones, talleres, mercados y pasacalles y que ha llegado a reunir a decenas de miles de visitantes. "Un punto de encuentro entre continentes, culturas y sonidos", como así se define, que arrancó en 1992 y que en 2022 cumple 30 años, aunque en los últimos dos no ha podido celebrarse debido a la pandemia.

Por el escenario flotante, situado en el propio pantano de Lanuza (las gradas están en la ladera de la montaña) van a pasar este verano, del 15 de julio al 6 de agosto, una enorme cantidad de artistas nacionales e internacionales de gran nivel y de géneros de lo más variado, conformando un cartel que podría ser la envidia de cualquier gran ciudad. Ara Malikian, Crystal Fighters, Nathy Peluso, Robe, Estopa, Rozalén, Fuel Fandango, Goran Bregovic, La M.O.D.A., Tanxugueiras, Rayden, Residente, Macaco o Travis Birds son algunos de los cantantes y grupos que dejarán su huella en Lanuza. Y a buen seguro que Lanuza dejará huella en ellos.