Lisboa

– El primer Ejecutivo de António Costa con mayoría absoluta, el tercero que suma el líder socialista luso, cumplió ayer cien días marcados por la continuidad, pero también por la guerra de Ucrania, la inflación, el caos sanitario y hasta una “minicrisis” relámpago de Gobierno.

“El gran problema de los primeros cien días es que para la sociedad portuguesa no es un nuevo Gobierno, es el séptimo año de Gobierno del Partido Socialista”, señaló a EFE el politólogo António Costa Pinto, que insistía en que hay una continuidad programática “grande” respecto a la legislatura anterior. Cien días “son suficientes para que un nuevo Gobierno parezca viejo” si se mantiene el mismo primer ministro durante siete años, señalaba esta semana el comentador político de la emisora TSF Paulo Baldaia.

La continuidad es tal que el Presupuesto para 2022, que desató el final de la legislatura anterior y no fue aprobado hasta finales de mayo, era prácticamente la misma propuesta que los socialistas presentaron hace nueve meses, con algunos ajustes debido a las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania.

factores foráneos

Los factores externos han agitado los primeros meses del tercer Gobierno de Costa, que se vio confrontado con una guerra en Ucrania que no se preveía cuando venció las elecciones en enero. “Son cien días muy difíciles”, reconoció el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, que defendió que “el mundo en este momento es muy diferente al de hace seis meses”.

La guerra ha transformado las relaciones de defensa en Europa y ha provocado una escalada de la inflación, que ya supera el 8%.

El Ejecutivo puso en marcha medidas para mitigar sus efectos, con medidas como rebajas fiscales para los combustibles, una prestación para los más vulnerables y apoyos a la producción, así como el mecanismo ibérico acordado con España para poner techo al gas. Pero se negó a subir salarios y pensiones más allá de lo que ya tenía previsto.

Costa también ha tenido que afrontar el caos en el Servicio Nacional de Salud (SNS), con una crisis provocada por el cierre de urgencias de obstetricia a lo largo de todo el país que ha puesto en el punto de mira a su ministra de Sanidad, Marta Temido.

Pero el miembro del gabinete que ha protagonizado el momento más señalado de estos cien días fue el titular de Infraestructuras y Vivienda, Pedro Nuno Santos, que provocó la semana pasada una “minicrisis” relámpago considerada “inédita” por los expertos. El ministro aprobó de forma unilateral una orden para avanzar con la ampliación del aeropuerto de Lisboa, sin informar a Costa.

El primer ministro revocó la orden ministerial y, tras una reunión entre ambos, Santos asumió la culpa por lo sucedido y dieron por cerrada la crisis. “Es la primera vez en la democracia portuguesa que en un conflicto como este, el primer ministro decide no destituir al ministro y aceptar sus disculpas”, señaló el politólogo Costa Pinto, que cree que esta decisión de Costa se debe a que Santos es una “figura importante” dentro del Partido Socialista.

En un país donde los gobiernos están siempre muy centralizados en torno al primer ministro, el experto consideraba que esta pequeña crisis “no afectó a la credibilidad” de Costa, que todavía tiene más de cuatro años por delante, ya que la legislatura acabaría en octubre de 2026. Aun así, este episodio, unido a los problemas en la sanidad y a la inflación, suscitó las críticas de la oposición.