El desembarco se produjo a última hora del sábado después de que el Gobierno reconociera que la situación a bordo de los barcos se había vuelto muy difícil y que se habían registrado disturbios a bordo.
Los migrantes llevaban más de 40 días a bordo de estos barcos, en su mayoría cruceros de lujo alquilados por las autoridades, según explicó ayer el primer ministro del país, Robert Abela.
El mandatario, no obstante, reconoció que la calidad de las instalaciones acabó siendo un factor intrascendente dada la tensión mental a la que estaban sometidos los migrantes retenidos en los cruceros.
En uno de ellos, concretamente, el Europa II, se habría producido un motín contra la tripulación liderado por los migrantes que, según el primer ministro, ocuparon la cocina, agarraron cuchillos y amenazaron con hacer estallar un cilindro de gas y quemar basura.
“Nos dieron media hora para actuar o de lo contrario secuestrarían a la tripulación”, explicó el ministro Abela, que finalmente decidió permitir el desembarco de estas personas para impedir un derramamiento de sangre, según un comunicado recogido por el medios Times of Malta.
No obstante, el Gobierno maltés aprovechó para denunciar a sus socios de la Unión Europea por la falta de ayuda a la hora de gestionar la situación.
“El Gobierno no está listo para poner en peligro las vidas de la tripulación y otros individuos, entre ellos ciudadanos malteses, por la falta de solidaridad de la Unión Europea, que iba a acoger a estos migrantes”, según explicó el primer ministro, que añadió que “la solidaridad de la Unión Europea” durante esta situación “ha sido inexistente”.