Si bien se debate mucho sobre la influencia del horario laboral en relación con la productividad personal, no se hace tanto hincapié en el análisis sobre la cantidad de horas de trabajo a lo largo de la vida. Si lo hacemos, observamos que en los últimos 100 años, en el transcurso de la historia del trabajo desde el inicio de la sociedad preindustrial hasta nuestros días, estamos en un proceso drástico y continuo de reducción de las horas de trabajo a lo largo de la vida. Hoy hablamos de 37,5 horas, cuando sólo hace unas décadas establecimos la jornada de 5 días, apartando el sábado de lo laboral, y poco después el ya instaurado week-end, reduciendo el horario al viernes.
Pero si queremos analizar lo realmente significativo y cuantitativo de esta tendencia nos debemos fijar no sólo en la duración del trabajo semanal, sino sobre todo las horas totales de trabajo remunerado en la vida. Se trata de ver de un golpe el total de horas que se dedican en la vida de un trabajador medio hoy, en las proximidades del año 2030, y las que se dedicaban hace unas cuantas decenas de años para estimar las que llegarán en otras tantas, cuando el impacto de la IA se generalice en el segundo cuarto del siglo XXI.
Si hacemos el cálculo de las horas trabajadas en una vida laboral completa y no interrumpida por eventos específicos como accidentes, viajes y otros acontecimientos individuales o colectivos, debemos considerar los tres multiplicadores básicos que son:
A) Los años trabajados en la vida.
B) Las semanas trabajadas por año
C) Las horas trabajadas por semana.
Su producto AxBxC representa por tanto el cómputo de horas dedicadas al trabajo remunerado en la vida. El tiempo preindustrial y agrícola se caracteriza por la fórmula del 50x50x50. El periodo laboral se abría prácticamente a los 15 años sin estudios medios tras la escuela, para concluir al menos con 65. Podemos decir algo similar de las 50 semanas de trabajo en el año. Los puentes festivos, las 4 semanas de vacaciones anuales y los permisos no existían, y podemos estimar en 50 de las 52 existentes, las semanas de trabajo al año. Todo esto, por simple cálculo AxBxC, nos lleva a 125.000 horas laborables en los albores de los años 30-40 del siglo XX. Son el símbolo inequívoco de la industria manufacturera, del empleo sistemático de lo calificado como mano de obra directa, con una muy incipiente o nula automatización por parte de la tecnología siempre relativa a los procesos mecánicos y a la maquinaria ligera, aún lejos de la sociedad de los servicios y de la informática.
Si damos un salto 40 años nos situamos en 1980, donde podemos observar que hemos llevado gran parte del trabajo de los centros industriales a los centros de las ciudades y el tiempo lo hemos reducido hasta el 40x40x40, que alcanza las 64.000 horas que representa el modelo del tiempo laboral de la sociedad de las oficinas. La mitad respecto a 1940. Hoy, muy cerca del 2030, debatimos ya la jornada de 37,5 horas que empieza a plantearse como una realidad, y mañana -dentro de 10 o 15 años- estaremos en la nueva fórmula del 35x35x35 = 42.875. La tercera parte de la cantidad de horas del trabajo de hace 100 años. Todo ello debido al uso de la tecnología en sus diferentes oleadas, que ahora nos ofrece un nuevo acelerador de este proceso, que es la IA.
Vivimos en una incertidumbre respecto al futuro que apunta a grandes cambios sociales donde la tecnología y la nueva IA arrasan con todas las hipótesis existentes frente al trabajo y la distribución del tiempo laboral en la vida. Cabe preguntarnos ¿qué hacemos con este excedente de tiempo, si además vivimos mas años que nuestros predecesores? Hablamos de una nueva sociedad con importantes cambios sociales y tecnológicos, donde los tiempos de trabajo no serán tan continuos como hoy los entendemos. Habrá más periodos dedicados a la formación y al reciclaje, donde la atención a los miembros de la familia o de la comunidad supondrá dedicaciones de tiempos mucho más intensos. Dedicaciones continuas y reconocidas legalmente, donde la productividad creciente de las tecnologías de la información y del conocimiento como la IA liberará más tiempo aún. Hoy el montaje de un coche en las factorías apenas supone 20 horas de trabajador. ¿Cómo será la elaboración de un informe sobre las condiciones de habitabilidad de una vivienda con la IA? Unos pocos minutos seguramente, a partir de unas imágenes de video.
Esta evolución continua y exponencial se debe a la incorporación de la tecnología que comenzó con el control numérico de las máquinas en la industria, con los datos y los grandes ordenadores en los servicios, pasando a la información con internet y los móviles, y seguirá por los robots y la inteligencia artificial reordenando el uso del conocimiento. La desigualdad social será más creciente y acompañara este proceso porque la propiedad y asignación de estas ventajas productivas se asignan al capital que empodera las iniciativas tecnológicas.
Esta nueva oleada de reducción del tiempo de trabajo remunerado a la mitad de la mitad dará lugar a cambios sociales no imaginados con anterioridad, y donde no será posible seguir insertando nuevas actividades de ocio para consumir el tiempo liberado a la actividad productiva, porque para sostener este nuevo sistema van a hacer falta recursos de tiempo personal para lo social, y sobre todo para la formación continua de todos.
No será posible mantener una sociedad del bienestar, de servicios y del conocimiento con el modelo económico actual basado exclusivamente en la fiscalidad de los intercambios monetarios, sin crear una nueva y gran economía desmonetarizada del cuidado. Convivirán una economía global y monetaria para el trabajo remunerado que regule las transacciones de bienes y servicios de consumo, y una economía no monetarizada para la calidad de vida, que equilibre los intercambios de tiempo social, aportados y recibidos, referidos a los cuidados a las personas, incluyendo la vejez, la crianza, la resolución de conflictos y la educación. Puede que haya dos monedas. Una será el yuan, el euro o el dólar -digital o no, la económica-, y la otra será el tiempo de valor social –kairos-.
La salud, los cuidados y la educación formarán parte de una economía social distinta a la productiva, dedicada ésta en exclusividad a los intercambios de bienes y servicios opcionales y consumibles. Tendrán que aparecer en estos nuevos enfoques significados sociales distintos acerca del valor y del reparto del tiempo a lo largo de la vida, ingredientes que den respuesta a una sociedad posbienestar de un alto nivel tecnológico.
¿Cuáles son los nuevos ingredientes?
Seguramente los podemos intuir levemente en los movimientos que se están desarrollando en la realidad social nuestros días. Seguramente, el modelo del futuro, será algo así como el resultante de ampliar el tiempo dedicado a los conocimientos, de reducir el espacio de tiempo profesional, de resituar el tiempo de ocio y de dar por último forma al trabajo social no remunerado que, bajo la forma de actividades entreveradas con lo laboral, alimenten una bolsa de tiempo disponible a futuro. Las pensiones del cuidado –tiempo- convivirán con las pensiones del trabajo –dinero-.
Podemos aspirar, pensar y esperar que en la sociedad inteligente el reparto del tiempo también sea inteligente. Según el modelo de los 4 Cuartos (ver figura), es indudable que el tiempo de formación, el de ocio, el de trabajo y el de apoyo social serán similares en cantidad de tiempo y cada vez más entremezclados, de forma que el desarrollo de la persona en sus actividades y compensaciones económicas y sociales sea cada vez lo más completo de acuerdo a sus habilidades y etapas de la vida. El reparto en cada edad en particular y la distribución porcentual a lo largo del tiempo serán más intensos en algunas actividades que en otras, según la época de la vida. Por ejemplo la formación se concentrará en los primeros años de la vida y se distribuirá en el resto de los años con puntos de mayor intensidad por motivos de reciclaje de conocimientos en la vida laboral o de adecuación a cambios tecnológicos en la vida social. Sin embargo la actividad social voluntaria seguramente tendrá una parte inicial significativa vinculada con la etapa educativa, seguida de otra menos intensa en la etapa más laboral para concluir en los últimos años de vida profesional con una mayor dedicación, preparando así una salida progresiva de la vida laboral con una ocupación social complementaria en los últimos años de la vida útil. Seguramente un reparto equilibrado de estas ocupaciones del tiempo a nivel individual, familiar, comunitario y social puede generar un desarrollo social más equilibrado y coherente con los tiempos y tecnologías dominantes, con la evolución de las tradiciones y valores culturales, y más de acuerdo con las necesidades de una población cada vez más socialmente inteligente.