Este año 2025 celebramos el Año Internacional de las Cooperativas, bajo el lema Las cooperativas construyen mundo mejor. Así lo adoptó la Asamblea General de la ONU en su resolución A/78/L.71, de 19 de junio de 2024.

Esta celebración tiene su razón de ser en el reconocimiento que se realiza a las cooperativas, al considerar que estas, en sus distintas formas, promueven la máxima participación posible en el desarrollo económico y social de las comunidades locales y de todas las personas, incluidas las mujeres, la juventud, las personas de edad, las personas con discapacidad y los pueblos indígenas, cuya inclusión refuerza el desarrollo económico y social, y contribuyen a la erradicación de la pobreza y el hambre.

Además, la mencionada resolución reconoce el papel de las cooperativas en la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y en relación con la financiación para el desarrollo. En concreto, se destaca la importancia del modelo cooperativo para acelerar el trabajo por alcanzar los ODS en 2030.

En opinión de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), con todo ello se pone el foco en el modelo cooperativo como solución fundamental a numerosos obstáculos de ámbito mundial. La ACI nos recuerda además las palabras del Secretario General Adjunto del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, cuando afirma que el 2025 “será una oportunidad para movilizar a todas las partes interesadas para apoyar y desarrollar las cooperativas en todas partes, fortaleciendo sus contribuciones para un mundo mejor”.

La Conferencia Internacional de la ACI en Nueva Delhi, en noviembre de 2024, sirvió de escaparate para el lanzamiento del Año Internacional de las Cooperativas.

Esta Conferencia acogió también la presentación del Arizmendiarrieta Social Economy Think Tank (ASETT), un hub de vanguardia de Economía Social promovido por la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), Social Economy Europe y el Ministerio de Trabajo y Economía Social del Gobierno de España. Concretamente, este último ha financiado el proyecto con un millón y medio de euros.

Se trata de un proyecto que se ubicará en el Palacio Miramar de Donostia-San Sebastián, y se desarrollará en torno a tres áreas: la transformación social, cuyo objetivo es estudiar el papel de la empresa en la reducción de las desigualdades y en la integración sociolaboral; un Centro Internacional de Prospectiva Económico-Social, que analizará retos y oportunidades, dibujando escenarios futuros para ayudar a gobiernos y administraciones públicas; y un Laboratorio Social que desarrollará actividades de emprendimiento colectivo, centradas en las personas para avanzar hacia una nueva economía más justa y equitativa.

En la presentación de este ASETT o nuevo hub, podemos decir que cada una de las partes implicadas resaltó “lo suyo”. Así, por ejemplo, Amparo Merino, secretaria de Estado de Economía Social del Gobierno de España, declaró que “ASETT posicionará a la economía social española como referencia a nivel mundial”.

Jokin Díaz, director de Economía Social del Gobierno Vasco, afirmó que “Euskadi es un referente internacional en cuanto a cooperativas de trabajo y economía social”.

Por su parte, Patxi Olabarria, presidente del Consejo Superior de Cooperativas, señaló que “las cooperativas deben liderar la economía social porque un mundo mejor es posible”.

Pues bien, el ASETT es una buena oportunidad para responder a la pregunta planteada en este artículo: ¿Construyen las cooperativas un mundo mejor?

Más allá de datos oficiales en cuanto a la creación de puestos de trabajo, servicios ofrecidos, inversiones realizadas… el principio esencial que debe orientar a las cooperativas, y a la economía social en la que estas se integran es la dignidad de la persona. En efecto, las cooperativas surgieron para poner en el centro a la persona, de forma y manera que sea el capital el que se ponga a su servicio y sea el trabajo el que se adapte a las personas. De ahí nacen los valores y principios cooperativos.

Tras la Declaración de Manchester de 1995, se considera que las cooperativas están basadas en los valores de la autoayuda, la autorresponsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad.

Así, los principios cooperativos se erigen en pautas mediante las cuales las cooperativas deben poner en práctica tales valores. Estos principios son siete: adhesión voluntaria y abierta; gestión democrática por parte de las personas socias; participación económica de las personas socias; autonomía e independencia; educación, formación e información; cooperación entre cooperativas; e interés por la comunidad.

Por todo ello, es fundamental fijar el punto de mira en la dignidad, entendida esta como algo inherente a cada persona por el mero hecho de serlo, y que se vincula a su desarrollo integral.

Esa dignidad nos iguala, pero, al mismo tiempo nos hace únicos e irrepetibles. Por ende, todo confluye en la búsqueda del bien común, pues al tiempo que supone preocuparse por uno mismo, es necesario preocuparse por los demás.

Arizmendiarrieta, conocedor de la doctrina social de la Iglesia, que se caracteriza por esa forma de entender la dignidad, supo encarnarlo todo ello a través de la fórmula cooperativa, en una sociedad vasca fuertemente identificada con los valores y principios de aquella doctrina. Ese fue su gran mérito: encarnar la doctrina social de la Iglesia. Sin ello hubiera sido imposible crear todo lo que se creó, elevando al máximo el desarrollo integral de la persona, empoderándola, haciéndola verdaderamente libre, desde la autogestión, desde la toma de conciencia de que es la persona la primera que debe gobernarse, para responsabilizarse de todo lo que le rodea. Esa toma de conciencia se muta luego en colectiva, que es la que conduce a la búsqueda del bien común. El trabajo es una herramienta imprescindible para el desarrollo integral de la persona. De ahí surge todo lo demás.

Pero hoy el mundo ha cambiado. No son los tiempos de Arizmendiarrieta. Hoy no hubiera sido posible crear lo que se creó, porque la sociedad camina por otros derroteros. Tal vez habría que comenzar por preguntarse si las personas podemos crear un mundo mejor.

Al fin y a la postre, el cooperativismo no es más que un instrumento al servicio de las personas. Dicho con otras palabras, las personas somos la clave, hasta el punto de que, incluso al margen de la fórmula cooperativa, por otras vías es posible avanzar hacia un mundo mejor si, en la práctica, se ponen en el centro a la persona y a su desarrollo integral.

Haría bien el cooperativismo en mirarse hacia adentro y observar si está siendo capaz de transformar el mundo a través del desarrollo integral de la persona o si, más bien al contrario, han sido las corrientes imperantes actualmente en el mundo las que lo han transformado para poder sobrevivir y actuar al ritmo frenético actual, incluso por inercia, bajo la tiranía de todo aquello que deshumaniza.

Creer en la fórmula cooperativa, hacer propios los valores y principios cooperativos, y vivir de forma coherente a los mismos debe reflejarse en la sociedad a través de cada persona física o jurídica que forma parte del movimiento cooperativo. Y si la sociedad no es un fiel reflejo de esto y, pese a ello, constantemente se incide en las bondades del cooperativismo, podría aplicarse el viejo dicho “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Claro que la fórmula cooperativa es un instrumento muy importante, pero debe buscar su razón de ser en el mundo actual, sin perder su esencia, sin que valgan excusas que la alejen de la misma.

Por consiguiente, el movimiento cooperativo, si quiere ser sincero consigo mismo y crear un mundo mejor debiera ser capaz de responder a preguntas tales como: ¿Se incide en la formación en valores y principios cooperativos entre las personas socias? ¿Se aprecia una mentalidad de asalariado en las personas socias? ¿Se aceptan para operar en el mercado instrumentos contrarios a los valores y principios cooperativos? ¿Se profundiza en la autocomposición y se aboga por la igualdad de armas en los conflictos entre personas socias y cooperativas? ¿Se tiende a la institucionalización del movimiento cooperativo para actuar solo con carácter proteccionista hacia sí mismo y de las decisiones macro con tinte “patronalizante”? ¿Se aceptan las ayudas públicas a cambio de someterse a los intereses de quienes las conceden? ¿Se produce una connivencia con regímenes no democráticos en la internacionalización del movimiento cooperativo?