La asunción por Polonia, coincidiendo con el inicio del año, de la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE durante el próximo semestre completa la renovación institucional que durante la segunda mitad del pasado año 2024 se ha producido enla Unión Europea. No solo ha habido una amplia renovación en las personas (lo que no impide que algunos de los cargos institucionales mas relevantes, empezando por la propia Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, hayan permanecido en su puesto) sino que en esta ocasión se han producido también muy importantes cambios en la composición y en la correlación de fuerzas en el seno de las principales instituciones europeas; lo que inevitablemente va a dar lugar a cambios, aun por determinar en sus aspectos concretos, en las políticas a desarrollar por la UE en este próximo periodo.
Puede afirmarse que se inicia la nueva eurolegislatura, que ahora comienza realmente tras la formación el pasado mes de la nueva Comisión Von der Leyen II, en un escenario político que presenta novedades importantes. No solo hay nuevos actores políticos en las principales instituciones, con la consiguiente introducción de cambios en el mapa político europeo que no cabe ignorar, sino que la correlación de fuerzas entre los que ya existían, y asimismo con los nuevos, experimenta cambios importantes que, a no dudar, van a influir en buena medida en las políticas a llevar a cabo en el próximo periodo. Por otra parte, mas allá del ámbito territorial propiamente europeo, la nueva Presidencia Trump en EE.UU. introduce un dato nuevo que, a pesar lo imprevisible que puede ser la actitud del nuevo inquilino de la Casa Blanca, no cabe duda alguna de que va a incidir de forma determinante en la reconfiguración del nuevo escenario político en el que las instituciones europeas van a desarrollar su actividad a partir de ahora.
Una primera novedad a constatar es la de los importantes cambios experimentados en la composición y la correlación de fuerzas en el Parlamento europeo tras las últimas euroelecciones del pasado 9-J, que han dado lugar a un mapa político que presenta sensibles diferencias con el de la anterior legislatura (y también de las anteriores). Sin entrar en detalles, baste reseñar el fuerte incremento experimentado por las formaciones políticas que cabe encuadrar en la nueva derecha alternativa –alt right– europea, que aunque distribuidas en este momento en tres grupos, Patriotas por Europa (PfE), Conservadores y Reformistas Europa (ECR) y Europa de las Naciones Soberanas (ESN), suman conjuntamente 187 escaños, conformando un bloque parlamentario equivalente al del Partido Popular europeo(PPE) 188 escaños; con quien conjuntamente pueden reunir la mayoría absoluta (375 escaños). A lo que hay que añadir el estrechamiento del espacio de las formaciones de izquierda, que apenas llegan a reunir el 25% (el 33% si se añaden los verdes) de los escaños de la Eurocámara. Si bien la composición de la Comisión, que constituye el órgano clave del sistema institucional de la UE, no tiene porqué reproducir la aritmética parlamentaria, lo que resulta inevitable es que la nueva correlación de fuerzas en la Eurocámara tenga reflejo en la Comisión, como así ha ocurrido. En este sentido, además de la presencia por primera vez de miembros pertenecientes a formaciones políticas de la extrema derecha, incluida una vicepresidencia, hay que constatar la abrumadora mayoría de Comisarios/as adscritos a las formaciones de derecha en sus distintas variantes, quedando reducida la presencia de las izquierdas a su mínima expresión, plasmada en los cuatro únicos miembros adscritos al grupo de los Socialistas y Democratas Europeos (S&D Europa). Una composición del Colegio de Comisarios que resulta también una novedad en relación con las anteriores hasta la fecha, como lo es asimismo el apretado margen –51%– con el que ha sido ratificada esta vez la Comisión. En este nuevo marco generado por los cambios operados en el Parlamnto y la Comisión tras su reciente renovación es preciso hacer una referencia la aparición de dos nuevos factores que, a no dudar, van a tener una incidencia relevante en el desarrollo de la eurolegislatura que acaba de comenzar. En primer lugar, los problemas por los que atraviesa el eje francoalemán, cuyo indudable protagonismo hasta ahora se ve mermado por las crisis políticas que están atravesando en estos momentos tanto Francia como Alemania, lo que afecta al funcionamiento institucional de la UE. Y, así mismo, por el protagonismo creciente de dos actores nuevos: Georgia Meloni, a quien los nuevos dirigentes de EE.UU. otorgan un trato especial, reflejado recientemente en la acogida que ha tenido en la propia residencia de Donald Trump, en Mar-a-Lago, y su especial relación con Elon Musk; y junto a ella, el actual jefe del Gobierno polaco, Donald Tusk, que además de ostentar este semestre la presidencia semestral de la UE, y tener por ello un papel preponderante en la dirección de la actividad del Consejo, es también uno de los políticos europeos a los que Washington otorga una especial consideración.
Aunque fuera del espacio geográfico europeo, resulta obligada la referencia a los EE.UU., dada la estrecha relación que une a este país con la UE en el marco del espacio euroatlántico y, en este momento en particular, el nuevo escenario que se abre tras la instalación en la Casa Blanca del imprevisible D. Trump y el no menos imprevisible equipo que le acompaña. No es posible en este momento, cuando aún no se ha iniciado su mandato, hacer un juicio valorativo sobre la nueva situación a afrontar, pero sí puede avanzarse ya, a la vista de las manifestaciones que vienen realizando algunos de los mas cualificados representantes del nuevo grupo dirigente, que las relaciones euroamericanas van a ser problemáticas. En cualquier caso, lo que sí es inaplazable para la UE, una vez realizadas las próximas elecciones en Alemania y despejada la situación en Francia, es definir una posición común ante las cuestiones clave a tratar con las nuevas autoridades de Washington; lo que a juzgar por algunas de las actitudes que se vienen manteniendo en el seno de la UE no va a ser nada fácil.
La concurrencia de todos los factores reseñados y los cambios que comportan, no solo internos sino también los que siendo exteriores al ámbito geográfico de la UE repercuten de forma decisiva en ella (como es el caso en este momento de la nueva presidencia norteamericana), van a exigir un replanteamiento de las posiciones por parte de la UE para poder hacer frente a una problemática que, en buena medida, es completamente nueva. Pero conviene no olvidar que también hay que afrontar los problemas pendientes ya existentes que no desaparecen porque surjan otros nuevos. Es preciso reseñar entre ellos la cuestión migratoria, que sigue siendo hoy uno de los principales problemas pendientes en la UE y que solo en este marco común puede tener tratamiento efectivo. Y no cabe ignorar el principal problema en el momento actual, que también lo es europeo, como es la situación en Palestina, ante la que la UE se ha limitado a ejercer de espectador, cuando no a secundar sin más las iniciativas de EE.UU., renunciando a tener un papel activo frente al genocidio que se está perpetrando contra el pueblo palestino.
La actual eurolegislatura viene marcada, más que ninguna otra de las precedentes, por el nuevo escenario político que se abre como consecuencia de los cambios producidos recientemente, lo que requiere una renovación de los papeles a protagonizar acorde con los cambios sobrevenidos y las características del nuevo escenario. Si bien no es posible en este momento hacer valoración alguna sobre la actual legislatura, ya que es a partir de ahora cuando esta comienza realmente tras la formación de la Comisión y la renovación de la Presidencia semestral, si hay que advertir sobre las inciertas expectativas que marcan este inicio. Y, en cualquier caso, es preciso llamar la atención sobre la necesidad de acordar, ahora que se inicia la nueva eurolegislatura, una posición propia común que permita afrontar los problemas que tenemos planteados como europeos, tanto en el interior de la UE como asimismo en relación con nuestra proyección en el exterior, en un marco global en el que la UE no puede renunciar a estar presente de forma activa.