Por el momento, no hay intenciones de frenar esta espiral de violencia en Oriente Medio en la que, según, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, proseguirá hasta que cumpla con sus tres objetivos esenciales: eliminar a Hamás, el retorno de los rehenes (podría decirse ya que prisioneros) y el más interesante de todos, que “Gaza deje de constituir una amenaza”. Aún puedo entender el primero, si bien es complicado saber hasta qué punto el Ejército israelí logrará acabar con Hamás definitivamente. Los mazazos que está padeciendo en Gaza y fuera de la Franja están siendo demoledores, pero cualquiera puede recoger luego su testigo. Su espíritu de lucha permanece en los miles de mártires que Israel está creando a medida que van cayendo más y más milicianos. En lo tocante a los rehenes, su pretendido rescate es una manera de congraciarse con la opinión pública hebrea, nada más. Pura imagen.

Ahora bien, podría llegar el caso en el que Hamás se harte de jugar al ratón y al gato con ellos y los liquide. Confío en que no, por descontado. Pero si los rehenes tenían una función de refrenar el alcance de la represión israelí, es evidente de que no lo han conseguido, por lo tanto pierden su sentido… los halcones del Likud lo saben, dependen por lo tanto de la benevolencia de Hamás, lo cual resulta un tanto paradójico, si se les considera una suerte de malvados sin alma con los que hay que acabar sin dilación. Pero, en realidad, el Ejecutivo israelí, inmune a casi todas las presiones, está haciendo todo lo posible por que los prisioneros-rehenes nunca regresen. Aunque la máxima es no negociar con terroristas, se ha hecho cuando hubo un primer alto el fuego e intercambio de prisioneros, así que replantearse un nuevo intercambio, no es ninguna vergüenza ya. Pero es evidente que la venganza sustituye al humanitarismo.

El último objetivo que plantea el primer ministro israelí es el que me resulta más llamativo. ¿Cómo pretende Israel impedir que Gaza no siga siendo una amenaza? Hay una gran nebulosa al respecto. Al menos, la propuesta de volver a reinstaurar colonias en la Franja, planteada por los más ultraderechistas, no ha sido tomada en serio. Por el momento. En su día, la decisión de retirarse vino ligada a la complicación que era devolver el fuego a Hamás o a la Yihad Islámica sin poner en peligro a los colonos (en un territorio tan pequeño). Así que se optó, no sin ciertas resistencias, a su desmantelamiento. En todo caso, no fue para facilitar la constitución de un futuro Estado palestino, sino por seguridad. Simple y llanamente. Asimismo, si las décadas de cierre casi total de la Franja, con estrictos controles de seguridad y un estrangulamiento económico, no han servido para frenar los intermitentes ataques de los radicales, ¿cómo se incrementará la seguridad? Hamás constituyó toda una red de túneles, como se ha ido desvelando, tanto a nivel interno, para ocultar a los satélites sus infraestructuras, como para salir de la Franja y llenar sus arsenales. Así que para que no se repita la historia, ¿piensa acuartelar de manera indefinida unidades militares en Gaza? Tampoco evitaría los ataques. La situación, ahora mismo, no es optimista. Más de la mitad de los palestinos de la Franja se han visto obligados a abandonar sus hogares, algunos son refugiados de otra época, que han tenido que volver a reemprender la marcha hacia un destino aún más aciago si cabe. Si Gaza era un territorio mísero antes de emprender esta operación militar, en la actualidad, prácticamente, todas las infraestructuras que atienden los servicios básicos de la población han sido o bien destruidas o dañadas. Con lo cual, los dos millones de gazatíes conforman un gigantesco campamento al aire libre de refugiados, viviendo en condiciones inhumanas.

Por todo ello, la futura reconstrucción de Gaza va a ser una tarea laboriosa y costosa una vez las tropas israelíes regresen a sus cuarteles de invierno. Pero ponerse con ello implicaría que los supervivientes de Hamás podrían reequiparse, aprovechando los envíos de material necesarios para emprender la recuperación de los servicios, con la introducción clandestina de armas. Y vuelta a empezar y a reformular la misma cuestión: ¿cómo pretende Israel impedir que Gaza sea una nueva amenaza? ¿Siguiendo con la misma política? O sea, más de lo mismo, ¿hacer inhabitable la Franja? Mientras los israelíes dejen en manos de los partidos ultraortodoxos la llave de la política del país, nunca se lograrán avances que puedan limitar el alcance de los futuros ataques terroristas. Si no es Hamás, será la Yihad, si no otro grupo que se autoproclame guardián de Palestina. Años de guerra y conflicto sólo han traído muerte, sufrimiento y dolor ingente, un cúmulo de circunstancias adversas que han facilitado que todo fanático que se precie tenga un público receptivo a sus diatribas. La desesperación conduce a escuchar a las corrientes más extravagantes, como ocurrió con el nazismo en Alemania. Israel debería ser la primera en darse cuenta de ello. La mejor jugada para enfrentarse al devenir de Gaza no es erigir más muros, sino derribarlos. No vigilar con más celo los pasos fronterizos, sino disolverlos.

Si los jóvenes palestinos tuvieran una oportunidad de mejorar sus vidas, el terrorismo no sería nunca su primera opción, sino la última. Habría nuevos atentados, sí. Surgirían grupos armados que se resistirían a reconocer a Israel empecinados en sus odios y amarguras, sí. Pero Israel encontraría a miles de palestinos dispuestos a aceptar y ayudar a configurar una convivencia para hacer que Gaza deje de ser una amenaza. El rencor no es útil. Claro que por eso, antes, Israel debería plantearse y diseñar otras políticas que ofreciesen una oportunidad al diálogo y al compromiso. Laminar y mantener doblegado al pueblo palestino hasta destruirlo no es la opción. La paz, la garantía de los derechos humanos y el reconocimiento del otro (de los palestinos y su derecho a crear un Estado), no deberían entenderse como una debilidad sino como los fundamentos que puedan hacer posible que algún día se dé el respeto entre palestinos e israelíes.

Doctor en Historia Contemporánea