Suele ser recurrente que al envejecer los demás perciban que tu imagen se asemeja a la de tus ancestros. “Cada vez te pareces más a tu padre”, suele ser un comentario que no sabes valorar. Si se trata de un cumplido, de un comentario superficial o de un reproche. Siempre has mantenido que tu personalidad es genuina, que con sus cualidades y defectos compone un retrato propio inimitable. Pero de un tiempo a esta parte, cada vez que me miro en el espejo a la hora de afeitarme percibo que en aquel reflejo veo también a un sucedáneo de Donato, mi progenitor. Lo cierto es que, sin gafas, ver, lo que se dice ver, distingo menos que un gato de escayola. Aun así, he de admitir que algo de herencia genética me ha quedado.

Pero hay más. En otras ocasiones me veo en el rostro de mis hermanos, en sus gestos. En su forma de expresión corporal. Todos tenemos un punto en común, un soporte genético que nos acompaña como signo identificativo de una estirpe humana que ha evolucionado pero que mantiene rasgos comunes. Quien no crea en esa premisa pensará que los Neanderthales se extinguieron ante la llegada del Sapiens. Pero las evidencias dicen lo contrario. Basta fijarse un poco en nuestro derredor para darnos cuenta de que entre nosotros conviven aún neandertales escasamente evolucionados, bípedos de comunicación áspera tendentes al aislamiento, al escaso sentido del humor y con problemas para conciliar el sueño.

Está bien reconocer tu propia imagen para no caer en estereotipos que engañen tus percepciones.

Me imagino a Ione Belarra preguntando al espejito mágico cuál será su futuro inmediato.

Hay quien afirma que cada día que pasa, Yolanda Díaz se parece más a su mentor arrepentido. Que su “nueva política” se identifica como una gota a otra gota al caudillismo del maestro Pablo Iglesias.

Cuentan que la gallega, que abjuraba de la política de partido, la aplica ahora con igual firmeza que su predecesor y antaño amigo. Sumar se ha convertido en lo mismo que Podemos. Lo que ocurre es que ahora son ellos/as quienes mandan e imponen su criterio. Esa es la única diferencia; quien dirige el espacio a la izquierda de la izquierda.

Belarra y los otros cuatro diputados integrados en las listas de Sumar, que consiguieron sus actas de diputados avalados por esta marca, han decidido, por fin, saltar de un barco que ni gobernaban ni en el que se sentían cómodos. En cualquier otra circunstancia, a esta operación, no por esperada pero cuando menos poco edificante, se le habría denominado transfuguismo. Sin embargo, ya se sabe que quienes siempre se han considerado en posesión de una posición de supremacía moral encontrarán argumentos suficientes para ocultar su conducta del reproche público. Y es que para esta izquierda la foto, la visibilidad es casi más importante que el fondo de la cuestión.

En cualquier caso, la ruptura de la alianza de izquierdas que constituye el principal apoyo gubernamental de Pedro Sánchez añade una incertidumbre más al débil equilibrio de funambulista que el Partido Socialista debe hacer para mantener en pie una opción gubernamental de futuro. Deberá andar fino el inquilino de la Moncloa si pretende mantenerse en el escenario gubernamental.

Deberá mantener con firmeza sus compromisos varios suscritos con diversos agentes, y además, atender el carácter desestabilizador de los cinco nuevos componentes del grupo mixto que sin las ataduras de formar parte de su gabinete pueden campar anárquicamente por senderos de confrontación y demagogia.

Podemos hacía tiempo que había demostrado su decadencia. Del éxito fulgurante del movimiento de arrastre del 15-M a su entrada en un ejecutivo español con el papel reconocido de la regeneración política. Pero la soberbia, la falta de ductilidad en sus planteamientos y una ideologización extrema en su gestión, apagó pronto su rutilante destello. De conquistar los cielos, Podemos se deslizó hacia los infiernos, donde si nadie lo evita, quemará sus escasas reservas.

Pero su caída no vendrá sola. Arrastrará a Sumar, el proyecto nuevo en el que muchos tenían puestas sus esperanzas para rehabilitar a las organizaciones de izquierda. La incapacidad de sus promotores por mantener emocionalmente las expectativas, truncadas a las primeras de cambio por el enfrentamiento fratricida con los morados, dejan a Yolanda Díaz y a los suyos, sin recorrido. Las elecciones vascas, gallegas y, presumiblemente, las catalanas (además de las europeas) pueden ser un viacrucis difícil de salvar. Sobre todo, si tras el divorcio interno nadie sabe quien representará a qué en los próximos comicios.

Mirarse en el espejo es una actitud que todas las formaciones políticas debieran hacer para reconocerse e identificar lo ajada o lozana que encuentra su imagen pública. El PNV también debiera hacer un ejercicio sincero para identificar cuáles son los puntos débiles y fuertes de su propuesta.

Cualquier observador imparcial convendría en señalar que en los últimos años el nacionalismo vasco había acertado en su planteamiento público consiguiendo una de las representaciones institucionales más relevantes de cuantas ha podido tener en su dilatada historia. La unidad interna, la configuración de una estructura humana homogénea y el acertado funcionamiento de las propuestas institucionales de gestión, habían logrado una cierta época áurea para el nacionalismo vasco . Pero el paso del tiempo, la difícil coyuntura encadenada (crisis económica, pandemia, guerra, inflación…) unido a la creciente exigencia pública, el acento del individualismo, el populismo y las políticas demagógicas de reivindicación permanente , llevaron por primera vez al PNV a un espacio de fatiga y de desgaste. Pese a seguir siendo la primera formación del país, los equipos humanos que encabezaron la fase emergente han seguido hasta el presente sin que nadie pueda imputarles reproche alguno. Al contrario, han vaciado su ímpetu y quehacer para seguir avanzando.

Prueba de ello es el último estudio sociológico –Sociómetro– que sitúa al lehendakari Urkullu en un lugar predominante de conocimiento y valoración por parte de la mayoría de los encuestados. Tal valoración y conocimiento no es flor de un día ni un resultado efímero que destacar. Es el resultado de una confianza acumulada durante largos años y meses, de desvelos y compromisos adquiridos y cumplidos.

Los resultados de este análisis prospectivo no han sido una sorpresa. Quizá solamente para quienes, ahora, pretenden enfrentar al partido con el lehendakari. Quienes juegan esa baza tan torticera, los mismos que apenas hace una semana hablaban del Gobierno Vasco como un ejecutivo agotado y reclamaba elecciones anticipadas, y ahora pretenden acentuar el prestigio de Iñigo Urkullu como presidente de los vascos.

El PNV siempre ha tenido en cuenta el activo que para su organización reporta y ha reportado Iñigo Urkullu. Lo hemos reconocido y valorado. No en vano el lehendakari es, además de compañero, amigo. Y él sabe muy bien (fue presidente del BBB y EBB), conoce y respeta los procedimientos y las decisiones que le corresponden asumir al partido como tal.

Sí. Nos hemos mirado al espejo, y en la imagen que hemos visto hay retazos del PNV de toda la vida. De Ajuriaguerra, de Arzalluz, de Ibarretxe, de Urkullu. Rasgos reconocibles de una formación política que sigue soñando en una Euskadi libre, pero con los pies anclados en el suelo. Hemos visto un partido que mantiene vivo el compromiso de servicio público. Un partido que tiene que seguir dando pasos para incorporar a la mujer a sus estructuras organizativas y de poder. Que necesita refrescar su primera línea de activistas con una nueva propuesta de militantes capaces de prolongar en diez o quince años políticas de crecimiento y de reconocimiento nacional . Que necesita actualizar sus estructuras para hacer que sus decisiones sean más ampliamente compartidas y más eficientes. Que tiene que adecuar su forma de hacer política a las nuevas técnicas de comunicación. Y, básicamente, que active el factor humano a las nuevas necesidades de hombres y mujeres capaces de recuperar la confianza perdida por el camino. De volver a generar emotividad en la causa del Pueblo Vasco. De encontrar sentido a la construcción nacional de Euskadi, la patria de todos los vascos y las vascas.

Sí, me he vuelto a mirar en el espejo y, además de reconocer mi perfil Neanderthal, he comprendido nuevamente que nuestro tiempo en primera línea empieza a estar en el descuento. Busquemos, sin miedo, nuevos eslabones para esta gran cadena que lleva casi 130 años haciendo que este país avance hacia su libertad. l

Miembro del Euskadi Buru Batzar del PNV