Más allá de lo que vote cada cual, quienes defendemos el derecho del pueblo palestino a decidir su futuro y, por consiguiente, estamos en contra de la ocupación israelí de territorios, al tiempo que reclamamos que se lleve a cabo le proclamación a la mayor brevedad del Estado palestino, no podemos sino valorar de manera muy positiva el mensaje que Sánchez verbalizó ante el sátrapa Benjamín Netanhayu en su reciente visita a Israel. En medio de tanta impunidad con que cuenta el sionismo, las palabras del presidente Sánchez las viví como una lucecita alumbrando una vieja esperanza. Nada de lo que dijo está de más. Al contrario, identificó perfectamente lo que está ocurriendo y puso un valor emocional cuando se refirió al asesinato de más de 4.000 menores de edad. “Es inaceptable”, le dijo a Netanhayu, que no sabía qué cara poner.

También condenó el presidente Sánchez, con rotundidad, a la organización Hamás y su ataque del 7 de octubre. Con relación a Hamás no se anduvo por las ramas: “Hamás es un problema para el pueblo palestino”, llegó a decir.

Sánchez denunció como inaceptable la masacre que sufre el pueblo palestino y en particular los niños, niñas, personas mayores y vulnerables. Reprendió a Israel por su no cumplimiento del derecho internacional. Repitió ante las autoridades sionistas y de la Autoridad Palestina que debe crearse cuanto antes un Estado palestino en el marco de un proyecto de buena vecindad entre palestinos e israelíes. Si hago la comparativa entre lo que han dicho distintos líderes occidentales, yo diría que Sánchez estuvo genial. Más aún cuando afirmó que si otros países europeos no se comprometen para facilitar que Palestina sea un Estado de pleno derecho, el Gobierno español tomará medidas unilaterales encaminadas a lograrlo.

Bulgaria, Chipre, Eslovaquia, Hungría, Malta, Polonia, República Checa, Rumanía (todos desde 1988) reconocen a Palestina como un Estado soberano. Son países de menor entidad, dirán algunos y algunas, pero son coherentes y, en este asunto, más éticos que, por ejemplo, Francia y Alemania países cuyos gobernantes están entregados al sionismo, ese movimiento radicalizado que una vez fue un movimiento laico y hoy lo es confesional (afirma que la Biblia que fija los territorios ocupados como propios de Israel, por decisión divina, es de hecho su Constitución). Por cierto, que son más de 130 países los que ya reconocen el Estado de Palestina.

Sostengo que Sánchez merece un aplauso. Son muchos los años que desde ONG, asociaciones ciudadanas, partidos de menor entidad y plataformas en pro del boicot a productos de los colonos, venimos actuando para impulsar el respeto a los Derechos Humanos, en Cisjordania, Gaza y Jerusalén, con resultados todavía pequeños, sembrando semillas que poco a poco fructifican.

No es fácil trabajar los derechos humanos en Israel. A la mentalidad supremacista, frente a los árabes y otras etnias, se une un ejército poderoso de gatillo fácil. Su obsesión por destruirlo todo, Gaza ya lo está físicamente, y en términos de matanzas de seres humanos, Por eso, las gentes voluntarias europeas y estadounidenses que optaron por trabajar en centros clínicos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén son dignas de un reconocimiento que un día, en una Palestina libre, se podrá y se debe hacer.

Como hace siempre ante las personas y organizaciones críticas, Israel ha llamado al presidente Sánchez antisemita, utilizando esa palabra robada como ariete para desautorizarle e imputarle que practica el odio contra los judíos. Antisemitismo es una palabra manipulada. Los judíos, sobre todo los sionistas, se consideran los únicos semitas. En realidad, no son semitas únicamente los judíos, también lo son los árabes. Pero son los judíos quienes se apropiaron de la palabra, no dejando espacio para otras interpretaciones más amplias y verdaderas. ¿Qué significa ser un pueblo semita? El término semita no se refiere únicamente a los judíos. Como indica el Diccionario de la lengua española, este adjetivo designa a los pueblos descendientes de Sem, cuyas lenguas son de origen semítico, entre las que se incluyen el hebreo, el árabe o el arameo, entre otras.

A los israelíes, y a los sionistas en particular, les va bien juntar las palabras semita y antisemita, como forma de acusar a sus enemigos (a sus críticos) de perseguidores de un pueblo (el judío). Pero en rigor los hechos no se ajustan a la realidad. La gran mayoría que estamos en contra de la ocupación israelí, somos antisionistas, no antisemitas.

Un txalo para Pedro Sánchez porque, independientemente de mi distancia con el PSOE/PEC, lo cortés no quita lo valiente, que se dice. A cada cual lo suyo. Por eso, de la misma manera que he criticado el giro dado por el Gobierno español en el asunto del Sáhara, alabo ahora la valentía del presidente Sánchez ante el genocidio que sufre el pueblo palestino. Ahora falta que Sánchez, y también Josep Borrell, que ha tomado idéntica posición que Sánchez, pongan en práctica lo que han prometido ante la sociedad mundial.

Termino. Lo que está ocurriendo en Gaza es de extrema crueldad. Todo el mundo, desde cualquier rincón del planeta, estamos siendo testigos de la masacre. Estamos viendo cómo el terror del Estado de Israel, su terrorismo, se traduce en matanzas de población civil palestina, especialmente de mujeres, niños y niñas y personas mayores. El comportamiento sionista es la prueba de cómo la condición humana puede convertirse con suma facilidad en una condición sanguinaria. Más de 14.000 palestinos y más de 600 israelíes asesinados.

Esas matanzas de menores de edad justificadas por sectores religiosos ultras como método preventivo para que de mayores no puedan matar, requieren la participación de humanos despiadados, implacables, vengativos, deshumanizados. En el lado opuesto, conozco a mucha gente que no puede sostener la mirada en los rostros de las y los gazatíes que vemos por televisión. Enseguida cambian de canal, envueltos en indignación, en rabia, en impotencia. El Gobierno israelí ordena matar y al mismo tiempo proclama su inocencia y adopta la posición de víctima. Más cinismo no se puede exhibir.

Recuerdo muy bien las palabras de José Saramago cuando denunció que muchos israelíes se han convertido en rentistas del Holocausto. A la pregunta, ¿qué piensa de Israel?, contestó: “Un sentimiento de impunidad caracteriza al pueblo israelí y a su ejército, se han convertido en rentistas del Holocausto. Con todo el respeto por la gente torturada, asesinada y gaseada, los judíos asesinados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían del comportamiento de sus descendientes”.

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo