En el prólogo de este artículo, Radiografía Energética de Euskadi (I), se diagnosticó cuál era la pócima secreta de Euskadi para la idiosincrasia industrial vasca, con un papel transcendental para las infraestructuras energéticas. Sin embargo, la corriente de fondo nos dirige hacia una sociedad sostenible, y por lo tanto, el futuro pasa por reducir el impacto sobre la Tierra. En esa tesitura, será necesario disponer de más energía renovable para poder acometer todas las adaptaciones pertinentes, como descarbonizar la actividad industrial.
Según los datos del Instituto Vasco de Competitividad – Orkestra presentados en el documento “Energías renovables en Euskadi: ahora, más que nunca” en 2020, la energía de origen renovable representaba el 9,8% de la demanda de energía primaria y el 16,9 % del consumo final de energía en Euskadi (8,5% sin contar con la electricidad importada), cantidad aún pequeña acorde al objetivo de llegar al 21% que tiene fijada la Estrategia Energética de Euskadi 2030.
En Euskadi la potencia instalada de energías renovables ascendió a 603 MW en 2021, distribuidos de la siguiente manera (en MW): hidráulica 173, eólica 153, fotovoltaica 79, solar térmica 91, biomasa 84, geointercambio 23 y energía marina 0,3 , lejos del objetivo de 1.885 MW de potencia eléctrica renovable total establecido en la Estrategia Energética de Euskadi 2030.
En 2021 la Comisión Europea publicó el paquete legislativo Fit for 55, que ya se anunciaba en la comunicación del Pacto Verde Europeo (European Green Deal), para aumentar el esfuerzo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del 40% al 55% para 2030, respecto a los niveles de 1990. Entre las medidas para reducir las emisiones, se estableció que la cuota de energías renovables en el consumo de energía final aumente del 32% al 40%, lo que afectará a todos los sectores.
Una de las principales características del sector industrial vasco es la relevancia que en él tiene la industria pesada. Aquí se concentran, entre otros sectores, el siderometalúrgico, refino, caucho, vidrio, pasta y papel, donde la energía es empleada para transformar grandes cantidades de productos brutos en semi-elaborados o bienes de equipo.
El Clúster de Energía de Euskadi ha cifrado el volumen de negocio en CAPV del sector energético vasco en 15.700 M€, contando con 434 empresas en su haber, destacando Iberdrola como la cuarta energética del mundo y otras empresas de referencia como Ingeteam. Resulta paradójico que a pesar de disponer de un sector energético muy potente que cubre toda la cadena de valor, debamos conformarnos con ser desarrolladores tecnológicos en energías renovables, más que en una aldea autosuficiente energéticamente hablando.
Desgraciadamente, la instalación de energías renovables genera desconfianza, de ahí que exista el dicho “Not in my backyard”, que se traduce en “No en mi jardín”. Moralmente, todos queremos ser sostenibles y fomentar las energías renovables pero no estamos dispuestos a asumir la responsabilidad de sacrificar nuestro círculo cercano por un bien común mayor. Es por ello que tras el impulso inicial que tuvieron los parques eólicos en 2003 se pusieron en servicio 32,2 MW en Elgea-Urkilla, en 2004 sobre el monte Oiz se instalaron 34 MW, en 2005 el parque eólico de Badaia de 49,5 MW o en 2006 10 MW en el Puerto de Bilbao hace años que no se instalan aerogeneradores en Euskadi.
Tras más de una década de estancamiento, parece que la tendencia podría revertirse para mediados de década, ya que Iñigo Ansola informó de que una decena de instalaciones de energía eólica se encuentran en fase de tramitación en Euskadi, alcanzando un total de 486 MW. Por enumerar algunos, el parque ‘Azazeta’ de 40 MW de la empresa Aixeindar (Ente Vasco de Energía e Iberdrola), el proyecto ‘Cantoblanco’, con una potencia de 49 MW, en Añana y Ribera Alta o el parque eólico ‘Artzentales-Sopuerta’ de 50 MW, en las localidades vizcainas de Muskiz, Galdames, Sopuerta y Artzentales.
En esa coyuntura, al igual que nuestros ancestros se echaron a la mar para perseguir a las ballenas hasta Terranova en el siglo XV, nosotros volveremos nuestra mirada a la mar, concretamente a la franja costera de 176 km a las orillas del mar Cantábrico que disponemos, como opción para la generación de energía renovable mediante la tecnología eólica offshore.
Dicha tecnología está extendida en el mar Báltico, donde es viable anclar las plataformas a tierra firme, dado que el lecho marino se encuentra a 55 m de profundidad. En el mar, la densidad del aire es menor, y ante la ausencia de obstáculo a cota 0, posibilita un viento más constante. Por ende, se obtienen mayores factores de carga en los aerogeneradores marinos, es decir, una mayor generación eléctrica. No obstante, el reto no es sencillo, ya que el ambiente marino es corrosivo debido a la salinidad intrínseca del mar. Todo ello deriva en un aumento del coste del mantenimiento de las instalaciones.
Pero el mayor reto al que nos enfrentamos en Euskadi radica en ser capaces de desarrollar plataformas flotantes que permitan erigirse en los aerogeneradores en funcionamiento, dado que el lecho marino del Golfo de Bizkaia no permitirá anclarlo, ya que la fosa de Cap Breton discurre paralela a la costa cantábrica cortando la plataforma y el talud continental.
En frente del municipio de Armintza en 2015 el Gobierno Vasco creó un área de ensayos restringida a la navegación que denominó BiMEP (Biscay Marine Energy Platform), al estar situada a 2 millas náuticas con una profundidad de 85 m, no permite anclar una plataforma fija al lecho marino sin un coste desorbitado. Por lo tanto, ese lugar resulta idóneo para probar la plataforma flotante novedosa de SATH, desarrollada por Saitec Offshore Technologies y RWE Renewables, junto a un aerogenerador de 2 MW. Esta tecnología, nos desbloquearía la energía renovable que nos falta en tierra, debido a la ausencia de un gran recurso solar o viento por la orografía característica del territorio, y de ese modo evolucionar hacia una sociedad más respetuosa con el medioambiente.
Ya lo afirmó el francés Antoine-Laurent Lavoisier, “La energía ni se crea ni se destruye, se transforma”, y al igual que nos reconvertimos en los años 80, y sembramos los mimbres para la cadena de valor de la energía eólica terrestre, se nos vuelve abrir una ventana para convertirnos en pioneros en esta tecnología disruptiva. Ya que esta tecnología de flotación, si supera la bravura del mar cantábrico, puede ser exportable a prácticamente todas las costas del mundo. ¡Volvamos a conquistar el mundo, BOGA MARINELA!
Investigador I+D+i