En este mundo convulso y afortunadamente diverso, siempre se encuentran casos que dan la nota y contraponen su ejemplo a la zafiedad y las malas costumbres a las que el comportamiento humano de determinadas clases dirigentes nos tiene acostumbrados.

Esta semana, sin ir más lejos, hemos encontrado una actitud singular que nos reconcilia con la bondad de la acción política y con el compromiso del servicio público. Lo ha protagonizado una mujer, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda que, en su momento, fue la dirigente más joven del mundo en comandar un gobierno (fue elegida presidenta del país oceánico con 37 años).

La flamante dirigente laborista que revalidó su mandato en 2020 con una aplastante mayoría absoluta anunció el pasado jueves su renuncia del cargo. Su comunicada salida del Gobierno no obedecía ni a problemas de gestión ni a casos de corrupción conocidos ni a polémicas o enfrentamientos que hubiesen forzado su dimisión. Ardern justificó su decisión por “no tener suficiente energía para seguir con el trabajo. No lo dejo porque sea duro, lo dejo porque este trabajo conlleva una gran responsabilidad y no tengo suficiente energía para hacerle justicia”. “Liderar un país –señaló la dirigente neozelandesa– es el mayor privilegio que nadie puede tener, pero también uno de los trabajos más exigentes que obliga a tener el depósito lleno y algo más en la reserva para afrontar los retos inesperados”.

Jacinda Ardern, en su comparecencia de despedida, en un gesto de humanidad extraño en una dirigente mundial, adelantó que, a partir de ahora aprovechará para pasar más tiempo con su familia mientras “encontraré nuevas formas de continuar ayudando a Nueva Zelanda”. 

Durante su mandato, el país de los maoríes se enfrentó a numerosas dificultades. Desde la pandemia del covid (Nueva Zelanda hizo frente a la enfermedad con uno de los cierres de fronteras más estrictos del planeta), a la erupción del volcán White Island, pasando por el atentado en dos mezquitas en Christchurch en 2019 que dejó un total de 51 víctimas mortales. La gestión y reacción del Ejecutivo presidido por Jacinda Ardern tras ese acto terrorista fue especialmente aplaudida prohibiendo las armas semiautomáticas utilizadas en el ataque y, posteriormente, reformando las leyes de posesión de armas. 

Ardern dejará su puesto a los 42 años en la segunda semana de febrero. Su legado, según sus propias palabras, es “que un mandatario puede ser amable y fuerte a la vez, sabiendo en todo caso cuándo es el momento en que debe marcharse”. Saber estar y no estar. Ser el primero entre los pares, humildad en la grandeza y no olvidarse jamás de para qué se ocupó la primera fila de la estructura social. 

Actitudes como la representada por la dirigente neozelandesa restablecen la fe en la política y nos demuestra que la cortesía, la humanidad y la sencillez también se dan en los compromisos públicos.

En las antípodas geográficas y de comportamiento encontramos “el pan nuestro de cada día”. Insultos, falsedades, crispación e intolerancia. La política entendida como un lodazal , como un escenario en el que reducir las ideas a un titular, a una ocurrencia que golpee al adversario y que trate de desacreditarlo, olvidándose del bien común o del servicio a la ciudadanía. 

Si hiciéramos caso a la definición de Forrest Gump, “tonto es el que hace tonterías”. Por lo tanto, no nos equivocaríamos demasiado si catalogáramos como “tonto” a quien se obstina en divulgar imbecilidades, falsas imputaciones o desatinos en las redes sociales. Y, ahí, Toni Cantó, el ex de Vecinos por Torrelodones, ex UPyD, ex C’s y PP, no tiene rival. El actor, convertido ahora en comentarista y showman de un canal televisivo de la extrema derecha, pasea su ignorancia en mensajes virales que en lugar de estupor generan risa. Uno de sus últimos comentarios ha puesto de manifiesto la condición esférica de su estulticia. “UGT –cantaba Cantó en Twitter– apoya la marcha proetarra de Bilbao. Lo normal; el sindicato de trabajadores apoyando al sindicato del crimen. Su líder, Unai Sordo, declara que le invitaron a unos cócteles pero no sabía que eran molotov”.

Para mear y no echar gota. Unai Sordo, que es secretario general de Comisiones Obreras y no de UGT como afirma el lerdo de Cantó, ha contestado la ocurrencia con gracia: “No eres más tonto porque no te entrenas”. Dúdolo mucho. Cantó viene entrenado de casa. Aprendió a ser “francotirador” de la verdad de una maestra especializada en la insolencia. Insolente hasta para los propios: Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, marquesa de Casa Fuerte. 

Cayetana, desde que dejó al PP de Casado por melifluo, está encantada en el regazo de FAES. Además, ahora está de enhorabuena. Una jueza de Zamora ha desestimado la demanda que contra ella había interpuesto el padre de Pablo Iglesias a quien la exportavoz del PP en el Congreso de los diputados calificó de “terrorista” en alusión a su militancia pasada en el FRAP. Sorprendente sí, pero cada vez más habitual en la irrespirable atmósfera de justicia politizada.

Cayetana, la maestra del tuit faltón, ha celebrado “especialmente” su respaldo judicial “por llamar a las cosas por su nombre. Incluso terrorista al militante de una organización terrorista”. Y es que en la anómala situación en la que vivimos, resulta insólito aunque ya no sorprende que una magistrada considere que calificar a alguien de terrorista por su activismo político tiene “un indudable interés general al referirse al pasado histórico y político de nuestro país, y una indudable base fáctica en los términos referidos, no utilizándose por la demandada expresiones injustificadas o no necesarias para transmitir la finalidad crítica, aun cuando esta pudiere molestar, inquietar o disgustar a aquel contra quien se dirige”.

Es decir que, según el caso, hay barra libre para decir lo que se quiera sin reproche judicial que lo penalice. 

Algo de eso debe pensar el presidente alavés del Partido Popular, Iñaki Oyarzábal. Especialista en alimentar fake news y en ser desmedido en sus hipérboles, Oyarzabal acusó al PNV “de tener cara de cemento armado” al criticar la intención del Gobierno español de ubicar en Vitoria-Gasteiz un macrocentro destinado al acogimiento de personas refugiadas. “Ese macrocentro para 350 refugiados que quiere instalar el Gobierno Sánchez en Vitoria estaba previsto en sus presupuestos y el PNV votó a favor. Dos opciones: o no se enteran o nos toman por idiotas”. 

La “inventiva” del dirigente popular era inmediatamente contestada por Aitor Esteban que le preguntaba “¿Dónde está exactamente esa partida en los presupuestos generales del Estado 2023?” “¡Vaya con la moderación del PP! En fin, tu línea habitual: falta de rigor y fake news”.

No es verdad que tomemos a Iñaki Oyarzábal por idiota, pero su capacidad de crear embustes le hace acreedor de ser un magnífico discípulo de su amigo y compañero Javier Maroto, a quien su pertinaz afán por desvirtuar la realidad le llevó a la más absoluta soledad política, siendo desalojado de la Alcaldía gasteiztarra al conseguir la proeza de aglutinar a toda la oposición contra su candidatura. 

El último protagonista en apuntarse a esta moda de hacer política a garrotazos es el secretario de los socialistas vascos, Eneko Andueza. Desde que tomara posesión en sustitución de Idoia Mendia, el político de Eibar le ha ido cogiendo el regusto a eso de ser alter ego al PNV, su socio de Gobierno en las instituciones vascas. Andueza cree haber encontrado la llave para desgastar la fortaleza de los jeltzales incomodándoles con titulares más o menos creativos en la crítica o en el desmarque. Sin embargo, su pretensión de mantener tirante la cuerda con el PNV parece haber sobrepasado el límite de la elasticidad al calificar de “xenófobo” el discurso de los dirigentes nacionalistas en relación a la pretensión del Gobierno de Sánchez de abrir un macrocentro que albergue a varios centenares de refugiados en Vitoria- Gasteiz.

Andueza se ha pasado de frenada, porque las críticas a la idoneidad del proyecto que defiende el ministro Escrivá no solo las ha mantenido el PNV sino que las han compartido el resto de partidos del arco parlamentario y las principales ONG y profesionales del tercer sector que trabajan y apoyan en el mundo del asilo a las personas refugiadas. Y es que el modelo vasco de asistencia individualizada a las personas refugiadas es, a juicio de todos los especialistas en la materia, la mejor manera de contribuir a la protección de los derechos de las personas que más lo necesitan.