Ante la noticia de que el Consejo de Administración de Kutxabank ha decidido en nuevo presidente de la entidad y que este será el responsable de la estrategia, cobra nueva actualidad la pregunta que figura en el subtitular de este artículo: ¿Es también inviable una “industria bancaria” vasca?

Elijo premeditadamente la traducción literal del término en inglés “banking industry” con el que los anglosajones se refieren al sector bancario, a fin de hacer algunas comparaciones con industrias de otros sectores que han sufrido serios varapalos en los últimos años desde el punto de vista de la pérdida de control por agentes vascos (Euskaltel, Gamesa, ….).

¿Estaríamos también abocados a que empresas como Kutxabank o Laboral Kutxa siguieran el camino del Banco Guipuzcoano o Caja Navarra? ¿Qué diferencias puede haber entre unas y otras industrias para esperar un resultado diferente? ¿Qué habría que hacer (o evitar) para que no terminaran igual?

Es claro que en los últimos años, y a pesar de los esfuerzos del Gobierno Vasco, algunas empresas industriales de éxito, nacidas en Euskadi y referentes para otras empresas de menor tamaño en nuestra Comunidad, han ido pasando a manos de accionistas foráneos. Entre las razones de ello podemos citar el proceso de globalización, que ha hecho que las empresas que compiten en el mercado mundial tengan unas exigencias de dimensión, inversiones y gastos en I+D+i muy superiores a las existentes en una situación de competencia limitada a las fronteras de los estados, como sucedía en el pasado.

En ese sentido, las industrias con sede en el País Vasco que quieran jugar en esa liga planetaria tienen que tener una de estas dos características: estar en un nicho de mercado suficientemente pequeño como para ser relevantes a nivel mundial o pertenecer a grupos multinacionales que lo sean.

En efecto, hace ya más de 30 años que un estudio de la Universidad de Harvard demostró empíricamente que la rentabilidad de una empresa tiene una correlación muy importante con su cuota en el mercado en el que actúa y su puesto en el ranking del mismo. En ese sentido, empresas como Arteche, haciendo relés especiales, o JMA, fabricando llaves, pueden estar entre los destacados del sector a nivel mundial, evitando ser irrelevantes. (Conviene recordar que Gary Hamel, gurú de la estrategia, subrayaba que para una empresa “es peor ser irrelevante que ineficiente”).

En el caso de las multinacionales, los ejemplos de Mercedes en Vitoria o Volkswagen en Pamplona prueban que es posible competir a nivel mundial, en este caso con otras plantas de las compañías fabricantes de las marcas respectivas situadas en otras partes del mundo, si bien en estas circunstancias hay un reto permanente de alcanzar determinados niveles de productividad y de calidad que exigen una excelencia en la gestión empresarial y, deseablemente, un objetivo compartido por todos los stakeholders implicados.

En ese contexto, el intento de Euskaltel de, partiendo de un gran éxito en un mercado local muy pequeño, ser uno de los operadores importantes a nivel español era probablemente irrealizable en un sector en el que competía con gigantes como Movistar y Vodafone y en los que la inversión para conseguir una cartera suficiente de clientes se revelaba muy superior a las posibilidades de la Cia, incluso saliendo a Bolsa.

(También podría ser paradigmático el caso de Eroski que, siendo líder del mercado local entró en pérdidas importantes tratando de dar el salto a nivel estatal, corregidas posteriormente con una estrategia de focalizarse en los mercados en los que es relevante).

Las referencias de Harvard antes citadas se cumplían también en ambos casos, habiendo registrado ambas empresas resultados empresariales brillantes en el mercado local vasco en el que, además de tener una cuota de mercado muy alta, eran líderes indiscutibles.

¿Estamos abocados a repetir la misma triste historia en el caso de la “industria bancaria”? Probablemente la respuesta sea afirmativa si se repiten las mismas desacertadas decisiones estratégicas y se pretende ganar dimensión en base a adquirir entidades irrelevantes para jugar un papel en el conjunto del Estado.

Es curioso, en cualquier caso, que, aunque la necesidad de alcanzar una “dimensión adecuada” es algo que se plantea de forma recurrente referida a las entidades financieras, no hay ningún estudio serio en que fundamentarla. No deja de ser un lugar común (los bancos cuanto más grandes, mejor) que choca con la realidad existente en el mundo, en donde, por ejemplo, existen más de 85.000 entidades cooperativas de crédito, la práctica totalidad de las mismas más pequeñas que Laboral Kutxa.

La clave no está, como demuestra el estudio citado de Harvard, en la dimensión sino en la cuota de mercado. Y conviene recordar que la consultora Mc Kinsey hace ya muchos años que identificó más de 100 negocios diferentes en el llamado “negocio bancario”. Entre esos negocios, algunos se juegan a nivel mundial (como es el caso de los relacionados con la Banca de inversión o con la gestión de Fondos), en los que probablemente no les sea fácil a las entidades locales ser competitivas, pero otros tienen una dimensión local (todos los relacionados con el retail banking con clientes particulares y pymes, en los que la clave de la competencia tiene que ver con la calidad de servicio y la confianza del cliente).

En ese sentido, cabe también recordar que Caja Navarra, líder indiscutible en dicha Comunidad, se lanzó a una sorprendente expansión a nivel del Estado que le llevó a perder casi 1.000 millones de euros de valor en unos pocos años. Por otra parte, el Banco Guipuzcoano, con una dimensión claramente insuficiente para el mercado español, corría el riesgo de ser irrelevante en el mismo.

Esperemos, por tanto, que, a fin de evitar terminar como otros significados actores de la vida económica vasca, Kutxabank no repita operaciones como la compra de Cajasur y Laboral Kutxa no se deje seducir por posibles cantos de sirena para hacerse cargo de cooperativas de crédito irrelevantes en sus respectivos mercados, de tal manera que sigamos contando con una “industria bancaria” adecuada a nuestra dimensión, competitiva en los negocios en los que se focalice y exitosa en sus ratios empresariales.

Cuestión que probablemente merecería un seguimiento cercano por parte de los responsables económicos del país en el contexto del próximo relevo en las presidencias de ambas entidades financieras.

Socio colaborador de Laboral Kutxa