Además de para escenificar, con toda la pompa propia de este tipo de eventos, el protagonismo de la OTAN en Europa y, en especial, la voluntad de proseguir su hoja de ruta expansiva, la reciente cumbre de Madrid ha servido también para acoger dentro de su propio ámbito de actuación otros asuntos que no está nada claro que entren dentro de las funciones que esta organización tiene asignadas en las normas que regulan su actividad. Se trata, en concreto, del tema de las migraciones, a las que se hace referencia de forma expresa, aunque mezclada con otros temas que no tienen nada que ver, en la Declaración final de la cumbre. A lo que habría que añadir la referencia sobre el mismo tema que, de forma un tanto forzada, se hace también en la declaración conjunta entre el presidente norteamericano y el jefe del gobierno español, suscrita por ambos mandatarios en el marco de la cumbre celebrada recientemente.

No deja de ser una novedad la ampliación del ámbito de actuación de una entidad de carácter militar, como es la OTAN, con una materia –las migraciones– que, en principio, no parece que sea la más propia de este tipo de organizaciones; si bien es preciso puntualizar que se trata de una novedad relativa ya que desde hace tiempo (2016, crisis de los refugiados sirios) la Alianza Atlántica ha anunciado su intervención en aguas del Mediterráneo para hacer frente, según se nos ha dicho, a las mafias que están detrás de los movimientos migratorios. Pero ahora, esta intervención de la OTAN se formaliza expresamente, aunque de forma bastante confusa, al más alto nivel mediante su incorporación a lo que, en consonancia con la retórica militar propia de este tipo de documentos, se conoce como el ‘nuevo concepto estratégico’ aprobado en la cumbre de Madrid celebrada recientemente.

Llama la atención la forma en que es tratado este asunto, que pasa a integrar así el ámbito de actuación de la OTAN; en primer lugar, por el tratamiento reiterativo de que es objeto, ya que además de la referencia a este tema en la Declaración final de la cumbre, también se alude a él en la Declaración conjunta de los jefes de los ejecutivos norteamericano y español. En este ultimo caso para anunciar un trabajo conjunto –de EEUU y España– en el fortalecimiento de las vías legales, “con especial énfasis en los países de América Latina y el Caribe”. Y así mismo, se hace referencia a una cooperación permanente, de ambos países, “en respuesta a los retos de la migración irregular en la región del Norte de África.” No es nada fácil detectar la relación entre las migraciones caribeñas y las norteafricanas (más allá de la globalidad del fenómeno migratorio) para ser objeto de una cooperación conjunta en el marco de las relaciones hispano-norteamericanas.

Por lo que se refiere al tratamiento que este tema tiene en la declaración conjunta de la cumbre, se hace una referencia en ella a las migraciones, englobándolas en un paquete heterogéneo de amenazas a “nuestros intereses, valores y formas de vida democrática”, entre las que se alude a la propagación de actividades que “apuntan a la seguridad de nuestros ciudadanos a través de tácticas híbridas, directamente o mediante intermediarios, y la realización de actividades maliciosas en el ciberespacio, la promoción de campañas de desinformación, la instrumentalización de las migraciones y la manipulación del suministro de energía”. De esta forma, las migraciones pasan a integrar el ámbito de actuación de la OTAN, lo que dada la naturaleza de esta organización solo puede abocar a una militarización de las respuestas a dar a los movimientos migratorios.

Las migraciones constituyen uno de los principales problemas que tenemos planteados hoy, común a todos los países del área territorial en la que habitamos y que, lejos de ser una cuestión pasajera, lo más previsible es que vaya teniendo una incidencia mayor aun en nuestras sociedades en un futuro próximo. Es un problema de carácter global, que se da en nuestra propia área territorial (el denominado flanco sur europeo) pero también en el área euro-oriental y, así mismo, más allá de nuestro continente, en ‘las Américas’, donde las corrientes migratorias latinoamericanas hacia EEUU constituyen una de las principales preocupaciones de las poderes públicos de la zona, como se ha puesto de manifiesto en la cumbre de las Américas celebrada recientemente en Los Angeles (6-10 junio) en la que esta cuestión ha sido objeto de especial atención.

En las Europas, si se nos permite utilizar esta expresión (tomada prestada de la usada para referirse a la diversidad americana) que, en cualquier caso, es muy útil para reflejar también la diversidad europea -no es la misma la situación, en relación con la inmigración, en la Europa nórdica que en la mediterránea, y en ésta que en la oriental- los problemas que plantean las migraciones solo pueden ser abordados a escala europea, que es el ámbito en el que se da realmente el fenómeno migratorio. No existen soluciones ‘nacionales’ a la inmigración, por más que algunos se empeñen en buscarlas por su cuenta al margen, y a veces en contra, de los vecinos. En este terreno, la UE proporciona el único marco en el que es posible abordar la cuestión de las migraciones, aunque solo sea por el hecho de que los problemas que plantean desbordan por completo el ámbito territorial propio de cada uno de los Estados integrantes de la UE.

Si es necesario tener claro el marco en el que hay que abordar la cuestión migratoria, que no es otro que el de la UE, no es menos necesario tener igualmente claro que hay marcos, como el de la OTAN, en el que un asunto como éste no puede, ni debe, ser tratado; entre otras razones porque no solo no hay posibilidad alguna de que tenga solución en él sino porque, además, las medidas que se adopten solo pueden contribuir a complicar y agravar más el problema. En este sentido, las alusiones a las migraciones en el texto de la Declaración referente al ‘nuevo concepto estratégico’ son reveladoras de una mentalidad que contempla los movimientos migratorios como una amenaza para la seguridad de los países receptores de las migraciones; lo que no solo es una concepción completamente equivocada sino que también tiene unos efectos muy negativos para poder encauzar debidamente la compleja problemática que plantea la inmigración.

Ni las migraciones plantean problema alguno de seguridad ni la respuesta que hay que dar para tratar este asunto requiere la utilización de instrumentos militares, que son los únicos que puede ofrecer una organización militar como es la OTAN. Tampoco es de recibo el argumento de la lucha contra las mafias porque, en primer lugar, las migraciones no se generan por la acción de las mafias y si hay mafias que actúan en este terreno, que las hay como en todos –el tráfico de determinadas materias o el uso de determinados servicios, la prostitución, etc.– a las mafias, aquí y en todas partes, se las combate con medios policiales debidamente coordinados y no mediante el envío de unidades navales a patrullar por el Mediterráneo para, según se nos ha dicho por las autoridades competentes, desarticular las tramas mafiosas causantes de las amenazas migratorias que nos acechan.

Lejos de ser un episodio pasajero, lo más previsible es que en los próximos años, y también décadas, los movimientos migratorios se acrecienten y se conviertan en uno de los principales retos a afrontar, tanto en áreas territoriales concretas (en el denominado flanco sur europeo, en el que estamos ubicados, los procedentes del continente africano) como a escala global. Se trata de una cuestión que presenta una problemática particularmente compleja por la variedad de factores que entran en juego, en la que no tienen cabida las soluciones simples ni mucho menos aun prometer su solución mediante el recurso a medidas militares. En cualquier caso, concebir los movimientos migratorios como una amenaza para la seguridad de nuestras sociedades y de sus instituciones, como se apunta en el nuevo concepto estratégico acordado en la reciente cumbre de la OTAN, y confiar la solución del problema migratorio a la utilización de los instrumentos militares que ésta proporciona (no puede proporcionar otros), es una opción que, además de profundamente errónea, no solo no soluciona ninguno de los problemas que plantea el fenómeno migratorio sino que, además, añade otros nuevos, derivados de la militarización de este asunto, que complican más las cosas.

Profesor