Síguenos en redes sociales:

¿Bienaventurados los mansos?

El pasado miércoles asistimos un año más -y van diecisiete- al acto en memoria del magistrado José María Lidón, asesinado por la banda ETA. Su recuerdo consistió en una ofrenda floral en el atrio del Palacio de Justicia junto a la placa conmemorativa.

Transcurrió conforme al sobrio y solemne protocolo consolidado por tantos años hasta que Iñigo Lidón, su madre Marisa Galarraga y su hermano Jordi por testigos, tomó la palabra.

Contra pronóstico, no habló de su llorado padre o de su condición de víctima de un acto de terror especialmente vesánico: la alevosía de los verdugos frente a la desprotección de la víctima a quien su propia creencia en la bondad del ser humano le dejó a merced de sus asesinos, una confluencia circunstancial perfecta para que los malhechores pudieran llevar a cabo su cometido.

Sin embargo, la primera vez que un familiar tomaba la palabra lo era para albergar una queja contra el destino. Todo el tiempo transcurrido desde el asesinato ha sido la nada, si de la investigación policial o de la eficiencia judicial hablamos.

HIPÓTESIS, EN LUGAR DE INVESTIGACIÓN Unalto funcionario policial que da por cerradala investigación pues ha aparecido una delas armas utilizadas en el asesinato enmanos de un terrorista muerto en Basurtoal estallarle su propia bomba. Como resultaque los miembros de ETA no se intercambianlas armas jamás ?eso dice el policía albuen tuntún?, el asesinato está resuelto porfallecimiento del autor. Punto final.

Eso no fue una investigación, fue una simple hipótesis -puede que sí, puede que no- que una investigación cabal debería demostrar o desechar. Y eso es lo que hizo la familia contrastando sentencias de la Audiencia Nacional que le llevaron a una conclusión irrevocable: por la época actuaban en Bizkaia comandos de ETA compuestos por activistas distintos a los fallecidos en Basurto y que no estaban identificados aún (2001).

VÍCTIMAS NO REPARADAS Debemos recordarque Iñigo Lidón y Marisa Galarragafueron testigos directos del atentado contrasu padre y esposo y que por la situaciónrespecto de la línea de fuego pudieron ver alos asesinos, identificando posteriormentemediante rueda de reconocimiento a unode ellos.

Pues bien, lejos de reactivarse la instrucción, esta entró en estado de pusilanimidad, callada como los peces. Nada durante dos años. Y de negligencia, al extraviarse la solicitud de extradición del identificado, lo que me lleva a recordar a Oscar Wilde, otra víctima de la justicia de su tiempo, quien dejó escrito: “Solo hay algo peor que la injusticia, la justicia que no empuña la espada. Cuando el derecho no es poderoso, es perverso”.

No es de extrañar que la familia Lidón-Galarraga lance miradas oblicuas hacia las alturas denunciando toda esta calamidad judicial. Incluso reconociendo que la condición de magistrado del asesinado les ha facilitado tener una puerta de acceso a policías, jueces y fiscales, la puerta resultó giratoria en su literal acepción: acabaron saliendo por donde entraron sin ningún resultado práctico.

HARTOS DE INEFICACIA, NO ACEPTAR EL OLVIDOLa vía profunda del olvido es otra muerteañadida a la física y eso es algo que noestán dispuestos a aceptar los familiares yamigos de José María Lidón, aquellos mansosde los que habla la tercera de las Bienaventuranzas“que poseerán en herencia latierra”. Por incierta, se trata de una de lafrases más infelices de la Biblia, como denuevo se ha demostrado con la familia delasesinado magistrado.

Mansos durante diecisiete años a la espera de que el décimo dedo “Diké” -como llamaban los griegos a la justicia, de la que se deriva el iudex-juez romano-, indicase el camino de la verdad y la reparación.

Hartos de ineficacia, han dejado de ser mansos, han alzado la voz y nos han interpelado a todos en la esperanza de que al menos sea cierta la Cuarta Bienaventuranza, la que apela a “los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

AHORA ES EL TIEMPO DE LA JUSTICIA. Lafamilia Lidón-Galarraga es católica practicante,su fe no está siendo probada por estadesgraciada actuación policial-judicial, essu condición de víctimas no reparadas loque les ha llevado a enjuiciar a la justicia.

Su victoria no ha consistido en hacer víctimas -como los asesinos del magistrado Lidón creían- sino en serlo.

Ellos han cumplido, ahora es el tiempo de la justicia pues, como se comprometió en el acto que reseñamos la fiscal jefe Carmen Adán, para que: “después de una investigación con todas las garantías y un juicio justo se obtenga la condena penal porque, aunque haya habido una condena social, la condena penal es absolutamente irrenunciable”.

O lo que es lo mismo, parafraseando al poeta polaco Boleslav Lesmian, que el sumario del caso Lidón no sea “Un carro que traquetea en la calle; tal vez sea mi sueño. Que parte hacia las tinieblas malignas?”.