Religión y fanatismo
Pero hemos de ser conscientes de que la raíz del peligro todavía latente, radica en las conciencias, ya que los terroristas han repetido que sus actuaciones violentas se han efectuado al grito de “Allahu Akbar” (Dios es grande). Son sus propias conciencias las que les han impulsado a ejecutar los brutales ataques. Pero, ¿cómo se fabrica un fanático? Busquemos una persona valiente, generosa, dispuesta a matar y morir por una idea fija y catequicémosla a base de una religión que descansa solo en creencias y preceptos . Se añade una rígida disciplina militar y ya lo tenemos preparado ¿Qué tipo de religión se les ha enseñado a estos terroristas cuyo atroz comportamiento era fruto de su fe? Confieso que no puedo estar totalmente de acuerdo con Charlie Hebdo porque no es lícito faltar al respeto a las creencias de nadie en nombre de la libertad de expresión. Lo sagrado es un terreno al que toda persona tiene derecho y que merece respeto. Nadie puede reírse de la fe de nadie. La libertad de expresión es otro derecho social pero no tiene por qué insultar a la fe de nadie. Je ne suis pas tout à fait Charlie.
Dicho lo cual me propongo dar un gran salto que cabe en el contexto de la enseñanza religiosa. Preguntémonos cómo estamos nosotros mismos, cristianos por convicción, formando a los niños y adolescentes que todavía acuden a las catequesis. Se ve clara la necesidad de revisar y renovar las religiones para no formar conciencias que lleguen a ser fundamentalistas. En un artículo publicado en este mismo mes de enero, el prolífico escritor, pedagogo y teólogo turolense Enrique Martínez Lozano lanza una pregunta clave para el cristianismo actual: ¿Catecismo o Evangelio? La incógnita es fruto de la observación de grupos de personas religiosas que se confiesan católicas. Le pidieron algunas charlas sobre la persona de Jesús de Nazaret. El profesor se ha encontrado con la dificultad que supone acercarse con limpieza a Jesús cuando se ha interiorizado su imagen a través del catecismo aprendido y asegura haber constatado hasta qué punto el catecismo ha sustituido al Evangelio en la mayoría de las catequesis, lo cual se ha convertido en un obstáculo para acoger el mensaje de Jesús, por un doble motivo: porque el catecismo transforma la novedad del Evangelio en doctrina anquilosada y porque tal doctrina resulta cada vez más difícil de asumir desde la sensibilidad que acompaña a nuestro momento histórico.
Muchos católicos dan por supuesta una identidad básica entre Evangelio y catecismo. Hoy esa identidad no es válida. El Jesús que ha llegado a la inmensa mayoría de los cristianos es una imagen filtrada, adaptada, reducida y literalmente “domesticada” por obra y gracia del catecismo.
Todos los estudios serios sobre la figura de Jesús demuestran que el Jesús histórico no casa con el Jesús de que se habla en el catecismo. En verdad Jesús fue muy crítico con la religión y la autoridad religiosa y es claro que el catecismo oficial no nace del Evangelio sino de la proyección de la mente religiosa que imagina a Dios a nuestra imagen y semejanza. Explica a Jesús más bien a golpe de dogmas, no tanto que de parábolas. Catequiza pero no evangeliza. El Jesús del Evangelio fue crucificado acusado de blasfemo y revolucionario por el poder religioso y el civil. Tampoco se deja muy claro.
Con el tiempo se produjo una divinización, apropiación y domesticación de la figura de Jesús que, de ser un judío sabio, un hombre profundamente espiritual, humano, portador de un mensaje universal de sabiduría y crítico de la religión, con una propuesta totalmente subversiva, fue presentado como fundador de una religión más, supuestamente, de la Iglesia cristiana tal como hoy la conocemos. Fue la visión de teología la que se plasmó en el catecismo y se convertiría en el criterio último acerca de lo que podía decirse o no sobre la figura de Jesús. Y en esas estamos, salvo honrosas excepciones. El catecismo enseña y fomenta una religiosidad observante, cumplidora de ritos, pero no lleva a conectar vitalmente con las actitudes profundamente humanas de Jesús. El resultado es que la persona, a medida que va madurando, se encuentra con un vacío espiritual, no sabe conectar con el Jesús del Evangelio y sin pensarlo dos veces, abandona.