Anatomía de la destructividad humana
un breve extracto de esta extraordinaria obra del Psicólogo Humanista Erich Fromm:
"Si la agresión humana estuviera más o menos en el mismo nivel que la de otros mamíferos -y en particular la de nuestro pariente más cercano, el chimpancé- la sociedad humana sería más bien pacífica y no violenta. Pero no es así. La historia del ser humano es una crónica de destructividad y crueldad y, según parece, la agresión humana supera con mucho la de los brutos antepasados de los humanos y al contrario de la mayoría de los animales el ser humano es verdaderamente "matador".
¿Cómo explicar esta "superagresión" del ser humano? La destructividad y la crueldad pueden hacer sentir inmensa satisfacción. A los animales, por el contrario, no les gusta infligir dolor y sufrimiento a otros animales, ni matan "gratuitamente". El deseo de destruir por el gusto de destruir es diferente. Sólo el ser humano parece sentir gusto en aniquilar a un ser vivo sin más razón ni objeto que destruirlo. La destructividad y crueldad del ser humano no pueden explicarse en términos de herencia animal ni de instinto destructor.
La agresión maligna es específicamente humana. No sirve para sobrevivir y sin embargo es una parte importante del funcionamiento mental del ser humano. Es una de las pasiones dominantes y poderosas en algunos individuos y culturas, pero no en otros.
Es corriente mencionar cínicamente "la naturaleza humana" para aceptar que son "inevitables" algunos aspectos indeseables del comportamiento humano como la voracidad, el crimen, el engaño y la mentira. La conciencia de sí mismo, la razón y la imaginación han trastornado la armonía que caracteriza la existencia animal. Su aparición ha hecho del ser humano una anomalía, un monstruo del universo. Forma parte de la naturaleza, está sometido a sus leyes y no puede cambiarlas, pero al tomar conciencia de sí mismo trasciende la propia naturaleza? siendo parte, está aparte?
Teniendo conciencia de sí mismo comprende su falta de poder y las limitaciones de su vivir. Nunca está libre de la dicotomía de su existencia; no puede librarse de su mente aunque quisiera. El ser humano es el único animal para quien su propia existencia es un problema que necesita resolver y que no puede soslayar. No puede volver al estado prehumano de armonía con la naturaleza y no sabe a dónde llegará si sigue avanzando. La contradicción existencial del ser humano produce un estado de desequilibrio constante.
El ser humano se aparta de lo que le rodea, se siente solo, abandonado, lo ignora todo salvo que no sabe nada? Así pues, su primer sentimiento fue la angustia existencial, que tal vez lo condujera a los límites de la desesperación. La conciencia de sí y la previsión acarrean el don de la libertad, pero también el de la responsabilidad? y rendir cuentas de los propios actos es una carga muy pesada. Ningún otro animal tiene que soportar algo semejante.
El ser humano, consciente de estar aparte, necesita nuevos vínculos con el prójimo; su salud mental misma depende de ello. Sin fuertes lazos afectivos con el mundo padecerá un aislamiento extremado y una gran desorientación. Así, puede relacionarse con l@s demás de modos diferentes: Puede amar y respetar a quienes lo rodean, lo que requiere autonomía y productividad. O si su sentido de libertad y responsabilidad no está desarrollado, puede relacionarse con ell@s haciéndose parte de ell@s o haciéndol@s parte de sí. En esta relación simbiótica se esfuerza, ya sea en dominar a l@s demás (sadismo), ya sea en ser dominad@ por ell@s (masoquismo). Si no escoge el camino del amor ni consigue dominar ni ser dominado lo suficiente, puede resolver el problema relacionándose exclusivamente consigo mismo (narcisismo). Entonces él es el mundo y "ama" al mundo "amándose" a sí mismo. Este narcisismo puede exacerbarse hasta tal punto que puede acabar traduciéndose en ansia de aniquilar a l@s demás: "Si nadie existe fuera de mí, no necesito de nadie? destruyendo al mundo impido que me aplaste".
La pasión del odio y del poder paraliza al ser humano, lo aleja aún más de l@s demás, deforma su discernimiento y lo hace totalmente adicto a su propia droga; su pasión".
(Podría concluirse así, que la persona hambrienta de destructividad ha desarrollado su adicción por aniquilar a l@s demás sobre un profundo sentimiento de temor hacia su propia existencia, protagonizando una descalabrada huida hacia adelante, priorizando la cobardía, la irresponsabilidad y la crueldad y, despreciando a su vez, el valor de asumir su propia libertad y de descubrir que su vida vale exactamente lo mismo que la de l@s demás).