El Tour de Francia se marcha de Euskadi dejando a sus espaldas casi una semana de fiesta ciclista, pero también un panorama de mucha incertidumbre en el mundillo local. La referencia de la salida donostiarra en 1992 habla de unos años posteriores en los que comenzó a gestarse el histórico Euskaltel: la Fundación se creó en 1993 y el equipo comenzó a competir en 1994, pero ahora no hay indicios de que estemos ante nueva época dorada vasca. Durante las semanas previas a la actual edición, varias voces autorizadas han reclamado una mayor atención a la cantera para labrar nuestro futuro txirrindulari. “Si no miramos a la base, cuando vuelva el Tour igual no quedan ciclistas vascos en el pelotón”. Palabra de Abraham Olano.

Hubo catorce en la salida donostiarra de hace 31 años. Y la cifra ha descendido a siete en la presente edición. Semejante bajada ya resulta significativa, pero lo es más aún la veteranía de la mayoría de nuestros representantes. Nacieron en 1987 Gorka Izagirre y Jonathan Castroviejo. Lo hicieron en 1989 Mikel Landa y Ion Izagirre. Pertenecen a la generación de 1990 Pello Bilbao y Omar Fraile. Y el más joven es un Alex Aranburu que ya ha cumplido 27 años (es de 1995 y hará 28 el próximo septiembre). ¿Se avecina un relevo? Sí vienen creciendo ciclistas con un potencial importante... Pero deben seguir dando pasos adelante para acercarse a todos los mencionados.

Los que vienen

Hablamos de corredores como Oier Lazkano (Vitoria, 1999), ciclista del Movistar Team recientemente proclamado campeón de España. De la misma quinta es el donostiarra Xabier Mikel Azparren (Euskaltel-Euskadi), quien apunta a dar el salto al World Tour la próxima temporada. Y también son buenas las perspectivas respecto a Igor Arrieta (Uharte Arakil, 2002). Además, una mirada al campo aficionado invita al optimismo con el ibartarra Unai Zubeldia (nació en 2003 y dará el salto con el Euskaltel en 2024), con el irundarra Haimar Etxeberria (Eolo) o incluso con el jovencísimo Markel Beloki (2005), hijo de Joseba, campeón estatal de contrarreloj en categoría junior y plata en la prueba en línea.

Los nombres propios, en cualquier caso, solo suponen la punta del iceberg dentro de un sistema con sus problemas. Durante la pasada primavera, el tira y afloja con los motoenlaces en las pruebas de Gipuzkoa sirvió para que, de puertas hacia afuera, se palparan también ciertas tensiones ajenas a aquella polémica en sí misma. Desde las escuelas se reclama a las instituciones una mayor implicación a la hora de facilitar la logística en la base de un deporte que no se practica en recintos cerrados y sí en lugares públicos, en la carretera.

Siguiendo con la anterior comparación respecto a lo sucedido tras el Tour de 1992, se hace difícil pensar a corto plazo en un proyecto con la dimensión y la estructura de base de aquel mismo Euskaltel que terminaría disputando el Tour. Que la actual escuadra naranja no haya resultado invitada a la edición de 2023, pudiendo serlo por categoría y saliendo la carrera de su casa previo pago de las instituciones, significa un ejemplo perfecto de la situación que atraviesa el ciclismo vasco. De los mencionados Fraile y Bilbao a Aranburu median cinco generaciones vacías. Del propio Alex a Lazkano o Azparren median otras cuatro, y está aún por ver que los dos últimos se confirmen entre los mejores. Ojalá el Grand Départ haya sembrado una nueva semilla. Pero esta, en cualquier caso, tardaría en florecer.