Entre Bob Jungels, victorioso, y Jonathan Castroviejo hubo 22 segundos de diferencia. Eso señaló el reloj entre la gloria del luxemburgués y la rabia del vizcaino, segundo en la primera etapa alpina del Tour después de compartir la fuga de la que salió el remate estupendo de Jungels, que se lanzó a por todas a falta de 60 kilómetros. Del luxemburgués, Castroviejo solo tuvo noticias en meta, aunque le persiguió con furia. Se quedó corto. Su cálculo no era de tiempo. Prefería poner la vista en la distancia. “Creo que si la etapa hubiera tenido un kilómetro más le habríamos pillado”, aseguró Castroviejo, feliz por su rendimiento pero apenado por quedarse cerca de abrir las puertas del triunfo, un lugar al que le cuesta asomarse desde que se convirtiera en uno de los mejores gregarios del Ineos.

De hecho, que Castroviejo se hubiera colado en la fuga era una anomalía. “Estoy un poco enfadado por no ganar. No tengo muchas oportunidades de entrar en las fugas, la última vez fue en el Giro de hace unos años. Además siento ya el desgaste de los primeros días, en los que he tenido que trabajar mucho en las etapas del viento”, expuso. Desestimado cualquier movimiento por parte del Ineos para dañar la supremacía de Pogacar, Castroviejo se vio de lleno en la disputa de la etapa en el último puerto de la travesía alpina. Jungels lideraba la ascensión. Pinot, siempre combativo, se fue a por él. Castroviejo, que junto a Verona estaba intercalado entre el luxemburgués, el francés y el paso del grupo de favoritos que recogía a los ciclistas que se desprendían de la escapada por pura fatiga, entendió que tenía una posibilidad.

Lo constató cuando supo que entre los mejores nadie tenía las más mínima intención de arrancar. Entonces la situación adquirió otra dimensión para él. No serían engullidos por el grupo en el que gobernaba Pogacar. Excelente rodador y un buen escalador, Castroviejo se activó junto a Verona. Ambos querían poner cerco a Pinot y después remontar hasta Jungels. En la bocana de meta, el francés aflojó consciente de que el luxemburgués era una quimera. Castroviejo perseveró y adelantó a Pinot a dos brazadas del final. Dejó atrás a Verona, pero llegó tarde a la cita con Jungels, celebrante y dichoso. Castroviejo se lamentó.

Ion Izagirre, por su parte, admitió que no tuvo fuerzas para responder al ataque de Jungels.