El portero de la discoteca de Villava fallecido este miércoles como consecuencia de una brutal agresión ocurrida en la madrugada del pasado domingo, Carlos Amorín Lamas, de 42 años, era originario de León, pero llevaba media vida afincado en Navarra, adonde llegó siendo un veinteañero.

Padre de un hijo de 5 años, Carlos residía en la actualidad en el barrio pamplonés de Buztintxuri y era empleado de Adif, la empresa pública encargada del mantenimiento de las líneas ferroviarias. Además, trabajaba de jueves a domingo en semanas alternas de portero en locales nocturnos, como Élite en Iturrama o la discoteca Tótem-Dalí en Villava.

El fallecido, que tenía una hermana, llegó a Navarra, al acuartelamiento de Aizoáin, con apenas 20 años tras ingresar en el Ejército, donde estuvo cinco años y llegó a servir en Bosnia, en misión humanitaria. Posteriormente, trabajó como escolta y llegó a estar a cargo de consejeros del Gobierno de Navarra.

Asimismo, trabajó de portero en locales nocturnos y fundó Asforp (Asociación Foral de Porteros) para promover la profesionalización del sector. 

Poco antes de la pandemia, invirtió todos sus ahorros para poner en marcha un gimnasio, pero obstáculos administrativos lo impidieron. 

Era un gran aficionado al deporte y practicaba asiduamente ciclismo, natación o carrera de montaña. También había practicado muay thai (llegó a viajar a Tailandia para conocer el deporte de cerca) y boxeo, y había enseñado ambas disciplinas como profesor.

Todo el que conocía a Carlos Amorín, destaca su “generosidad, nobleza y gran corazón”. “Era una persona íntegra, sana, deportista. No fumaba, ni bebía, y en la noche todo el mundo le respetaba. Era un auténtico profesional”, recalcan allegados suyos, incrédulos con el fatal desenlace. “Esto no le podía pasar a Carlos, no se lo merecía”, lamentan.