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Txiki Txoko, un refugio al calor del voluntariado

El proyecto de la asociación Arrats recibe este viernes el Premio Voluntariado de Gipuzkoa

Txiki Txoko, un refugio al calor del voluntariadoRuben Plaza

La Diputación Foral de Gipuzkoa ha reconocido con el Premio Voluntariado Gipuzkoa 2025 al proyecto Txiki Txoko, de la asociación Arrats. La iniciativa, con más de dos décadas de trayectoria, se ha convertido en un sostén fundamental para decenas de mujeres inmersas en procesos migratorios. El programa, centrado en la inclusión, la mujer y la conciliación, atiende cada año a madres, muchas de ellas solteras, que necesitan apoyo en el cuidado de sus hijos para poder acceder a un empleo, estudiar o simplemente reorganizar su vida.

La historia de Txiki Txoko está estrechamente ligada a la de Mari Jose Alberdi, psicóloga, coordinadora del programa y voluntaria desde su nacimiento. “El proyecto nació hace 22 años porque vimos que la migración estaba cambiando. Empezaban a llegar mujeres, muchas embarazadas o con niños pequeños, completamente solas”, recuerda. Entonces trabajaba Cruz Roja y, junto a otras compañeras, detectó una necesidad que no cubría nadie. Se trataba de un espacio seguro donde estas madres pudieran dejar a sus hijos durante unas horas mientras buscaban trabajo, iniciaban sus estudios o simplemente atendían gestiones básicas del día a día.

No somos una guardería, somos un servicio de conciliación y un espacio de apoyo enfocado en la mujer”, subraya Alberdi. De hecho, asegura que una de las frases que más escucha de las usuarias es “fue el primer sitio donde me preguntaron cómo estaba yo”. Además de ese acompañamiento personal, el programa se articula en dos grandes espacios: el servicio de conciliación, donde las voluntarias cuidan a los niños, y el grupo de mujeres Loreak, un entorno comunitario en el que se organizan actividades, talleres, celebraciones y se ayudan unas a otras. “Una amiga es un tesoro, y en un grupo de 70 mujeres como tenemos ahora, alguna amiga sale”, resume Alberdi sobre el objetivo de tejer redes para combatir la soledad con la que muchas de estas madres afrontan la crianza.

Proyecto

El funcionamiento del servicio se adapta a las necesidades de cada mujer. Abren todas las mañanas del año, salvo fines de semana y festivos, y tratan de ser flexibles. Algunas madres acuden unos días a la semana, mientras otras lo hacen durante periodos cortos mientras encuentran guardería o resuelven su situación administrativa. No todas pueden acceder a los recursos públicos, especialmente quienes aún no cuentan con permiso de residencia o trabajo. “Hay mujeres que se quedan fuera de ese itinerario y aquí encuentran un sitio donde alguien les mira, les acompaña y valora cómo están ellas y sus hijos día a día”, explica Alberdi.

El grupo de voluntarias es diverso, aunque predominan las mujeres jubiladas. “Nos encantaría tener más hombres en el grupo, pero es verdad que la mayoría somos mujeres”, admite. Los perfiles, además, se renuevan cada año. Algunas se incorporan desde Gizalde, la asociación guipuzcoana que impulsa el voluntariado, y otras llegan atraídas por la experiencia o simplemente porque quieren enfocar u futuro en el ámbito social. Este último es el caso de muchas jóvenes que se ofrecen a ayudar normalmente en verano, cuando termina el curso escolar.

La mezcla generacional, según Alberdi, enriquece un espacio donde han surgido amistades que traspasan el proyecto. “Ha habido familias que han pasado las navidades con voluntarias, hemos ido a bodas, incluso a partos”.

A pesar de la estabilidad que transmiten sus más de dos décadas de recorrido, el proyecto vive cada año con la incertidumbre de las subvenciones. “Trabajamos sin saber si el año siguiente tendremos recursos suficientes. Y mantener un servicio así solo con voluntariado no es posible. Hace falta estructura, un local adecuado, material básico como pueden ser pañales y personal que coordine”, lamenta. Aun así, la demanda es constante y algunos ayuntamientos ya han mostrado interés en replicar el modelo.

Reconocimiento

La concesión del Premio Voluntariado 2025, que se entregará este viernes en Tabakalera, ha sido recibida como un “impulso emocional” para todo el equipo de la asociación Arrats. “A mí me ha hecho muchísima ilusión, sobre todo por ellas, las voluntarias”, explica Alberdi. “Son 22 años sin parar, con voluntarias todos los días del año. Me parece una labor que hay que alabar”. Además, asegura que “las madres también están muy contentas y ven su esfuerzo reconocido cada día”.

Txiki Txoko es, al final, un refugio. Un espacio donde las mujeres pueden dejar a sus hijos sin miedo y donde, por primera vez en mucho tiempo, alguien les pregunta cómo están y se interesa por su vida. Un punto de apoyo en una vida marcada por la incertidumbre. Y un ejemplo de cómo el voluntariado puede transformar realidades que, de otro modo, quedarían al margen.

La diputada general, Eider Mendoza, fue la encargada de comunicar el premio directamente a las voluntarias, a quienes durante una visita quiso agradecer “su generosa aportación” y su papel en la construcción de comunidad. “La mayoría sois mujeres, muchas jubiladas, y es hermoso ver vuestra dulzura y vuestra voluntad”, subrayó durante el encuentro. No es un halago menor, ya que solo en el último año, las 39 personas voluntarias del proyecto realizaron 1.376 acciones de apoyo, equivalentes a miles de horas de acompañamiento.