Hoy se conmemora el Día Nacional del TDAH, un trastorno con una importante prevalencia entre la población que, aunque se diagnostica en edades más tempranas, con el han tenido que aprender a vivir muchas personas, entre el 5 y el 7% de la población, sin contar a veces con ese más que imprescindible diagnóstico. Maite Urkizu , presidenta de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (FEAADAH), ha compartido con NOTICIAS DE GIPUZKOA las reivindicaciones y demandas de las familias y las personas afectadas.

En la actualidad, ha subrayado, lo que urge es contar a nivel de la CAV con “un consenso y unos criterios unificados para el diagnóstico y la intervención” en los casos de TDAH, ya que existen “importantes diferencias” entre los tres territorios a la hora de aplicar un tratamiento.

“Con niños y adolescentes a veces se consideran casos secundarios, sin tomar en cuenta que cuanto antes se preste la atención y se les den herramientas para mejorar la situación, menos duro será su futuro”, apunta Urkizu.

“No tendríamos que esperar a que haya un fracaso escolar, a que les veamos sufriendo, para ponernos manos a la obra y trabajar con esos niños y esas niñas que, si no tienen un diagnóstico precoz y no se da una intervención, van desarrollar trastornos mucho más graves”, reivindica Urkizu.

La carencia de una atención temprana y un diagnóstico precoz, además del necesario acompañamiento es, en opinión de Urkizu, “altamente preocupante en este momento”.

“Nos encontramos ahora con que las familias con un nivel adquisitivo medio o medio alto recurren a la sanidad privada”, ha lamentado Urkizu. “Las familias que no puede gastarse ese dinero, sus hijos están vendidos”, ha insistido.

Adultos

¿Y que pasa en el caso de los adultos? Pues, según la presidenta de la FEAADAH, se llega a situaciones de “verdaderas barbaridades de los profesionales de salud mental que cuestionan por qué están allí o les comentan que es una cosa de niños”.

Es un comentario muy extendido el que en otra época los casos de TDAH se solucionaban con un “es muy movido” o “no vale para estudiar”.

Sea cual sea el caso, lo que se demanda es que “las y los profesionales de Osakidetza tengan los mismos criterios y el diagnóstico y tratamiento no dependa del territorio donde vivas”.

Con el diagnóstico y las pautas de intervención adecuadas, desde el área de salud mental solo se pone el punto de partida de un camino en el que la siguiente etapa es el centro escolar. “Ahí depende del profesor o profesora, porque todo cambia mucho según qué persona te toca. Y es lo que no debería de ser”.

Educación

Urkizu reconoce que en la parte educativa los avances han sido importantes, estableciéndose protocolos y pautas de adaptaciones metodológicas. Pero ahí entra el factor humano, el de docentes que “consideran que no es tan grave o que se trata de que el niño o la niña no quiere”, sin valorar la posibilidad de que exista una disfunción “neurológica en los actos diarios” de ese menor. También pasa, lo reconoce, que hay profesores y profesoras que quieren trabajar el tema y no pueden hacerlo “por hallarse desbordados por el número de alumnado” u otros motivos. Por supuesto, asegura, “hay quienes se ponen manos a la obra y son capaces en el aula de asumir esas diferencias neurológicas, funcionar con ellas y sacar adelante a los chavales”.

Las asociaciones trabajan en el apoyo a la gestión del TDAH “en el día a día”, ya que “es indispensable la tarea desde casa”. “EL TDAH no solo afecta al centro escolar, afecta a las relaciones sociales, a la adquisición de rutinas, planificación o instrucciones... Se pierde el control a todos los niveles, no se es capaz de resolver los conflictos diarios. Padres y madres y centro escolar son las dos patas que tienen que intervenir de forma coordinada”, insiste Urkizu.

"No es una moda"

El TDAH “no es una moda”. Anteriormente “lo que no existía es un diagnóstico”. “Antes eras el malo, el bicho, el que no ibas a tener futuro. Muchas madres y padres han sabido ahora que era eso lo que les pasaba también a ellos, y que han vivido con esa losa”, asegura. Urkizu abunda en la idea de que ese sentimiento de culpa y malestar es lo que se trata “de evitar con el diagnóstico y la atención temprana”.

Estabilidad

“Eso es fundamental, pero también la continuidad y la intervención multidisciplinar para que se llegue a la edad adulta con el máximo de garantías posibles y entiendan los que les pasa. Si no se entiende y piensas que eres malo y que lo que pasa es que no te da la gana. No le puedes poner remedio. Hay que darle una estabilidad emocional a ese niño”, abunda Urkizu.

Empoderar “a madres y padres” y darles herramientas para que el entorno colabore, y poder poner límites cuando haga falta a los comentarios de quienes les rodean, resulta asimismo fundamental. Es, en definitiva, un encaje de bolillos que parten de un hilo: un diagnóstico precoz y una intervención adecuada. “Entender qué les pasa y que funcionan de un modo diferente es básico. Porque normalizan así que pueden funcionar con sus herramientas y que con un camino con más curvas también se puede llegar a meta”.