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Del barro a la amistad: la dana, Paiporta y un voluntario vasco

Toni Romero, vecino de Paiporta, visitó Berastegi por sorpresa para agradecer a Iñaki Apezetxea su desinteresada ayuda

Del barro a la amistad: la dana, Paiporta y un voluntario vascoRedaccion NdG

La dana del 29 de octubre de 2024 desató su furia sobre Valencia y, en particular, sobre la localidad de Paiporta. En cuestión de minutos, el torrente de agua se llevó coches, arrasó comercios, cubrió todo de barro y borró vidas. “Una ola de agua me llegó al pecho. Intenté salvarme como pude”, recuerda Toni Romero, vecino de la localidad. Aquel día no solo se perdieron vidas e infraestructuras; al agua se llevó consigo esperanzas y recuerdos de mucha gente. Toni, entre la devastación, perdió también a dos amigos cercanos.

Al siguiente amanecer, el silencio que cubría el municipio era sobrecogedor. “No se escuchaba nada por las calles. Si te cruzabas con alguien, le abrazabas, llorabas y seguías ayudando como podías”. Sin embargo, en medio de aquella desolación, apareció la solidaridad. Numerosas personas voluntarias, movidas solo por el impulso humano, quisieron tender una mano a los paiportinos. “Si no fuese por los voluntarios, ahora estaríamos mucho peor. Fueron los primeros en llegar”, afirma Romero.

“Si no fuese por los voluntarios, ahora estaríamos mucho peor. Fueron los primeros en llegar”

Toni Romero . Vecino de Paiporta

Un voluntario de Berastegi

Uno de esos voluntarios fue Iñaki Apezetxea, vecino de Berastegi. Tras ver durante dos días las devastadoras imágenes por la televisión, decidió actuar. Cargó un colchón en la parte trasera de su vehículo y se plantó en Paiporta para ofrecer sus manos a cualquiera que las necesitase. No lo dudó. Estaba dispuesto a realizar cualquier trabajo. No fue la primera vez que ayudó de forma voluntaria, ya que durante las inundaciones que sacudieron Tolosa en 1983, también se puso a disposición de cualquiera que lo necesitase con tan solo 24 años.

Cuando Apezetxea llegó a Paiporta, vio un cartel en una ferretería que decía “se necesitan voluntarios”, y decidió entrar: “Me preguntaron en qué podía ayudar, y les dije que en cualquier cosa práctica. Me señalaron una montaña con miles de enchufes y cables y comencé a soltarlos y a limpiarlos”.

Fue después de una de las duras jornadas de trabajo cuando conoció a Toni. El paiportino y su hermana estaban en el único bar que había logrado reabrir en la localidad. “Todavía no sé cómo pudo abrir”, recuerda Romero. Aún sin luz, agua ni gas, el local estaba abierto, y ahí apareció Iñaki. El de Berastegi les preguntó si podía sentarse en su mesa y tras su visto bueno, les ofreció jamón y vino antes de comenzar una conversación que se alargó durante horas. Romero todavía se emociona al revivir aquel momento: “No sabía quién era, pero cuando me explicó de dónde y para qué venía a nuestro pueblo, se me saltaron las lágrimas. Aquel gesto me partió el alma”.

Toni Romero e Iñaki Apezetxea en su último encuentro en Paiporta

Durante aquella semana, Apezetxea asegura que ayudó con todo lo que encontró: “Arrastré barro, instalé y limpie enchufes, limpie persianas… hice todo lo que pude”. “Por la televisión me impresionaron las imágenes, pero vivir la situación en primera persona, me chocó todavía más”, recuerda. Durante su estancia en la localidad valenciana, Toni e Iñaki coincidieron varias veces. Tomaron cafés, pasearon por las calles arrasadas, y finalmente se hicieron una foto juntos. En aquel momento, Toni le dijo: “Acuérdate de mi cara, que algún día iré a buscarte”.

La promesa hecha realidad

Casi diez meses después, y solo con la ayuda de aquella foto y el nombre del pueblo, Toni echó mano de su intuición. Avisó a su familia de que había decidido ir a Berastegi a buscar a Iñaki. Llamó a un bar de la localidad y explicó su historia: “Les pedí que no me colgaran, les dije que les contaría una historia y que necesitaba su ayuda”. Dio en el clavo. La respuesta a la primera llamada fue la que buscaba. “¿Iñaki? Le conozco, coge papel y boli, te daré el número de su hijo”, le respondieron.

Durante la segunda llamada, en la que habló con el hijo de Iñaki, Toni repitió la fórmula y tampoco le colgaron. La llamada terminó de la forma que quería y desembocó en una comida familiar con 25 personas en la sociedad gastronómica: sobrinos, cuñados, nietos y amigos se reunieron para recibir a Toni y sorprender a Iñaki.

“Por la televisión me impresionaron las imágenes, pero vivir la situación en primera persona, me chocó todavía más”

Iñaki Apezetxea . Voluntario de Berastegi

Con todos sentados en la mesa, el paiportino irrumpió por sorpresa en el local e Iñaki reconoció su voz. “¡Toni de Paiporta!”, gritó, mientras se levantaba a abrazarle. Los presentes no pudieron contener las lágrimas y fue un momento cargado de emoción colectiva. Apezetxea sintió “emoción al reencontrarse con Toni: “Me parecía raro una comida de tanta gente, pero no esperaba para nada la visita de Toni. Me sorprendió y me emocionó mucho verle de nuevo”.

Nueva amistad

La jornada de reencuentro comenzó en la sociedad gastronómica del pueblo y continuó en el caserío familiar de Iñaki. “Fue una locura, todo el día fue muy especial”, afirma Toni. Lo que comenzó como un encuentro fortuito, terminó como una celebración de lo que nace cuando las tragedias son enfrentadas con humanidad. “Terminamos el día en el caserío de Iñaki, y le dije que nos seguiríamos viendo”, recuerda.

Lo que hizo especial esta historia, en cambio, no fue solo el reencuentro, sino también su fuerza en las redes sociales. Cristina, la hija de Toni, decidió subir un vídeo a TikTok que mostraba la conversación con su padre, al que dijo que sería muy difícil encontrar a Iñaki. La respuesta de Toni, “no eres consciente de con quién estás hablando”, se convirtió en un símbolo esperanzador. En tiempos marcados por imágenes de destrucción, esta historia viral retrató el poder transformador de una amistad nacida en el barro .

Hoy, Toni no tiene dudas: “La dana nos quitó muchas cosas, pero terminó dándome una amistad que vale más que todo eso”. Esa amistad permanece viva en Paiporta y ahora también en Berastegi, como prueba de que, en ocasiones, la solidaridad es más poderosa que cualquier catástrofe.