Decenas de malienses solicitantes de protección internacional duermen en la calle en Donostia
CEAR trabaja con otras entidades para dar "una acogida digna" a estos jóvenes migrantes que pernoctan en el barrio de Amara debido a la saturación de recursos
Decenas de migrantes malienses solicitantes de protección internacional duermen en la calle en Donostia a la espera de que se resuelva su situación administrativa. La mayor parte de estos jóvenes había alcanzado suelo galo pero han sido devueltos tras el endurecimiento de la política migratoria del Estado francés, cuyos efectos ya comienzan a ser palpables con el aumento de retornos a este lado de la muga.
Por cercanía con el paso fronterizo, este colectivo ha acabado recalando en la capital guipuzcoana. El goteo de casos se inició entre los meses de marzo y abril aunque a pie de calle ha comenzado a ser más visible hace unas semanas. El flujo de personas es constante. Los migrantes van variando. Se congregan en el barrio donostiarra de Amara, en torno a la oficina de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, CEAR, ubicada en la calle Amezketarrak. Es aquí donde estos jóvenes que se encuentran en riesgo de exclusión social realizan sus trámites.
Su compás de espera no pasa desapercibido para los vecinos de la zona, habituados a observar en las últimas semanas a migrantes de origen subsahariano jugando a fútbol en la plaza de las Cofradías Donostiarras, escuchando música y charlando entre ellos. Duermen en la calle, bajo los soportales donde guardan sus pertenencias.
Comportamiento "ejemplar"
Vecinos consultados por este periódico reconocen que, a pesar de la dureza de sus condiciones de vida, el comportamiento de estos chicos viene siendo "ejemplar" y no se ha registrado ningún incidente, aunque muestran su preocupación por las “condiciones higiénicas y de salubridad”, más aún en caso de que la situación de calle se prolongue en el tiempo.
El motivo de encontrarse a la intemperie, según explican a este periódico desde CEAR, se debe a que el sistema de acogida "está saturado" y ha comenzado a revelarse insuficiente para responder al incremento de flujos migratorios actuales. "Ése es uno de los grandes problemas al que nos estamos enfrentando, al que se suma la gran cantidad de gente de Mali que está migrando actualmente", reconoce la entidad, que ha mantenido diferentes reuniones con otras administraciones e instituciones para "intentar dar a estas personas una acogida más digna".
CEAR es la puerta de acceso a los solicitantes de asilo y refugio que recalan en Gipuzkoa, pero desde la entidad precisan que no son responsables de la situación en la que se encuentran estas personas migrantes, en un contexto de creciente presión migratoria.
Un total de 4.853 personas solicitaron el año pasado protección internacional en el País Vasco, de los que 1.063 lo hicieron en las oficinas de Donostia, según los datos facilitados por CEAR en Euskadi. El goteo es constante y durante los cuatro primeros meses de este año son 2.950 inmigrantes, 559 en la capital guipuzcoana, según los datos provisionales facilitados por el Ministerio del Interior. La Comunidad Autónoma Vasca se sitúa como la cuarta del Estado en número de solicitudes, solo por detrás de Madrid, Andalucía y Catalunya.
Mali se convierte en la principal nacionalidad de llegadas a Canarias
En este contexto cambiante, Mali se ha convertido desde el mes de marzo en la principal nacionalidad de llegada a Canarias, un dato importante teniendo en cuenta que el 90% de los migrantes que atraviesan el paso fronterizo de Irun proceden de esta ruta. En el conjunto del Estado es la tercera nacionalidad solicitante de asilo con un total de 10.673 peticiones, registrando un crecimiento “exponencial” del 700% con respecto a las 1.345 solicitudes presentadas en el año 2023, según refleja CEAR en el informe de 2025 sobre Las personas refugiadas en España y Europa.
"La situación en Mali ahora mismo es muy complicada: conflicto armado, crisis climática, inestabilidad política y violencia generalizada. La gente está huyendo del país", reconocen a este periódico las fuentes consultadas, que hablan del caso de Abdalay Dumia, un joven de 21 años nacido en un pequeño pueblo de la región de Kayes. Su periplo vital es una elocuente muestra de la compleja situación que atraviesa el país.
Toda la familia extensa con la que vivía este joven, padres, hermanos, tíos y primos, se dedicaba a la agricultura. En su pueblo disponían de tierras de su propiedad en las que cultivaban arroz, mijo, maíz y cacahuete. Según el testimonio recabado por CEAR, el pueblo era un lugar tranquilo, en el que gran parte de la población cultivaba sus tierras y vivía de sus cosechas o del ganado. Pero el cambio climático ha comenzado a hacer estragos. Desde hace años las lluvias son cada vez más escasas y las tierras más áridas, por lo que vivir del campo es cada vez más complejo.
Pero el cambio climático no es la única razón por la cual estas personas han acabado pidiendo protección internacional en Gipuzkoa. Según relata Abdalay, solo pudo asistir al colegio unos años, ya que, siendo él pequeño, los caminos que tenía que atravesar para llegar a la escuela se volvieron cada vez más peligrosos, dada la presencia de bandas armadas.
Con las caras tapadas y portando armas
Estos grupos extremistas comenzaron a frecuentar cada vez más su región. Asaltaban su pueblo y los de alrededor, con las caras tapadas, portando armas como cuchillos o pistolas, sembrando el terror. Abdalay relata cómo estos grupos intentan controlar el territorio, se apoderan de sus tierras o pretenden que la población trabaje para ellos. Cuando recogen los cultivos, siempre aparecen para llevarse las cosechas y su ganado. “Saquean las viviendas, asesinan, secuestran a la población y reclutan a los jóvenes. Incluso nos han prohibido celebrar algunas de nuestras festividades”, reconoce el joven.
Ante esta situación y la incertidumbre de no saber cuándo iba a convertirse en la siguiente víctima, una noche de 2024, con la ayuda de su familia, se vio obligado a huir en dirección a Mauritania. En este país sobrevivió durante cinco meses, pero ante el temor a ser devuelto a Mali, tuvo que continuar su trayecto hacia Europa. Embarcó en Nuakchot, la capital y ciudad más poblada de Mauritania. Lo hizo en patera junto a un grupo de personas, rumbo a las Islas Canarias. Así fue cómo el pasado 8 de agosto de 2024 pisó suelo español para iniciar los trámites de su solicitud de protección internacional.
"Mali es ahora mismo uno de los puntos calientes del globo y, obviamente, todo ello acaba llegando a Euskadi", reconocen desde CEAR. Gipuzkoa observa con preocupación que la mayor parte de malienses atendidos “están siendo devueltos desde Francia”, algo que viene ocurriendo con mayor frecuencia desde que los conservadores galos nombraron líder al ministro del Interior, Bruno Retailleau, un hombre conocido por sus posiciones de mano dura, y que se ha hecho fuerte endureciendo de forma considerable las condiciones de regularización de personas inmigrantes sin papeles, fijando nuevas reglas en sustitución de las que estableció su predecesor Manuel Valls, dentro de un Ejecutivo socialista.
Así, la mayor parte de los jóvenes que retornan a Gipuzkoa tras pisar suelo galo son los llamados “dublinados". Así se denomina a los migrantes que son deportados desde otros estados miembros de la Unión Europea en aplicación del Reglamento de Dublín. Este sistema se fundamenta en la idea de que cualquier Estado al que pueda retornarse a una persona es un país seguro, ya que tanto el país que solicita el retorno como al que se va a devolver a la persona "comparten unos estándares equivalentes de protección". Es, al menos, la teoría, aunque la práctica habitual de funcionamiento pone en entredicho este sistema. Principalmente, porque es habitual que los Estados rechacen hacerse cargo de las solicitudes de retorno.
Llamamiento de ACNUR
Entretanto, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha pedido a los estados que no se ordenen retornos por la fuerza a Mali. El informe de CEAR admite que durante el último año la situación ha empeorado "sensiblemente", tanto en Mali como en toda la zona del Sahel central; esto es, también en Burkina Faso y Níger, con más de 3,3 millones de personas desplazadas forzosamente debido a conflictos persistentes, agravados por los efectos devastadores de la creciente crisis climática.
No es casual que el pasado mes de abril Irungo Harrera Sarea atendiera a quince malienses que se encontraban “en el exterior del recurso de Cruz Roja. Estaban en dos tiendas de campaña, a la espera de una cita para poder realizar su solicitud de asilo. Son peticiones que responden a esta nueva situación y que, según nos tememos, van a ir en aumento a partir de ahora”, según advirtió entonces Itziar Gómez, integrante de la red ciudadana.
CEAR lo corrobora. "Están huyendo de un país que ya no es seguro. Muchos de ellos llegan a Francia, pero se encuentran con la negativa y por cercanía regresan a Donostia. El problema es que el sistema está saturado. Estas personas se quedan aquí a pernoctar, y lo único que podemos hacer pensando en una acogida digna es intentar buscarles otras plazas y hacer traslados”.
Esta entidad insiste, en todo caso, en que se trata de una tarea que “no está en nuestras manos y por eso estamos trabajando en ello con otras entidades. Estamos intentado buscar la cooperación de otros agentes e instituciones porque es una situación que afecta a muchas partes. Entendemos que cuanto antes se solucione, mejor”, subraya la entidad, que en ese sentido apunta a que “en breve habrá movimientos, aunque por el momento no podemos decir más”.
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