La vida independiente de Eugeni Alzibar
Este joven con parálisis cerebral ha logrado emanciparse tras una estancia temporal en un centro foral que le ha servido para ganar confianza. Reside desde hace dos meses en su propia vivienda de Donostia.
El joven recibe la visita de este periódico con una sonrisa de oreja a oreja. Eugeni Alzibar parece radiante, se siente feliz y lo demuestra desde el primer instante. “Para qué nos vamos a engañar, no siempre se tiene en casa una visita así”, confiesa, protocolario, mientras saluda afectuosamente. Este joven con parálisis cerebrallleva ya dos meses residiendo de modo independiente en una vivienda familiar en el barrio donostiarra de Riberas de Loiola. La felicidad que dibuja su rostro parece corresponderse con su momento vital.
“La verdad es que estoy súper a gusto”, confiesa en un arranque de sinceridad, mientras le acompañamos a una amplia sala de estar, donde tiene lugar la charla. Es aquí donde cuenta que el niño adoptado que fue, el mismo que nació en Moscú el 7 de febrero de 1997 y que llegó a Gipuzkoa con veintidós meses, se ha convertido en un joven de 28 años que tiene la sensación de haberse quitado un importante peso de encima al ir tomando poco a poco las riendas de su vida.
Según han ido pasando los años, en las charlas familiares solía plantearse la posibilidad de que en un futuro el joven ocupara plaza en una residencia. ¿Qué va a ser de mi hijo cuando yo no esté? Es uno de los grandes motivos de desvelo en madres y padres de personas con discapacidad. La preocupación por quién cuidará de sus hijos y cómo será su futuro cuando ellos falten les persigue durante toda su vida.
La madre de adopción de Eugeni falleció hace diez años, y la posibilidad de ir a una residencia era una opción viable para cuando el padre no pudiera hacerse cargo de él. Fue entonces cuando supieron que la Diputación de Gipuzkoa había puesto en marcha un proyecto que facilitaba la estancia temporal a personas con discapacidad física en una vivienda equipada con recursos domóticos. Son acompañadas por un asistente que les ayuda a avanzar en la autonomía personal, y la experiencia se convierte en algo así como un ensayo previo a dar el salto definitivo.
Una ayuda en el momento preciso
Así, este recurso se ha convertido en la mejor ayuda posible, que ha llegado en el momento más oportuno para que Alzibar ponga en práctica eso de vivir de manera independiente, que no solo. Son tres personas, dos de ellas internas, las que le ayudan por turnos en las tareas y necesidades diarias, con el apoyo financiero de la Diputación. “Era aquí o en una residencia, y la verdad es que tengo 28 años, no 80, y una vida por delante. Me veo aquí haciendo mi vida y voy a pelear por ello lo máximo posible”, confiesa con determinación.
A pesar de las dificultades en el habla, su discurso es meridianamente claro. Este joven universitario insiste en querer ser dueño de su propia vida, con las ayudas que pueda necesitar. Desde luego que inquietudes no le faltan. Estudia tercero de Antropología Social, formación que quiere completar con estudios de Psicología una vez que termine la carrera.
Alzibar nos lleva a su dormitorio, donde dispone de un ordenador adaptado. Maneja el ratón con su barbilla, y escribe en el teclado con la nariz. Admite que la discapacidad le acompañará de por vida, y como siempre ha sido así, trata de ponerle a las trabas que se presentan en el día a día la mejor de las sonrisas.
El caso es que su padre dejó de mencionar aquello de la alternativa residencial en cuanto supo que existía el programa foral, en el barrio donostiarra de Txomin-Enea, fruto de un convenio con la asociación de defensa de las personas con discapacidad Elkartu, encargada de la gestión de la vivienda. El asesoramiento y la intervención social necesaria no faltan para asegurar la viabilidad futura de un proyecto definitivo de vida.
“En realidad, durante esos cuatro meses, no estás en tu casa, y es algo que se nota porque las cosas no están a tu alcance de la misma manera que lo están en tu propia vivienda. Hay ocasiones en las que me llegaba a agobiar pidiendo ayuda por esto y por lo otro. Pero por encima de todo me quedo con la experiencia, que me ha servido de mucho: me ha servido de gran ayuda para ver cómo me manejo, y veo que me gusta”, dice este joven, muy activo en las redes sociales, donde ya ha colgado más de 700 entrevistas. También escribe canciones y edita videoclips con ayuda de un amigo, con el que se desplaza a diferentes localidades de la geografía vasca para tomar imágenes.
Las personas, más allá de la domótica
Admite que la domótica puede facilitar la vida, pero no tiene parangón con la ayuda de las personas. Así lo ha venido experimentando desde que llegó a Gipuzkoa para instalarse en Tolosa con su familia de adopción. Un apoyo que nunca le faltó tampoco cuando se mudó al barrio donostiarra de Añorga-Txiki, ni ahora, en Riberas de Loiola.
“Mi padre siempre está pendiente de mí. Me ha ayudado tanto, que incluso es él quien se ha marchado de esta casa suya para que yo pueda hacer mi vida independiente. Pero tengo que tener presente que la familia no va a estar siempre, y ahora me toca a mí aprender”.
Así, el joven va gestionando poco a poco nuevas parcelas de esa libertad. Es necesario hacerse cargo, dice, de todos los trámites que conlleva la ayuda económica que recibe por su discapacidad: organizar el calendario de vacaciones de las personas que le ayudan en casa, llamar a la gestoría y tener al día los justificantes que debe mostrar a la Diputación. “Estoy aprendiendo mucho por el camino”, asegura este joven que, pese a todo, dice no ser amigo de proclamas reivindicativas.
“En esta vida es necesario reivindicar las cosas, es cierto, pero del mismo modo también asumir responsabilidades, y tengo la sensación de que muchas veces no somos responsables. En mi caso, trato de ser lo más feliz posible con lo que tengo. No me gusta pedir cuando estoy bien, porque una vez que empiezas a pedir, te acabas acostumbrando a pedir más y más ya que siempre hay un margen de mejora. Y al final esa misma dinámica es la que te hace sentir mal”. La gratitud por lo que tiene es una de sus banderas.
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