Sólo los dos grupos electrógenos que Osakidetza renovó en 2014 para garantizar el suministro eléctrico en el Edificio Materno-Infantil del Hospital Universitario de Donostia (HUD)durante el apagón eléctrico del lunes costaron 310.000 euros sin IVA, y 347.000 si sumamos los gastos de la instalación completa. Los anteriores equipos llevaban en funcionamiento 30 años, sin grandes sobresaltos, pero ya “estaban creando problemas”.

En primer lugar porque empezaban a faltar repuestos para llevar a cabo las inspecciones y reparaciones necesarias, pero también porque sus 800 KVA de potencia eran insuficientes para las cargas eléctricas de máxima prioridad.

Los dos grupos electrógenos que alumbraron el Materno-Infantil de Donostia el lunes se renovaron en 2014 por 350.000 euros para crisis inéditas como ésta

Hablamos de la UCI, los quirófanos, la unidad de neonatos, el alumbrado de emergencia, las habitaciones especiales, los servicios estratégicos, ascensores, etcétera, que “habían crecido considerablemente” por la ampliación de las instalaciones y no podían quedarse sin plan B incluso C en ningún momento ante una eventual crisis eléctrica.

Los dos equipos automáticos que entraron en funcionamiento en el Materno-Infantil el lunes garantizan una potencia mínima de cada uno de 1.000 KVA de potencia aparente y 1.100 KVA en servicio de emergencia y pueden cubrirse mutuamente en caso de fallo de alguno de ellos. Eso es lo que se paga. La garantía de servicio ante la eventualidad. Una inversión silenciosa, pero justificada cuando suceden crisis como la del lunes.

Miden cinco metros de largo, por 2,4 de ancho y casi dos metros de altura que esconden sendos motores diésel de más de 900 KV a 1.500 r.p.m. y están equipados con depósitos de gran autonomía de combustible, gasoil en este caso, que garantizan el funcionamiento durante días si hiciera falta. 

Son máquinas con sistema de conmutación sin corte. Es decir, que entran en funcionamiento de forma automática cuando detectan una alteración del suministro eléctrico y evitan la interrupción del mismo. Además, se desconectan solos, cuando detectan que el servicio eléctrico se ha restablecido. La transición es imperceptible.

Desde el fallo de red, hasta que el consumo es alimentado por el grupo electrógeno pasan unos 10 segundos y el equipo electrógeno tiene la capacidad de seguir alimentando el consumo durante todo el tiempo que dure el fallo de red, hasta que el suministro público se normalice. Da igual que el problema sea una bajada de tensión, una subida, o el que sea.

Este es sólo un ejemplo, como otros tantos, de los mecanismos, servicios y recursos de emergencia que no se ven, pero están ahí, y entran en funcionamiento de forma coordinada y automática cuando se les requiere, minimizando daños y permitiendo que servicios esenciales sigan funcionando con relativa normalidad. Euskadi lleva 40 años invirtiendo en ello. De forma silenciosa, pero efectiva. Aunque no se vea.

El jefe de mantenimiento del hospital de Basurto, por ejemplo, aseguró ayer a una televisión local de Bilbao que los siete grupos electrógenos de los que dispone el centro hospitalario nunca habían tenido que trabajar como lo hicieron el lunes. Pero subrayó que un solo día como éste justifica su inversión.

Valoración “positiva” en Gipuzkoa

En Gipuzkoa en particular, y en Euskadi en general, hemos tenido suerte con este apagón o crisis eléctrica, ya que el suministro se había restaurado prácticamente para las 1.30 horas de la madrugada del lunes al martes, salvo excepciones que se subsanaron a primera hora de la mañana, mientras media España seguía todavía a oscuras

El balance de actuaciones e incidencias de la Diputación foral de Gipuzkoa es revelador en este sentido. En la red viaria de alta capacidad, la exigente normativa de europea de seguridad es ya de por sí una garantía para garantizar infraestructuras y servicios críticos.

Las molestas obras de adecuación de los túneles de la A-15 y sus bypass, por ejemplo, no son caprichosos: son reacondicionamientos necesarios, exigidos por ley, que permiten, precisamente, que en crisis como ésta, todo siga funcionando perfectamente: la señalética, las cámaras, los equipos de ventilación, los sistemas de evacuación, las comunicaciones, etcétera.

Sirva como botón de muestra que ni los peajes dejaron de funcionar durante el apagón, y es que la Diputación de Gipuzkoa cuenta con mecanismos de seguridad, y planes de contingencia propios para garantizar los servicios indispensables y dispone de numerosos grupos electrógenos en varios de sus edificios e infraestructuras. 

Los sistemas de cámaras y control de carreteras, por ejemplo, cuentan con grupos electrógenos de seguridad que garantizan que “el sistema siga funcionando horas, e incluso días”, afirman fuentes forales.

En la mayoría de las residencias de personas mayores también hay grupos electrógenos, y en las que no los hay, si es necesario, los bomberos pueden actuar con equipos portátiles, como sucedió ayer en la residencia de Elgoibar

Los servicios informáticos y estratégicos de la Diputación también cuentan con sistemas propios de seguridad. Además, se puso en alerta a los recursos humanos de guardia en el cuerpo de bomberos. Unos recursos que finalmente, y debido a la rapidez con la que se estabilizó el sistema, no fue necesario activar.

Hubo 50 llamadas de rescates en ascensores, dos incendios pequeños provocados por el apagón: uno en un refrigerador de una empresa, y otro en una torre de alta tensión. Pequeñas incidencias para una crisis que podía haber tensado mucho más y que llevarán también a las propias empresas industriales a revisar sus protocolos de seguridad”, según reconoció el propio consejero de Seguridad, Bingen Zupiria.

La valoración que hacen fuentes del Gobierno foral de la respuesta ofrecida es “positiva”.

Nada se deja al azar. La gestión de las emergencias en Euskadi es un sistema único y coordinado en mejora continua. Implica a todas las administraciones e instituciones y cuenta con servicios profesionales integrados con respuesta 24x 365, como son los bomberos de las tres capitales vascas y de las diputaciones forales, la Policía Vasca (Ertzaintza y Policías Locales) y los servicios de Emergencia de Osakidetza.

“Sucesos extraordinarios”

Pero todo este entramado no sería lo que es hoy sin el bagaje de años de experiencia. Existe un antes y un después. Y son las riadas de 1983, que provocaron 34 fallecidos, cinco personas desaparecidas y pérdidas millonarias. Se calculan que fueron al menos 1.100 millones de euros de pérdidas.

Este trágico resultó determinante sobre la forma de trabajo, ya que todas las administraciones, tanto públicas como privadas, concluyeron que “la única forma de abordar, con orden, los sucesos extraordinarios, era la de conjuntar previamente a todos los sistemas en los sucesos ordinarios”. Así lo recoge el dossier informativo del Sistema Vasco de Atención de Emergencias (SVAE) 

Hay que señalar también que hasta 1985 no existía tampoco ninguna norma estatal civil con rango de ley sobre protección civil y que actualmente existe un amplio marco jurídico que favorece la actuación coordinada y la aplicación de protocolos ante diferentes crisis.

Euskadi cuenta, de hecho, con siete planes de emergencia específicos activos: contra Riesgo de Inundaciones, Incendios forestales, Contaminación de la Ribera del Mar, Riesgo Sísmico, Riesgo Radiológico y Accidentes en el transporte de mercancías peligrosas por carretera y ferrocarril.

Siete planes de emergencia

Estos planes de emergencia son el nivel superior de respuesta ante situaciones de emergencia, y establecen los mecanismos de movilización y los esquema de coordinación de las distintas administraciones llamadas a intervenir.

A estos planes se van “incorporando otros específicos a medida que así se considere” (plan especial para enfermedades de alta transmisión, plan especial de emergencias aeronáuticas, etc.). Y quizá uno para apagones eléctricos a partir de ahora

Pero además, existen otras tácticas operativas y procedimientos de menor rango para responder a situaciones como la falta de abastecimiento, que podría ser una consecuencia directa de la prolongación de un apagón eléctrico como el del lunes, por ejemplo.