Con 84 años de media, la esperanza de vida de la población vasca es una de las más altas del mundo, ocupando el tercer puesto en el ranking mundial de la longevidad y solo superado por Liechtenstein (84,8) y Suiza (84,2). Dentro de cinco años, uno de cada cuatro habitantes tendrá más de 65 años, mientras que los menores de 25 años tan solo constituirán el 17% de la población. Este escenario, marcado por un claro envejecimiento demográfico, plantea importantes retos en el ámbito del cuidado y el acompañamiento.
En este contexto, cuando pensamos en Mémora, lo habitual es vincularla a los servicios funerarios. Sin embargo, desde 2016, su compromiso con la sociedad va mucho más allá de las despedidas. Aquel año nació Fundación Mémora, un espacio desde el que abordar, acompañar y transformar el proceso final de vida con una mirada más humana, sensible y activa.
“La misión de la fundación es dar soporte y mejorar la atención a las personas y familias en el final de vida, pero también a los profesionales que las atienden”, explican desde la entidad. Un enfoque que incluye el cuidado emocional, el acompañamiento en el duelo, la prevención de la soledad no deseada y la creación de entornos más empáticos para envejecer con dignidad.
“Estamos comprometidos con la vida, especialmente con una vejez de calidad y la dignidad en el proceso final de vida”
Ciudades que cuidan
Uno de los proyectos más reseñables de la fundación es Ciudades que Cuidan, una iniciativa cuyo objetivo es poner el cuidado como eje central de actuación de los municipios frente a sus ciudadanos, resaltando la atención en el final de vida y específicamente tratando de prevenir la soledad no deseada y la muerte en soledad. “En el marco de este proyecto, desde Fundación Mémora facilitamos a los ayuntamientos herramientas para realizar un diagnóstico sobre cómo se sitúa en la senda de ser considerada una ciudad que cuida”, resume Manu Lizartza, gestor de desarrollo de Fundación Mémora en Gipuzkoa.
A través de una metodología de autoevaluación que tiene en cuenta aspectos de movilidad, salud, servicios de proximidad, entre otros, los municipios pueden tener una foto de situación y analizar sus políticas y prácticas para avanzar juntos hacia una sociedad más cuidadora.
“Desde Fundación Mémora facilitamos herramientas a los ayuntamientos para prevenir la soledad no deseada”
Relaciones intergeneracionales
La atención directa a las personas mayores desarrollada por la entidad se materializa en las Aulas Mémora, talleres en residencias y centros comunitarios de Gipuzkoa y otros territorios con actividades tan diversas como la musicoterapia, la terapia asistida con animales o la risoterapia, cuyo objetivo es mejorar el estado emocional, de salud y de bienestar de sus asistentes.
“La Fundación también pone el foco en las familias y promueve una atención intergeneracional. Antes convivían en una misma casa abuelos, padres e hijos, y eso se está perdiendo”, recuerda Lizartza. Por eso, uno de los pilares de su acción es cultivar las relaciones intergeneracionales, recuperar el vínculo entre generaciones y favorecer una mirada de comunidad que incluya a todas las edades.

Acompañar el duelo
Otro de los servicios clave que ofrece la Fundación es el acompañamiento al duelo. En un momento de especial vulnerabilidad, cuentan con un programa de soporte emocional gratuito para las familias que han vivido una pérdida: atención telefónica 24h, grupos de duelo, sesiones individuales y acceso a una comunidad online (tuapoyoenred.com). “En el proceso final de la vida las personas deben estar en el centro de la asistencia que se ofrece, y es ahí donde Fundación Mémora brinda su apoyo para afrontar esta etapa lo mejor posible, con calidad y dignidad, y apoyando a las familias en el duelo”, afirma Lizartza.
“Cuidar también es cuidar al cuidador. Oxigenar, apoyar, acompañar a quienes sostienen los cuidados cada día”
Colaboración con el hospital Donostia
En colaboración con el Hospital Universitario Donostia y Biodonostia, Fundación Mémora ha promovido un estudio sobre los beneficios de la musicoterapia en unidades de cuidados paliativos. Los resultados demuestran que esta terapia mejora el bienestar emocional de los pacientes y también alivia la carga emocional de los cuidadores. “Hay que cuidar al cuidador: desde la familia hasta los profesionales sanitarios”, recuerda Lizartza. Por eso, la fundación apuesta por acciones que oxigenen y acompañen también a quienes sostienen los cuidados mediante aulas de terapia, talleres de relajación, risoterapia o terapias con animales de compañía.
Educar para cuidar
La filosofía de la fundación parte de una premisa esencial: el proceso final de la vida se aborda desde el principio. Educar, hablar de la vejez, aprender a cuidar y a dejarse cuidar forman parte de un enfoque que acompaña a lo largo de toda la vida. Como recuerda su eslogan, Fundación Mémora está “comprometida con la vida” y eso incluye promover el cuidado como un eje de actuación. Cuidar con dos sentidos: Derecho y obligación. Derecho a ser cuidados cuando lo necesitamos, pero también ser conscientes que se nuestra obligación de cuidar como personas y sociedad, también en el proceso final de vida.