El restaurante Arzak está de enhorabuena. El que es considerado como un templo de la gastronomía, celebra que hace 50 años se reconoció su buen hacer con la primera estrella Michelín, que nunca ha perdido en este medio siglo.
“La primer estrella Michelín de Arzak fue en 1974. El aita y la ama eran muy jóvenes y les hizo una ilusión tremenda”. Quien lo cuenta es Elena Arzak, que continua trabajando para que el restaurante del alto de Miracruz siga siendo uno de los embajadores más internacionales de Donostia.
Pese a la ilusión, añade, la noticia fue recibida en su casa “con cierto vértigo”. A nivel del Estado, la famosa Guía Michelín estaba dando sus primeros pasos, pese a lo que recibir este reconocimiento fue “una alegría” que se ha mantenido por medio siglo, ya que en ningún momento ha desaparecido de su currículum. “No podemos aspirar a más”, abunda Elena Arzak.
A su entender, esta estrella, y las que llegaron después, se las deben, en gran medida, a “la familia: a la familia Arzak y a las de todos los trabajadores”.
En la fiesta con la que Arzak ha celebrado la llegada de esta primera estrella, plagada de “emoción”, Elena Arzak dio las gracias a su familia, “por estar siempre ahí”, pero también a las familias de los trabajadores, “porque sin ellos Arzak no hubiese existido”.
“Hay trabajadores que han hecho historia. Algunos se han jubilado, otros ya no están; unos llevan 40 años, otros 30... Es precioso ver cómo han crecido con nosotros”, ha explicado con cariño.
Una fiesta de celebración
A la fiesta de conmemoración acudieron los y las trabajadores y trabajadoras en activo y también quienes se han ido jubilando. “Lo pasamos en grande”, reconoce la chef.
“El aita (Juan Mari Arzak) estaba tan emocionado que me hizo hablar a mí” asegura Elena Arzak, que no olvidará esa cita de homenaje que tuvo lugar en el Aquarium donostiarra.
“Las estrellas son un gran orgullo pero también una gran responsabilidad, porque representan la calidad. Soy de la opinión de que si no se mantiene cierta tensión, el ser humano se relaja. Hace falta siempre un poco de exigencia para hacer las cosas muy bien”, asegura Elena Arzak.
“Yo he crecido con esa presión, pero los aitas me han enseñado a gestionarla”, concluye.