Desde que la dana asolara Valencia, 81 personas de Cruz Roja se han desplazado desde Euskadi a las zonas afectadas, entre ellas, Ioritz Sánchez, un gernikarra de 26 años al que le impresionó “la humanidad y humildad de la gente que lo había perdido todo y estaba allí para ayudar”.

Llegó a Valencia apenas cinco días después de la dana. ¿Cuál fue su primera sensación al poner el pie allí?

Honestamente, fue como descender al infierno. El silencio de la noche, el olor y la destrucción que veías alrededor era algo superchocante, que te marca. Una vez que vuelves aquí, a la vida diaria, no olvidas ni el olor.

¿A qué olía exactamente?

El olor es bastante característico. Es un olor entre putrefacción y azufre, como humedad, muy cargado.

¿Qué es lo que más le impresionó?

Lo que más me marcó fue la gente, cómo te abrazaban, te daban la mano, las gracias, se te ponían a llorar y, cuando sabían ya desde dónde venías, la afectividad hacia ti era tal que, sin tener ellos nada, te ofrecían su apoyo para lo que hiciera falta.

Entre los afectados, ¿hubo alguno que le conmoviera especialmente?

Una mujer se nos puso a llorar en medio de Paiporta por la pérdida de un familiar. No podía más, tenía a su hijo en casa y estaba muy dolida. Esa mujer me rompió completamente.

¿Alguna imagen que se le haya quedado grabada en la retina?

Fuimos al taller de un señor mayor. Estaba destrozado, pero él seguía limpiando sin parar porque era una herencia que le habían dejado sus padres y quería tener el recuerdo que le quedaba, se aferraba a la memoria.

¿Tiró usted de escobón?

Tiramos de pala, de escobón y de fuerza bruta para cargar con muebles e incluso con un vehículo que estaba obstaculizando la intervención en uno de los garajes donde había un grupo de personas encerradas. Colaboramos con la UME para moverlo.

Sin el ejército de voluntarios, ¿cómo estarían hoy todas esas localidades?

Mucho más abandonadas, porque no es solo el daño material y humano que ha existido y existe a día de hoy. Son todas esas personas que viven solas, que tienen problemas de salud o movilidad reducida y no tienen ningún tipo de asistencia. Tuvimos que ir a sus viviendas, tomarles los datos para poder coordinarles y hacerles llegar las medicinas o los alimentos.

Algunos voluntarios decían que se les denegaba el paso a las localidades afectadas. ¿Qué le parece?

Yo no vi impedimentos, pero no hay que olvidar que ha sido una zona con un impacto muy grave, mucha tensión y destrucción, que necesita una coordinación. Nosotros nos coordinamos con voluntarios para las asistencias en el hospital de campaña en Aldaia y en los puntos de donaciones y con la UME para la limpieza y reparto de alimentos para que la ayuda llegara de forma igualitaria a todos.

Por mucha buena voluntad que se tenga, ¿se puede llegar a entorpecer la labor de los profesionales?

Ese es uno de los problemas que nace de la falta de coordinación. Es de agradecer la iniciativa de cada una de las personas, pero si no hay una organización, no vamos a poder ofrecer la ayuda tan eficiente que se necesita.

¿Adoleció de ello esta catástrofe?

Cuando fuimos el 3 de noviembre, a escasos días de la dana, nos encontramos con el pastel y al final cada uno de los cuerpos de intervención en la emergencia se organizó por su parte. Vimos autobuses de voluntarios, no sé quién sería el responsable de organizarlos para hacer esas limpiezas, pero todos y cada uno de los grupos tenían que haberse coordinado para dar esa intervención.

¿Qué asistencias realizaron en el hospital de campaña en Aldaia?

Eran heridas leves que por el tema del lodo estaban infectadas, intervenciones básicas, pero numerosas. A posteriori nos coordinamos con la parte logística para el reparto de todo tipo de necesidades de la gente que venía a solicitar ayuda. Muchos voluntarios de la zona nos ayudaron y les estaremos eternamente agradecidos.

¿Qué otras actuaciones realizaron?

La limpieza y desescombro de calles y garajes en Paiporta y la logística de distintos puntos de donaciones en las afueras de Algemesí.

Una psicóloga advirtió de las secuelas que podrían sufrir los voluntarios a su regreso. ¿Ha sido su caso?

Las dos primeras noches sí soñé con la situación, no me lo quitaba de la cabeza y el aroma me venía algunas veces, pero con el paso de los días y con bastante apoyo por parte del grupo de Cruz Roja, tanto a nivel local como autonómico, empiezas a normalizar todo lo que has visto y de cierta manera te deja de afectar como te afectó en el momento en el que llegaste allí y viste cómo estaba todo.

¿Reciben atención psicológica?

Recibimos todo tipo de asistencia, muchas veces no hace falta ni pedirla. En este caso lo primero que hicimos, una vez volvimos, fue organizarnos para poder tener entre los jefes de equipo y los equipos que fuimos una reunión para hablar de nuestra situación e incluso hacer un análisis de lo que se hizo y de lo que vimos allí.

¿Y cómo estaban los voluntarios: vinieron tocados o están bregados?

Distintas formas de rememorar aquello sí que permanecían los primeros días, pero, en términos generales, la gente estaba bastante bien.

Un mes después, ¿sigue la evolución de las poblaciones afectadas?

Nosotros estamos en contacto directo con las distintas sedes de Cruz Roja en Valencia por si en algún momento, y hablo a nivel personal también, podemos volver a echar una mano.

¿Qué les transmiten los compañeros que están allí actualmente?

Todo depende de la perspectiva de cada uno dentro de la situación, pero, en general, viéndolo desde cuando estuve yo a ahora, un mes después, ha habido mejoría y se ha notado la intervención por parte de distintas organizaciones, entre ellas, Cruz Roja, que sigue trabajando allí para cubrir las distintas necesidades de los afectados.

¿Qué enseñanza ha extraído de su experiencia en esta catástrofe a nivel personal y como voluntario?

Es un antes y un después en mi vida completamente por distintos motivos, entre ellos, porque voy a valorar muchas más cosas de mi día a día y a las personas que más quiero. No podemos olvidar a las personas que han sufrido esta emergencia climática. Tenemos que solidarizarnos con ellas y recordar que estas ganas de ayudar son las que les generan esperanza.