Zaldibia, Donostia, Ordizia. La desgracia de la DANA de Valencia y las riadas que provocó las han vivido con intensidad, dolor y angustia cientos de valencianos y valencianas residentes en Gipuzkoa y que tienen allí familiares, amigos e infinidad de recuerdos. NOTICIAS DE GIPUZKOA ha podido hablar con algunos de ellos.

Empezamos este recorrido en Zaldibia, donde viven Raquel Andrés y Santi. Ella se considera “periodista y baserritarra” desde que decidió cambiar de vida y mudarse a nuestro territorio. Ahora se dedica a cocinar paellas valencianas por encargo con productos del caserío vasco. Desde su cuenta de Instagram Valentziarrak, no han dudado en solidarizarse con su gente: “Egun gogorrak gure lurraldean. Egun gogorrak gure familiarentzat, gure lagunentzat. Baina elkartasunak bizitza ematen digu. Eskerrik asko, Zaldibia. Eskerrik asko, Goierri! Valentziako herria hemendik aterako da. Eta ez dugu ahaztuko!

Raquel es natural de la provincia de Alicante y su pareja, Santi, de Burjasot, una localidad al norte de Valencia. Ambos tienen familiares y allegados en la zona afectada por la DANA. El hermano de Raquel vive, de hecho, en uno de los municipios “olvidados” entre los muchos que han sido afectados por la riada: Beniparrell, pero como dice Raquel, “sólo ha perdido cosas materiales”.

Raquel y Santi regresaron el miércoles de Valencia. El cuerpo les pidió desplazarse allí tras conocer el desastre. Han estado ayudando en “la casa de unos amigos que han perdido todo dentro de casa”, en Catarroja. También tienen amigos en Paiporta, aunque estos “viven en piso” y no se han visto afectados. 

Su experiencia allí ha sido impactante. “Es todo un poco caos. Hemos estado desde el domingo hasta el miércoles echando una mano”, reconoce, pero en cuanto sus vecinos y vecinas de Zaldibia se enteraron de que iban a viajar al lugar de la catástrofe, enseguida les plantearon: “¿Qué tal si hacéis una recogida de material de ayuda?”.

Zalbidia valencia

Zalbidia valencia

Zaldibia respondió en la colecta. Lograron recabar dinero y abundante material que no entraba en su pequeño Dacia Stepway, lo que “nos llevó a alquilar una furgoneta en Ikaztegieta”, asegura Raquel. 

“Ver las fotos y vídeos desde la distancia es heavy, pero estar allí te entra por los cinco sentidos. El olfato, hundirte en el barro, es inenarrable”, explica Raquel: “Es tremendo, y ahí te encuentras con todo tipo de emociones, pero el pueblo valenciano somos un pueblo resiliente y saldremos adelante”, explica. Todo ello, pese a las “casas, garajes, almacenes, y mogollón de tiendas” destrozadas, aunque “el dramón principal son las vidas que se han ido y en eso hay un consenso de que esas muertes se podían haber evitado. No dieron el aviso. Desde la Delegación del Gobierno les estuvieron llamando y no hacían caso”, lamenta.

El rugby de ordizia, volcado 

Víctor Gavin es otro protagonista. Nos atiende cuatro horas antes de entrar en el hospital La Salud de Valencia para operarse del ligamento cruzado anterior que se rompió hace tres semanas en el partido de rugby entre el Ampo Ordizia y el Cisneros. Un día para olvidar aquel para este joven jugador de 21 años, pero no más doloroso que lo vivido con la DANA. 

“A mí justo me pilló en Valencia, pero tengo la suerte de que vivo en el centro de la ciudad, y la DANA ha afectado a zonas de la periferia, que están a diez minutos en coche. Para que te hagas a la idea, ese día nos acostamos y no supimos nada de lo que había pasado hasta que vimos las noticias al día siguiente”. 

Victor Gavin

Pero la realidad fue implacable. “Se fue todo a la mierda”, lamenta. La cabeza y el corazón le pedían ayudar; su madre iba a diario a ayudar a sus tíos a la localidad de Sedaví. “Yo quería ir, pero con la rodilla rota y como tenía la operación, no me dejaban. Me sentía un poco mal”, confiesa. Necesidades que van cambiado con el paso de los días: “Los primeros días, alimentos, luego ropa, ahora siendo conscientes de todo lo que puede conllevar el agua estancada, lodo, barro, etcétera, lo que hacen falta son botas de trabajo, mascarillas, EPIs; y de todo eso se encarga el club”, afirma.

“Yo quería ayudar, pero con la rodilla rota y como tenía la operación, no me dejaban. Me sentía mal”

Víctor Gavin - Jugador valenciano del Ampo Ordizia de rugby

“La idea inicial era que viajasen un par de jugadores, junto a gente de la directiva. No querían donar a una ONG, sino ir repartiendo ellos a pie de calle”. Toda la logística la ha organizado Víctor con su maltrecha rodilla. “Desde el lunes que me llamaron lo he estado moviendo yo, con mis amigos en una parroquia de Valencia, que me ha ido pasando la lista de lo que hacía falta”. 

La comitiva finalmente será mayor de la esperada. Viajaron el viernes por la tarde y han llegaron a Valencia a medianoche. Este sábado ya estaban con la manos en la pasa, “y gracias a eso vamos a poder ir a los pueblos a mover escombros con el material pesado que llevamos”. 

“Rabia e impotencia” desde el BCC

Héctor Cabello es profesor de cocina en el Basque Culinary Center (BCC). Lleva doce años afincado en Gipuzkoa y ha trabajado antes en las cocinas de establecimientos de restauración como Dolarea de Beasain o Mirador de Ulia de Donostia y ha llevado el Okendo, también en la capital guipuzcoana. Su padre “vive a un kilómetro y medio de la zona cero, pero al otro lado del cauce del Turia”, el que se han salvado de la riada en Valencia. 

“La rabia y la impotencia es un sentimiento compartido; ha sido un desastre el tema político”

Héctor Cabello - Profesor del Basque Culinary Center y chef

El resto de su familia vive en la parte de la l’Horta Nord, a unos quince kilómetros de la zona cero, sin daños. Y el propio Cabello está viviendo desde la distancia la desgracia que asola a su tierra, pero lo que “sí es verdad que el sentimiento de rabia e impotencia es compartido” por todos sus paisanos: “Estamos consternados y con mucha impotencia. Ha sido un desastre el tema político”.

“Todo el que tiene una furgoneta está tentando ayudar. Incluso el prestigioso chef José Andrés está ayudando llevando víveres”, admite. La solidaridad es desbordante, pero el problema ahora, asegura, es que "toda esa ayuda hay que organizarla” y "guardar parte del material para repartirlo más adelante”.