Este domingo arranca el otoño. Aunque para algunos supone simplemente el regreso a la rutina tras un verano lleno de actividades al aire libre y jornadas más largas, para otros, el otoño marca el inicio de una etapa de decaimiento emocional difícil de sobrellevar. En este momento del año, algunas personas empiezan a sentirse más cansadas y tristes de lo habitual, tienen pensamientos negativos y notan cómo su apetito aumenta de manera considerable.

Se junta todo: la vuelta de vacaciones, el tema de los dolores, que también repercute… En general, tenemos un nivel de autoexigencia muy elevado. La gente quiere seguir el mismo ritmo que llevaba hace un mes y la vida no te lo permite”, señala la psicóloga María Sarah Salcedo, experta en trastornos de ansiedad y depresión.

En la mayoría de los casos, estos síntomas provocados por el cambio de estación son de carácter leve. Sin embargo, cuando estos se vuelven más intensos y prolongados, podríamos estar ante lo que los especialistas denominan como trastorno afectivo estacional. Pero, ¿por qué sucede esto y cómo nos afecta?

Bajón emocional cuando llega el otoño

El trastorno afectivo estacional es algo más que estar triste. Es un tipo de depresión ligada a las estaciones que aparece durante el otoño y el invierno. Concretamente, este trastorno se define como la presencia de episodios depresivos mayores recurrentes en una época determinada del año, con remisión total posterior cuando es superada dicha estación. Se diferencia de una adaptación normal a un cambio de estación en que sus síntomas son más acusados y se prolongan en el tiempo. Según Salcedo, para poder diagnosticar este trastorno “los síntomas deben manifestarse durante al menos dos años consecutivos, coincidiendo generalmente con los meses de otoño e invierno”.

Los expertos sostienen que esta depresión se desencadena por la disminución de la luz solar, que afecta al funcionamiento del cerebro. La causa estaría relacionada con la producción de ciertas hormonas clave, entre ellas la melatonina y la serotonina, dos sustancias químicas que podrían desempeñar un papel crucial en este proceso.

La luz del día afecta a la serotonina y la melatonina. Cuando hay sol, el cerebro produce más serotonina. Los niveles elevados incrementan los sentimientos de felicidad y bienestar. Los niveles bajos pueden provocar depresión. Los días con menos horas de sol durante el otoño y el invierno reducen la producción de serotonina y elevan la de melatonina. Esto afecta a nuestro estado de ánimo, haciendo que sea más probable sufrir procesos depresivos”, explica esta psicóloga sanitaria.

Además, la vitamina D, que obtenemos principalmente del sol, es esencial para mantener un sistema inmunológico fuerte y un buen equilibrio emocional. 

Sin ella, nuestros niveles de energía bajan y el riesgo de enfermedades respiratorias y resfriados aumenta, lo que no ayuda a nuestro estado de ánimo.

¿Qué cambios podemos notar en nuestro cuerpo durante esta época? “En general, nos empezamos a sentir más cansados y tristes. Estamos más apáticos e irascibles, tenemos pensamientos más negativos, menos esperanza, problemas para concentrarnos y más sueño. También puede bajar nuestro nivel de energía, podemos sufrir cambios en el peso, perder el interés en actividades que antes nos atraían… Es como sufrir un bajón en varios niveles”, reconoce María Sarah Salcedo.

Personas propensas

¿Es normal y frecuente que aparezcan estos síntomas en esta época? Parece que sí. Aproximadamente entre el 1 y el 10% de la población sufre este trastorno, siendo más habitual entre las mujeres y las personas adultas. “Las mujeres tenemos más predisposición a padecer estos síntomas que los hombres. Esto no quiere decir que sea siempre así, pero la predisposición está ahí”, apunta Salcedo, quien añade que “a los adultos les afecta más, aunque también pueden sufrirlo los niños, sobre todo aquellos que tienen algún tipo de problema. Sin embargo, no es lo habitual”, manifiesta esta psicóloga.

¿Cuándo tenemos que preocuparnos? “Debemos estar muy atentos y tomarnos en serio los cambios emocionales, pero sabiendo que en la mayoría de los casos estos suelen ser transitorios. Lo más común es que coincidan con el inicio de la estación. En algunas ocasiones pueden alargarse en el tiempo y permanecer hasta la llegada de la primavera, aunque no es lo normal”, apunta Salcedo.

¿Hasta qué punto puede afectarnos un trastorno como este? Como en otras depresiones, los síntomas pueden ser leves, de grado intermedio o graves y afectan a la capacidad de una persona para realizar actividades cotidianas. En los casos más graves, le impiden poder continuar con su rutina. “Afecta en todo, porque se trata de una depresión. No es igual ir a trabajar o ir al gimnasio con ganas que hacerlo sin estar motivado. Uno no tiene la misma energía, está más apático y no es tan resolutivo. También afecta a la parte emocional. Muchas personas no saben cómo gestionar la situación”, expone María Sarah Salcedo.