Los peregrinos del Camino de Santiago por la costa guipuzcoana se han encontrado en las últimas semanas con unos compañeros de viaje inesperados. Al menos una decena de jóvenes presentaba irritantes picaduras de chinches a su llegada al albergue de Deba, afectados por estos pequeños insectos que se alimentan únicamente de la sangre de las personas y de los animales y cuya reacción alérgica ha provocado incluso el traslado al hospital de Mendaro de alguno de los caminantes.
Un establecimiento de Zarautz en el que pernoctaron todos los peregrinos se encontraría en el origen del problema, alojamiento que ha tenido que ser desinfectado estos días atrás, aunque ni el Ayuntamiento de Zarautz ni la oficina comarcal de Sanidad del municipio han querido ofrecer información al respecto a este periódico, pese a los constantes requerimientos.
Un voluntario del albergue de Deba fue quien denunció la situación ante las autoridades sanitarias. Según ha podido saber este periódico, el mismo día en que uno de los peregrinos sufrió las picaduras de estos insectos se tuvo conocimiento de otros siete jóvenes afectados que habían pernoctado en el mismo establecimiento. Se vieron en la obligación de desprenderse de sus mochilas, al tiempo que llevaban sus ropas a una lavandería.
Los chinches de cama (Cimex lectularius), de color marrón rojizo, no transmiten potencialmente enfermedades, como sucede con las garrapatas, pero provocan picaduras y son un auténtico calvario para los que lidian con ellos. La infección de una vivienda puede ser un infierno. Su impacto médico se debe a las reacciones alérgicas, y a las infecciones de estas por el rascado. Son de hábitos nocturnos y se esconden cerca de donde se encuentra su alimento, en este caso la sangre de los seres humanos.
De modo que acechan entre las sábanas, y durante el día se refugian en las ranuras de las mesillas de noche y en camas, somieres, jergones o fundas de los colchones. Con sus pequeñas patas, apenas pueden recorrer unos pocos metros, pero son grandes viajeros. Lo hacen en nuestras ropas, bolsos, mochilas, maletas y, de esta manera, pasan de casa en casa. Y se reproducen a gran velocidad. Una hembra puede llegar a poner hasta cinco huevos al día.
Los peregrinos, conscientes de dónde se había producido el contacto con los parásitos, pusieron los hechos en conocimiento del propietario del establecimiento, que al parecer en un principio “se desentendió” del problema, según denuncian los afectados. La voz de alerta la dio un voluntario del albergue de Deba, establecimiento al que llegaron los afectados tras cubrir 22 kilómetros en estos primeros compases del Camino de constantes subidas y bajadas.
Actuación "urgente" en el local
Durante el mes de agosto y los primeros compases de septiembre, el voluntario pudo comprobar que había un número creciente de casos, algo que puso en conocimiento de la oficina comarcal de Sanidad en Zarautz, que ha asesorado al Ayuntamiento en los pasos a dar. De hecho, se han adoptado medidas con carácter inmediato al entender que era precisa “una actuación urgente en el local”.
Entretanto, desde el albergue de Deba, molestos con la situación, han ido informando de lo sucedido a todos los alojamientos habituales del Camino a Santiago entre Gipuzkoa y Bizkaia para que extremen la precaución. Según ha podido saber este periódico, una vez localizados los propietarios del negocio, el local ya ha podido ser desinfectado.
En realidad, que una casa tenga chinches no significa que no esté limpia y bien cuidada, pero lo cierto es que las opiniones que han dejado usuarios de este establecimiento en Internet advierten de un problema que no parece casual. “Las fotos que se muestran son mentira, el lugar está en decadencia, debería estar clausurado por Sanidad. Está lleno de chinches y por lo que he visto ahora llevan años quejándose los usuarios”, señala uno de los escritos.
No es la única queja que figura en la web. “Sitio terrible. Muy mala experiencia. Evitad ir a toda costa. Fuimos 9 amigos con la idea de alojarnos allí varios días y nada más llegar vimos un ratón en una de las habitaciones (adjunto foto)”, dice otro de los usuarios. “Nos pusimos en contacto con el propietario, que nos trató con una actitud chulesca y riéndose de nosotros y la única solución que nos daba era que dejásemos la puerta abierta para que se fuera el ratón o que comprásemos trampas”.
Según explica este cliente, la mitad del grupo tuvo que buscarse otro alojamiento a última hora “porque, obviamente, no estábamos dispuestos a dormir en la habitación del ratón. Después de dejar libre la habitación por todo esto, al día siguiente ya la habían ocupado con otras personas sin tomar ninguna medida”. A todo ello añade que “la higiene y limpieza de la habitación en la que nos quedamos el resto dejaba bastante que desear”.