Contraer dengue, ser arañado por un mono, sufrir un ataque de lumbago o una infección de oídos. Aunque nadie lo programa en su viaje, enfermar o tener un accidente por el mundo es una posibilidad que se debe contemplar, independientemente del destino. “Muchas veces te la juegas en cualquier sitio.
Desatención
No hace falta estar en mitad de la selva, incluso en grandes ciudades o zonas turísticas al final te puedes ver desatendido o arruinado y le puede pasar a cualquiera”, advierte el explorador y escritor Miguel Gutiérrez. Al igual que él, los viajeros Ricardo Hernani y Ana González coinciden en la importancia de contar con un buen seguro e informarse sobre la cobertura antes de hacer las maletas.
“EEUU tiene hospitales, pero no estás cubierto”
Ricardo Hernani rehúsa pronunciarse sobre el caso del viajero donostiarra que ha permanecido ingresado casi dos meses con una pancreatitis aguda en un hospital de Tailandia, pero aprovecha para destacar, con carácter general, la importancia de “optar por un buen seguro de viaje que incluya repatriación, a poder ser en avión medicalizado, y de leer bien la letra pequeña tanto para países en desarrollo como para países singulares en el tema médico como Estados Unidos, que tiene hospitales, pero no estás cubierto”.
Estados Unidos
De hecho, recuerda el caso de una “chica montañera, competidora en una federación deportiva, que se encontró en una situación de vida o muerte en Estados Unidos y le pidieron decenas de miles de dólares para operarle. O adelantas el dinero y pruebas que puedes pagar o no te operan, y el seguro que tenía con la federación no lo cubría. Los padres tuvieron el dinero y la capacidad de moverse a determinados niveles para avalar ese dinero ante el hospital. Incluso en países avanzados el tema del seguro es básico cuando viajas”, recalca.
A modo de ejemplo, este viajero y montañero bilbaino señala que “más o menos la mitad de la gente que practica” este deporte “está federada y tiene un seguro que le cubre infinidad de casuísticas”, mientras que el resto ascienden a las cimas sin cobertura alguna. “La explicación que dan es: Ya se hará cargo Osakidetza, porque siempre vienen, no te dejan en el monte. Con los viajes es parecido. En cualquier caso que tenga riesgo de vida va a poder ir un avión medicalizado y sacarte de los sitios, que evidentemente hay que hacerlo por razones humanitarias. Es una llamada a la responsabilidad de que todos miremos bien nuestro seguro cuando viajamos”, insiste, sin hacer alusión al caso del enfermo en Tailandia.
Ricardo ha visitado 125 países y en su cuaderno de bitácora apenas hay reseñas sobre su salud. “Me he pasado media vida viajando y hasta ahora he tenido bastante suerte”, reconoce. El único contratiempo lo tuvo en la selva de Ghana. “Me arañó un mono sin querer, pero afortunadamente fue el último día del viaje. Me puse en contacto con Osakidetza y, como cogía el avión al día siguiente, iniciaron el protocolo de vacunación antirrábica al llegar a Euskadi. Es lo más cerca que he andado de un problema médico”, se congratula.
Por más precauciones que tome, Ricardo hace trekking en países “un poco extremos” y sabe a lo que se expone. “Si estás haciendo trekking en Ruanda, las montañas de Etiopía o la selva guatemalteca y te pasa algo gordo, sabes que no vas a llegar a tiempo en muchas ocasiones a un hospital, pero ya cuentas con ello, eres consciente del riesgo que corres. Lo importante es que si crees que tienes una cobertura, efectivamente la tengas”, diferencia.
África
En Guinea Bissau, cuando viajó hace diez años por trabajo, cuenta, no había ningún hospital en condiciones. “Apenas había un paritorio y dos vuelos al día. Tenía el seguro de la empresa, pero para que manden un helicóptero...”, comenta, haciendo hincapié en que “el nivel sanitario en muchos casos no tiene nada que ver con el de aquí”.
Por último, hace una advertencia si se traspasan ciertas fronteras. “Como se ha generalizado la tarjeta sanitaria europea, hay veces que la gente joven está acostumbrada a que vas a Francia, Alemania, a países de la UE, y tienes la cobertura, pero cuidado, porque vas a Marruecos o a Túnez, ahí mismo, y no tienes ninguna cobertura, mientras que en Estados Unidos la tienes, pero los costes son brutales. En cualquier caso, tienes que saber en qué condiciones juegas el partido”, concluye.
Imprudencia
Sin entrar en detalles sobre lo sucedido con el vecino donostiarra que enfermó gravemente en Bangkok, el explorador y escritor Miguel Gutiérrez considera que ha tenido “mala suerte” y que no ha cometido “ninguna imprudencia”. Según la versión de la familia, tenía seguro y el médico que le atendió antes de realizar el viaje atribuyó las molestias que sufría a “gases”, sin diagnosticarle ninguna otra patología.
A juicio del viajero e historiador gasteiztarra, cualquier ciudadano podría haberse visto inmerso en una pesadilla similar. Por ello, al margen de este caso, recomienda “mirar bien el seguro, qué cubre, cuánta cantidad de dinero y lo que valen las clínicas privadas. La gente muchas veces va a sitios con hotelazo, se creen que están perfectamente equipados, tipo República Dominicana, y luego resulta que no tienes una asistencia hospitalaria o solo hay clínicas privadas carísimas y te arruinas y la familia también”, avisa.
Rebuscando entre sus numerosos viajes y expediciones, Miguel rescata aquella vez que enfermó de dengue en Río de Janeiro. “Me puse muy mal en el hotel. Yo tenía mi seguro, pedí una ambulancia y me dijeron que de ambulancia nada y que no cubría nada. Tuve que pedir un taxi para que me llevara a un hospital y me dijo: Tú no quieres ir al público”, recuerda como si fuera ayer, aunque han llovido ya unos quince años.
Taxi
El taxista le trasladó a dos clínicas privadas, pero en ninguna le ofrecieron asistencia. “Me echaron de las dos, me dijeron que no me iban a atender, y eso que había preguntado aquí si el seguro cubría. Me quedé en la calle, en barrios complicados de Río de Janeiro, con un fiebrón impresionante. Al final me monté en el avión como pude y se me medio pasó solo”, cuenta, y se palpa la impotencia: “Me vi desatendido y Río es una gran ciudad”. Con esta mala experiencia quiere dejar constancia, además, de que la enfermedad acecha en cualquier lugar. “Cogí el dengue en un pantano en Paraty, un pueblo bastante turístico. No era una zona peligrosa, pero te pica un mosquito y es lo que hay”.
Su consejo de leer la letra pequeña de las pólizas como si a uno le fuera la vida en ello se sustenta en esta y otras vivencias. “Tu seguro pone que te va a cubrir los gastos sanitarios, pero luego te encuentras clínicas que lo ven y te dicen: Esto no, y ni te atienden. O si te atienden, el seguro te cubre hasta 6.000 euros y luego es muchísimo más. Hay gente que se ha arruinado”, asegura. A veces, añade, “es cuestión de que los seguros realmente no son tan buenos o te mandan a un médico al hotel, pero, claro, tú estás malísimo y la asistencia sanitaria se convierte en eso. A mí me enviaron a un señor con un maletín que me dijo que tenía gastroenteritis y luego tenía dengue”.
Para evitar todas estas situaciones, Miguel insta a “gastarse más en el seguro” y a “no fiarse de que te va a cubrir cualquier asistencia”. “Aconsejo mirar tu ruta, planear dónde te pueden atender y hablar con el seguro, porque muchas veces tienen centros concertados, pero les tienes que preguntar de antemano dónde están y que se aseguren bien”, propone.
Centro concertado
Miguel habla con conocimiento de causa y afirma que, incluso en Europa, uno se puede llevar sorpresas. “A mí me ha pasado estar con un lumbago increíble en Grecia y decirme el seguro: Tenemos un centro concertado, pero vete al público porque el nuestro no está en esa ciudad y acabar en unas urgencias esperando seis horas sin poderme mover. Eso, teniendo un seguro que se supone que tiene centros privados concertados. Muchas veces creemos que es la panacea y no lo es. Hay que planificar dónde te pueden llevar antes. En eso todos cometemos errores”, admite.
“En ciertos lugares sabes a lo que te expones”
Para la montañera y viajera vizcaina Ana González es “responsabilidad de cada uno”, si emprende rumbo a ciertos destinos, adoptar las medidas necesarias para cubrir los imprevistos sanitarios. “Cuando viajamos a ciertos lugares sabemos a lo que nos exponemos. Una enfermedad o un accidente nos puede ocurrir aquí o en cualquier sitio, pero tenemos que ir preparados”, considera.
No obstante, cuando todas las previsiones fallan, da por buena la opción de solicitar ayuda externa. “En situaciones especiales, donde se han intentado ya cubrir todos los seguros con los que hemos ido, si no hay posibilidad, al final somos ciudadanos de un país y se ha hecho en otras ocasiones cuando ha interesado ir a rescatar a determinados montañeros de renombre. No sería justo que fuera para unos sí y para otros no”, opina, con la repatriación del viajero donostiarra desde Tailandia a Euskadi como telón de fondo.
Respecto a las consecuencias que podrían tener este tipo de operaciones, sin entrar a valorar dicho caso, Ana teme que “si empiezan a intervenir para todo el mundo que pueda tener dificultades, a lo mejor la gente acaba viajando sin seguros, sin cubrirse las espaldas”. Todo lo expuesto, a su juicio, debe servir “para hacer una reflexión y pensar cómo hay que viajar y también para que el Gobierno dé unas pautas de cuándo se interviene y cuándo no, pero todos somos ciudadanos. Tener un nombre y un apellido no tiene que dar preferencia”, remarca.
Federación de Montaña
Si una persona precavida, dicen, vale por dos, esta viajera vale por tres o cuatro. “Yo cada vez que salgo de viaje me preocupo de registrarme en el Registro de viajeros del Ministerio de Asuntos Exteriores porque me parece que es importante que sepan que estamos fuera, en qué periodo y por qué zonas vamos a andar por cualquier cosa que pueda ocurrir. Luego yo siempre llevo el seguro de la Federación de Montaña, viajo con un seguro privado y tengo un seguro médico que también me cubre fuera”, explica.
Además, detalla, “dependiendo del destino, me preocupo de tener una mayor o menor cobertura en función de los gastos médicos que puedan derivarse del uso de hospitales en cada país. Si voy a Vietnam, ningún problema. Si voy a Canadá, me hago un muy buen seguro médico, que cuesta dinero”, avanza. Aunque los importes de los seguros, dice, “han cambiado mucho a raíz del covid”, antes podía “pagar de 50 a 70 euros por un viaje de un mes”.
COVID-19
Cuando fue a Canadá, en cambio, pagó “200 y pico euros, que ya es una cifra importante. Ahora será más. Pero es un país en el que si te haces un padrastro y tienes que ir al hospital porque se te infecta, te cobran un dineral, por lo que tienes que ir cubierto”, avisa esta montañera, que viaja con el seguro de enfermedades y accidentes y al final suma uno más otro y tiene “más cobertura”. Por si fuera poco, apunta, “pago con tarjeta de crédito porque también tiene un seguro y el seguro del hogar una vez nos pagó la vuelta a casa por un problema familiar”. Por tanto, concluye, “voy de viaje bien cubierta. Al final las consecuencias de lo que ocurra son mi responsabilidad”.
Alérgica a las picaduras de insectos, Ana ha acudido a un hospital en cada país que ha visitado. “Quitando en Corea, que tuve una infección de oídos y me cobraron, pero tan poco que ni lo tramité por el seguro, en el resto de países jamás he pagado y no son europeos, que vas con la tarjeta sanitaria. Estoy hablando de Indonesia, India, Nepal, de países tercermundistas en los que jamás me han cobrado nada”.