Alcanzar una igualdad real requiere medidas efectivas, pero también nuevas profesiones que sepan desarrollar planes para alcanzarla. En el CIFP Meka de Elgoibar se forman los únicos profesionales de Gipuzkoa de una figura, la de promotor de igualdad de género, que no para de ganar importancia en organizaciones, instituciones y empresas, y que está llamada a revolucionar el modo en el que abordamos la igualdad del futuro.

En la actualidad, en Euskadi solo existen tres centros que ofertan el Grado Superior en Promoción de Igualdad de Género, siendo el CIFP Meka de Elgoibar el único de Gipuzkoa. De él han salido hasta ahora dos promociones y otras dos se encuentran en formación. “Para muchos, el grado es una forma de empezar un currículo al que luego le siguen otro tipo de formaciones complementarias. Se trata de una figura nueva que todavía se está definiendo”, explica Ziortza Agirregomezkorta, profesora de este grado junto a Joana Uranga, Ganix Gesalaga y June Peña. 

Maren, Maddi, Itsaso, Unai, Janire y Maialen, por su parte, forman la que será la cuarta promoción del centro. Todos ellos se encuentran en el primero de los dos cursos del grado y tienen claro que una figura como esta es necesaria para alcanzar una más que deseada igualdad entre hombres y mujeres. “Es un tema de hoy en día, pero que hay que trabajar mucho. Necesitamos concienciar a todo el mundo”, apuntan.

Para ello, el ciclo se divide en tres líneas: el contenido teórico, que les permite “reflexionar sobre todo lo que tiene que ver con el género”, como los trabajos feminizados y los que no lo están, la visibilidad de las mujeres, su historia y su genealogía; el estudio de las leyes, un apartado más centrado en la Administración pública; y la intervención y sensibilización, “la favorita de los estudiantes” al permitirles generar material y ponerlo en práctica.

Para llegar a la igualdad hace falta crear referentes y animar más a la gente en determinados campos. Por ejemplo, hemos estado en los grados de industria y es un sector muy masculinizado. Solo hemos encontrado una mujer en cinco clases”, revela Unai, quien cree que los estereotipos todavía determinan muchas profesiones, incluida la de esta misma figura, en la que los hombres son minoría.

La labor de dar con la fórmula necesaria para este cambio de chip recae precisamente en estos futuros profesionales. Ellos son los encargados de desarrollar los planes de igualdad en ayuntamientos y empresas –algo a lo están obligados desde hace unos años por ley–, de establecer los protocolos de intervención ante situaciones de violencia de género, de formar a otros profesionales como profesores con respecto a la igualdad o la violencia machista, o de orientar en la mejor forma de reducir la brecha salarial.

De este modo, los promotores de la igualdad de género pueden ejercer su actividad tanto en el sector público como en el privado, aunque en este muchas veces su figura queda relegada a una consejería. “Si es una empresa muy grande es posible que tengan un técnico de igualdad de género, pero no es lo habitual. Lo normal es que se hagan intervenciones concretas a través de consejerías u otras empresas que se dedican a ello”, revela Agirregomezkorta, al tiempo que señala que en lo público esta figura todavía se está definiendo, ya que en muchas ocasiones existen otros profesionales, como las educadoras sociales, que ya están llevando a cabo su labor.

Una nueva mirada

Los ámbitos de actuación de estos futuros profesionales son, por lo tanto, casi incalculables. Hay quienes tienen claro que se dedicarán a la integración social y quienes desarrollarán su trabajo en un campo del mismo ámbito familiar como la psicología o la sexología. No obstante, todo ellos son de la opinión de que todavía faltan varios pasos por dar para poder alcanzar la igualdad.

Hemos crecido con estereotipos desde pequeños, como que por ser mujer tienes que dedicarte al cuidado de las personas o que tienes que sacar adelante la casa, mientras que ellos tiene que hacer los trabajos de fuerza, irse fuera a trabajar...”, asegura Itsaso, mientras que su compañera Maren apunta que para poder derribar estos prejuicios hay que “visibilizar y dar ejemplos que son una excepción para, así, dejen de serlo”.

No obstante, los seis alumnos tienen claro que viven en una sociedad más igualitaria que en la que lo hacían sus padres. “Tampoco tenemos que aparentar algo que no somos. Nuestros padres podían contenerse más a la hora de querer hacer algo y nosotros somos más libres o tenemos otros pensamientos”, indica Unai, a lo que Janire añade que este cambio se está dando muy poco a poco. “Tenemos que llegar a todos los campos, porque si no el cambio no va a llegar igual”, agrega.

Esta mirada fruto de una nueva generación también la aprecia su profesora, para quien la manera que tienen de relacionarse es fundamental. “Se ha superado lo de una relación de pareja a largo plazo, y el hecho de que te relaciones de otra forma y de que tengas intereses afectivos y sexuales diferentes también te abre mucho la mente para posicionarte en otros sitios que no sean lo más tradicional. En eso veo un abismo con nuestra generación. Están mucho más abiertos y eso va a traer un cambio en otros ámbitos”, apunta.

Ahora, añade el profesorado, es necesaria que esta nueva percepción llegue también a las instituciones y a las empresas, ya que, en ocasiones, resulta difícil contar con ellas para que los alumnos puedan realizar las prácticas. “A veces se genera un poco de confusión o tienes que justificar tu espacio. Existe también un máster de igualdad de género que en los ayuntamientos se suele pedir. El mercado público todavía no está bien engranado para las profesionales, así que todo el sector está en desarrollo”, comentan.