¿Un profesor desmotivado es lo peor que le puede pasar a un alumno?

Sin duda. Y, sobre todo, que sea mala persona, que también los hay.

¿Un buen profesor tiene que amar su profesión?

Por supuesto que sí, pero además tiene que ser un buen profesional. Tiene que preparar las clases, saber que la educación obligatoria no es instrucción; que una persona que está rota por dentro no está en condiciones de aprender polinomios, que primero tiene que restaurar la parte emocional, moral y de autonomía. Tiene que ser consciente de que la educación y la escuela obligatoria han cambiado. No estamos a mitad del siglo XX, cuando el problema fundamental era el analfabetismo y había que enseñar a leer y escribir.

¿Cuál es el problema ahora?

El principal problema es la salud mental y el equilibrio emocional de las personas. Estamos ante otro analfabetismo, y la escuela obligatoria debería compensar lo que no se da de manera natural. Muchas veces se escucha: no, en realidad eso que me está diciendo es un problema de las familias. ¡Pues claro, por eso van los chicos a la escuela, porque tienen problemas en la familia!

¿Qué otro analfabetismo existe ahora?

Hay un importante analfabetismo emocional, digital, social, político e ideológico.

¿Está en condiciones de aprender en la escuela un alumno que tiene miedo, se siente culpable y a la vez está enfadado?

Difícilmente. Una persona que esté constantemente en el miedo y el enfado no puede aprender, por supuesto. Pero estando constantemente en la alegría, tampoco.

¿Tampoco?

No, el exceso de alegría lo dejamos para las ferias (sonríe). La clave es elegir la emoción adecuada en el momento oportuno. Como padres y madres, pretendemos que nuestros hijos estén siempre contentos. Les compramos de todo, les sobreprotegemos, y al final acabamos cometiendo uno de los mayores errores.

¿Algunos alumnos se quiebran a las primeras de cambio?

¿Algunos? Me atrevería a decir que la gran mayoría. Están sobreestimulados, muy débiles. Nos hemos empeñado en enseñarles a triunfar, a tener éxito, y quizá ha llegado el momento de que les enseñemos a fracasar.

"Es fundamental aprender a fracasar"

¿Es importante aprender a fracasar?

Es fundamental. A tener éxito se aprende rapidito.

Defiende que el alumnado, para aprender, debe sentirse admirado. ¿Por qué?

Porque la admiración es la emoción básica del amor. El niño y la niña, lo que aprenden es una consecuencia del vínculo con un referente. Supongamos que tienes un referente en los medios de comunicación. Cuando le admiras a una determinada persona, lees y escuchas mucho sobre ella. Esa admiración conlleva, si o sí, aprendizaje. En el colegio debería ser igual. Cuando estamos en la escuela necesitamos cierta calma y desarrollar un sentido de pertenencia, de tal manera que el pensamiento nos diga que en ese lugar nos quieren y nos tratan bien.

¿Y dónde se sitúa el sistema educativo ante esa necesaria admiración?

Por el momento, ni ha llegado ni se le espera, aunque hay que señalar que no todo es tan malo. No soy pesimista, pero creo que por costumbre nos ubicamos en un lugar equivocado. Analizamos qué método utilizar en matemáticas, valoramos copiar modelos de países nórdicos, pero nos olvidamos de lo más importante: centrarnos en las personas.

¿Hay mucho margen de mejora?

En un campo de entrenamiento de yihadistas consiguen en seis meses cambios en la mente de un chico de siete años. Salvando las distancias, es un ejemplo que viene a demostrarnos la capacidad de aprendizaje que tienen los niños y niñas. Pero para ello hace falta vínculo, amor. En cambio, la escuela se sigue dejando llevar por la costumbre de mitad del siglo pasado, donde lo más importante era identificar las letras.

"El objetivo de la educación en el siglo XXI no es contestar, es preguntar. La clave está en enseñarles a preguntar, aunque no hay fórmulas mágicas para ello"

Mar Romera - Experta en inteligencia emocional

¿Hoy en día tiene sentido aprenderse lecciones de memoria como en otras épocas?

Es una pregunta típica que se acaba convirtiendo en mito. A mí me toca decir que no, pero si lo digo, al hater de turno le toca decir que lo que Mar Romera quiere es bajar el nivel de la enseñanza. Rompamos ese escenario. A la escuela de hoy en día le toca elevar el nivel cultural de sus ciudadanos para desarrollar un pensamiento crítico.

¿Cómo?

La memorización sin sentido no contribuye a ello. Está demostrado. Pero, inevitablemente, necesitamos ejercitar la memoria, ampliar nuestro vocabulario y tener un nivel cultural. Me conformaría con que los estudiantes de cuarto de la ESO supieran hacer una lectura y una escritura comprensiva, crítica e interpretativa. Hace falta hablar, escuchar, leer y escribir.

¿Todas y todos valemos para aprender?

Aprendemos de diferente manera. Todos valemos, por supuesto, pero no todas y todos valemos para lo mismo. Estoy convencida, por ejemplo, de que seguiré cantando mal, por muchos recursos que se inviertan en mí. La clave está en buscar dónde me puedo realizar, lo que Ken Robinson llama el Elemento. No todos valemos para lo mismo, pero todos tenemos nuestro espacio, nuestro tiempo, nuestro hueco. El problema del sistema educativo es meter a 30 alumnos en un aula y pretender que todos hagan lo mismo y a la vez.

¿Cómo se puede despertar la curiosidad del alumno?

El objetivo de la educación en el siglo XXI no es contestar, es preguntar. La clave está en enseñarles a preguntar, no a contestar. Pero no hay fórmulas mágicas. Si el profesor trabaja con pasión y compasión, y establece el vínculo necesario, el resto del trabajo está hecho. Pero el profesor tiene que estudiar, estar al día, preparar las clases, permitir la inclusión.

Usted defiende la necesidad de educar con tres C: capacidades, competencias y corazón. ¿En qué se basa?

Capacidades, son tus potenciales. Competencias, tus habilidades, lo que haces. Y todo es posible si hay un control emocional, el corazón. La clave del cambio del sistema no está, en todo caso, en dirigirnos siempre hacia el alumnado. Estamos hablando de una comunicación necesaria entre el colegio, la casa y la comunidad.

Repetir curso: "Un aspecto estadístico más"

Disminuir la tasa de repetición de curso se presenta como “uno de los retos a futuro del sistema educativo vasco”, según un reciente informe. ¿Sirve para algo repetir curso?

El foco no debería estar en repetir o no, sino en que ese chico o chica encuentre todas sus fortalezas y su potencial durante la etapa de educación obligatoria. La repetición de curso se ha convertido en un aspecto estadístico más, con lo cual se acaba distorsionando el punto central al que deberíamos mirar. La estadística en educación no tiene ningún sentido.

¿Qué hacer cuando el alumnado no acredita unos conocimientos mínimos?

El problema reside en que repetir curso para hacer lo mismo acaba siendo absurdo. Otra cosa sería si invertimos ese año en consolidar conocimientos, en compensar un tiempo que, por ejemplo, no se haya podido dedicar al estudio debido a una enfermedad prolongada.

¿Quedarse descolgado del curso no puede llegar a ser la puntilla para aquellos adolescentes de la ESO (12 a 16 años) que no andan, precisamente, sobrados de autoestima?

Desde mi punto de vista, la organización del alumnado en un centro no debería estar estructurada por las coordenadas de espacio y tiempo que conocemos actualmente. El alumnado debería estar mezclado por edades. No se puede seguir utilizando una escuela encajada, mecanicista y supeditada a la estadística. Una escuela definida por indicadores de logros, que en la mayor parte de las ocasiones son erróneos.

Reniega de la estadística, ¿pero acaso no es necesaria para una evaluación constante?

Sí, los programas hay que evaluarlos y conocerlos, pero no todas las actuaciones tienen por qué ser interpretables en datos estadísticos para hacer a partir de ahí generalizaciones. En educación no hay recetas elaboradas.

De modo que evaluación, sí.

Sí, pero no tanto al alumnado como al profesorado.

¿Por qué?

Voy a responder con otra pregunta. ¿Qué sucede con un chico que en un centro educativo es un fracaso absoluto, y al cambiar de centro y de profesor pasa a convertirse en un éxito? El fracaso no es del chico, es del sistema. Tenemos un sistema educativo en el que el profesorado no es evaluado. No existe carrera profesional, y todo ello tiene una repercusión. No importa tanto el nombre que le pongamos a las asignaturas, lo que de verdad educa es el referente que los chicos y chicas tienen. Es decir, los docentes. De ahí que sea fundamental que estén cuidados, evaluados, protegidos y prestigiados.