¿Ha cambiado el mapa de adicciones de Euskadi en los últimos años?

Los consumos cambian en función de los hábitos sociales, pero uno de los grandes hándicaps que tenemos es el estigma y el hecho de que se contextualice la adicción con una enfermedad puede ayudar a eliminar ese estigma. Hay una mayor exclusión y falta de entendimiento por parte de la sociedad hacia las personas con adicciones. Lo que se hace es culpabilizar a la persona, considerarla débil. De los indicadores que hemos puesto en el octavo plan, uno de los ejes es reducir el estigma, que no es nada fácil. No llamar yonqui, borracho, sino incidir en el concepto de pensar que es una enfermedad.

¿Y cómo se fomenta eso?

Es importante entender que hay una amplia gama de factores que inciden en las adicciones y que varían en las diferentes etapas vitales, y el abordaje es distinto también, incluso desde la perspectiva de género. Hay que tener en cuenta que en las adicciones hay factores que son individuales, pero también otros que son de tu contexto más cercano y otros estructurales. Y que todo eso hace que las personas puedan tener o no trastornos. En este plan hemos incluido la prevención ambiental, porque las adicciones tienen un componente fuerte de desigualdad social. No todas, pero muchas sí.

“El mayor reto a futuro es que los espacios y tiempos de ocio no sean alrededor del consumo”

¿Cuáles son las principales amenazas?

Las sustancias más consumidas son las legales. Y a nosotros en este plan nos preocupaba mucho la normalización que hay de ciertos consumos, por ejemplo, del alcohol, que todo lo celebramos con alcohol. Y luego se ha generado cierta confusión con el cannabis, con eso de que es una planta, y el cannabis terapéutico; hay cierta sensación de inocuidad, cuando hay evidencia de que produce trastornos psicóticos, falta de memoria y sobre todo cuando se consume en edades tempranas, que es cuando todavía no tenemos el cerebro completamente desarrollado y va a dejar secuelas que siguen de por vida.

Ha mencionado la desigualdad como factor de riesgo.

Así es. El nivel de estudios es un indicador bastante bueno de desigualdad social. Por ejemplo, cuando se sabe que una conducta o una sustancia son nocivas para la salud, inmediatamente el consumo en las clases altas cambia, y en las clases bajas cuesta más.

¿Por qué sucede eso?

No quiero estigmatizar a los grupos sociales más desfavorecidos, pero el vivir con miedo a llegar a fin de mes, con mucha dificultad para cubrir las necesidades básicas, te mantiene con un nivel de estrés en tu vida que es muy difícil tener conductas saludables, como una buena alimentación, hacer ejercicio físico o relacionarte bien.

“Nos preocupa mucho la normalización que hay de ciertos consumos y la sensación generalizada de inocuidad”

Hablemos de sustancias ilícitas.

Las que más se consumen son cocaína, éxtasis y anfetaminas. Pero hay un análisis interesante de aguas residuales que se hace a nivel europeo. Aquí se analizaron las aguas residuales de Bilbao y Gasteiz y lo que vieron es que en Euskadi hay un mayor consumo de anfetaminas que en otras ciudades como por ejemplo Santiago de Compostela u Oporto, donde predominaba la cocaína; y que aquí en Euskadi tenemos unos hábitos más cercanos a Bélgica y los Países Bajos. Y en estas drogas sintéticas como el éxtasis, sí se ven cambios.

¿Qué cambios?

Preocupan los cannabinoides sintéticos, que no vienen de una planta, sino que se elaboran en laboratorio. Son distintos a la marihuana. Además, otra cosa es lo que está pasando con los porros de marihuana, porque debido a las combinaciones de semillas que hacen quienes las cultivas, las plantas van aumentando la potencia de THC, el principio activo que coloca en el cannabis. Entonces, el efecto que te produce en el cerebro es mayor y también más perjudicial, de manera que un porro de hace 20 años no tiene nada que ver con los que se fuman ahora, y eso, por ejemplo, no lo sabe la población y es muy importante de saber.

"Un porro de hace 20 años no tiene nada que ver con los que se fuman ahora, que son mucho más potentes"

Los psicofármacos.

Se ha evidenciado un aumento en personas más jóvenes sobre todo, en personas en situaciones de vulnerabilidad y el género es un eje de desigualdad de primer orden en este caso. Hay un estudio de Amaia Bacigalupe de la UPV, sobre el consumo de psicofármacos, y lo que han visto es que ante el mismo diagnóstico, se prescribe más a mujeres que a hombres. Pero además, de manera general, lo que hemos hecho ha sido medicalizar los malestares cotidianos, y muchas veces los problemas sociales le damos una atención psiquiátrica o psicológica, y claro, la propia población también demandamos eso: inmediatez. Pero eso al final te genera una adicción y como toda adicción, el cuerpo genera tolerancia, y luego tienes que tomar más para tener el mismo efecto.

¿Qué datos tenemos?

De las adolescentes vascas, había un 9% de chicas que habían consumido psicofármacos con receta en el último año. Y un 5% de chicos. Y sin receta, el 4,54% y el 2,5%, respectivamente. Los chicos lo toman menos. Y de todas estas que se toman sin receta, empieza a haber una nueva moda, la mezcla de fármacos y alcohol para, en vez de buscar el efecto de estimulación, buscar una sensación de bienestar y tranquilidad.

Pasemos a hablar de las adicciones sin sustancia.

En las personas más jóvenes, el uso problemático de videojuegos, Internet y redes sociales ronda el 23% y lo que hemos obtenido en Euskadi, es comparablemente consistente con lo que han obtenido en la encuesta a nivel estatal. El 18% tiene problemas ocasionales y el 4,3% problemas frecuentes de adicción, de uso compulsivo, que no puede dejar de hacerlo. Y otro dato importante es que más de la mitad del alumnado de Secundaria hace un uso abusivo o intensivo del móvil. Intensivo sería entre 2 y 4 horas diarias y abusivo de más de 4 horas diarias para tareas que no son formativas.

“Tenemos que hacer sociedades más resilientes para frenar el consumo de psicofármacos”

¿Qué problema acarrea esto?

Por un lado, el acceso de menores a todo tipo de violencia, el porno y la violencia sexual digital que se llama: difundir imágenes íntimas, en general de chicas. Pero además está todo el tiempo que les quita para hacer otras cosas constructivas para su formación y su bienestar. Y la sociedad nos tenemos que concienciar de quitar lo que se llama el chupete digital. Antes a los bebés e la sillita se les daba el chupete para que no llorasen, y ahora es el móvil o la Tablet. Imagínate lo que estamos creando.

Incide el plan en generar entornos más saludables.

Cada vez son más los organismos internacionales que abogan por la prohibición del móvil en el ámbito escolar y con eso yo creo que algo va a pasar. Con otro tema, los espacios libres de humo, que tenemos un programa aparte de la ley, no hemos conseguido el efecto que queríamos en las y los adolescentes. La ley tuvo un efecto brutal, pero no tenemos una generación de adolescentes sin humo, que es lo que se pretende para 2030. Pero es que además la industria del tabaco es tan ladina, que está sacando dispositivos de liberación de nicotina, que hay unos que parecen un pendrive y están calando muchísimo entre las jóvenes. Incluso a los padres les parece inocuo, porque no tiene humo, pero, depende del dispositivo, tienen 50 o 70 sustancias tóxicas; y además tiene una cantidad de nicotina muchísimo mayor que los cigarrillos convencionales y la nicotina es adictiva.

Hablamos de un periodo muy sensible como es la adolescencia. ¿Cómo podemos llegar a ellos y ellas?

En el ámbito escolar hay que impulsar los programas que te ayudan a tener habilidades para la vida, a ser capaz de tomar decisiones y de tolerar la frustración. No es tanto ir a hablarles del alcohol o el cannabis, sino impulsar este tipo de intervenciones que hacen que el menor desarrolle mejor sus capacidades.

“Los grandes olvidados son las personas mayores con el alcohol y las mujeres mayores que toman psicofármacos de manera continuada”

¿Se está adelantando la edad de inicio en los consumos?

La edad de inicio no cambia tanto, suele haber fluctuaciones de décimas. Se inician antes al tabaco y al alcohol, a las ilícitas más tarde y a los psicofármacos también. Pero en realidad, en la nueva encuesta que hemos realizado, hemos agrandado el grupo de mayores, que son los más olvidados. ¿Qué pasa con todas las personas mayores, con el alcohol, y las mujeres mayores que toman psicofarmacos de manera continuada?

¿A futuro qué le preocupa y en qué es más optimista?

En clave optimista, me quedo con la situación no empeora, sino que está mejorando. Y lo que más me preocupa en estos momentos, es que socialmente no avancemos para que podamos vivir con mayor bienestar y no tengamos que depender de sustancias de las que terminas siendo esclavo; también me preocupa el tema de los psicofármacos: tenemos que hacer sociedades más resilientes; y el tema de los móviles también, porque si no ponemos medidas y hacemos un gran esfuerzo para intentar hacer un uso adecuado, lo vamos a pagar. Y por último, creo que el mayor reto es que los espacios y tiempos de ocio no sean alrededor del consumo.

Alcohol y psicofármacos

La venta de alcohol sigue aumentando y muestra en 2020 la mayor cifra de ventas de litros por habitante de la serie, 28,4 litros. El alcohol concentra el 58% de las urgencias hospitalarias relacionadas con el consumo de sustancias adictivas, seguido de la cocaína; mientras que en el caso de las mujeres, el 63% de los casos se originan por consumo de benzodiacepinas.

En 2020, un total de 68 personas fallecieron por una reacción aguda al consumo de sustancias, de las cuales el 75% fueron hombres. Y las sustancias más detectadas en las personas fallecidas fueron nordiazepam y antidepresivos.