Son episodios violentos que siguen inoculando miedo e intimidación. En lo que va de año, entre los meses de enero y julio, en Euskadi se han registrado un total de 46 incidentes de odio dirigidos al colectivo LGTBIQ+, y figuran entre las víctimas tres menores trans, cuatro parejas homosexuales y un varón que sufrió una agresión sexual.

Mes y medio después de la celebración del Día Internacional del Orgullo, una edición con especial carga política ante el temor al paulatino avance de la extrema derecha, los datos recabados por la Ertzaintza reflejan un goteo constante de incidentes motivados por la identidad o la orientación sexual de las víctimas.

Tomando como referencia los 96 incidentes registrados en 2022, el informe recoge en sus conclusiones que “al término de 2023 posiblemente no se alcance" esa cifra. Entre otras razones, gracias a la creciente sensibilidad social. "El hecho de que aumenten las denuncias tiene una lectura positiva en la medida en que existe un mayor conocimiento de los derechos y la gente ya no se calla”, señala a este periódico Iñaki Viñuela, formador en diversidad y presidente de la Asociación Iniciativa Diversa, Red de Personal de Emergencias LGTBIQ+.

Una lectura positiva, ante un camino de larguísimo recorrido. De hecho, el medio centenar de casos registrados en lo que va de año no es más que un esbozo de una realidad de raíces mucho más profundas si se tiene en cuenta que el informe recoge solo los incidentes que se denuncian, y diferentes estudios estiman al respecto que solo lo hace el 20% del colectivo. Un porcentaje casi residual teniendo en cuenta que tres de cada diez integrantes dicen sufrir algún tipo de acoso, como vuelve a demostrarse este verano.

Goteo de casos este verano

Uno de los últimos municipios en alzar su voz ha sido Talavera de la Reina (Toledo), donde han saltado las alarmas por un posible rebrote de agresiones neonazis en la ciudad tras el ataque homófobo que se produjo en una conocida discoteca del municipio, a la que ha sumado una nueva agresión cometida durante el último fin de semana de julio.

En Euskadi el verano también arrancó de la peor de las maneras para un joven que tuvo que ser ingresado en el hospital tras un ataque durante las fiestas del barrio vizcaino de Gallarta. Los hechos se produjeron en la madrugada del 10 al 11 de junio, domingo, sobre las 6 de la mañana. La pareja, dos hombres menores de 30 años que caminaban de la mano, se disponía a abandonar el recinto cuando comenzaron los insultos.

Tras ser increpados a gritos, cada uno de ellos recibió un fuerte puñetazo. Según testigos presenciales, la peor parte se la llevó uno de los jóvenes que perdió el equilibrio y se golpeó la cabeza contra el suelo. El Departamento de Seguridad informó de la apertura de diligencias de investigación.

Gipuzkoa también ha sido escenario de estos episodios violentos. Un mes antes de la agresión en Bizkaia tuvo lugar un ataque similar en Villabona. Ocurrió el 14 de mayo cuando un matrimonio gay resultó herido en el contexto de una agresión homófoba y racista al grito de “¡maricones de mierda, extranjeros; largaos de aquí”. El Juzgado de Tolosa dictó una orden de alejamiento sobre sus víctimas a dos de los presuntos agresores.

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Concentración multitudinaria tras la agresión homófoba y racista de Villabona Arnaitz Rubio

Con esta secuencia de hechos como triste telón de fondo, Viñuela lamenta que parte de la sociedad siga cuestionando los derechos de personas inmigrantes y homosexuales, los principales colectivos diana de los delitos de odio. “Mucha gente, aun teniendo referentes cercanos de estas realidades, se plantea qué necesidades tienen que no tenga el resto. No se empatiza”, resume el activista. “Estamos hablando de derechos humanos de personas que a lo largo de la historia han llegado a ser consideras enfermas por diferentes estamentos”, advierte.

Hostilidad hacia el diferente

El Informe de Incidentes de Odio de Euskadi 2022 – cuya motivación del autor consiste en el rechazo u hostilidad hacia el que considera diferente- revela en su conjunto un crecimiento exponencial de infracciones. El estudio no analiza casos concretos. Sirve más bien como instrumento global que permite advertir hacia dónde camina la sociedad en este terreno. En su conjunto, los delitos de odio ya habían aumentado un 15% en 2021 pero la curva ascendente continúa imparable, al pasar de 277 casos a 435 incidentes en 2022. Un 57% más en el curso de los últimos doce meses.

A pesar de ello, la perspectiva temporal que ofrece el documento, de 140 páginas, permite advertir que Euskadi supera por primera vez los 400 incidentes en un año. Incidentes, que no delitos, porque a la policía no le toca tipificar, pero sí orientar un atestado. Algo más de la mitad del total de los incidentes son de motivación racista o xenófoba y en segundo lugar -en torno a un 18,6% de casos- se sitúan los delitos de odio relacionados con la identidad u orientación sexual.

El jurista y catedrático de Derecho Penal en la Universidad del País Vasco, Jon-Mirena Landa, entiende que “ha empezado a aflorar lo que llamaría la violencia de eliminación. Matar o lesionar gravísimamente a una persona por ser homosexual o inmigrante es un núcleo duro del delito de odio. Esta violencia está en la base del nacimiento de los delitos de odio”, indicaba el experto en una entrevista concedida a este periódico tras el linchamiento hace dos años en A Coruña del joven Samuel Luiz, que murió al grito de “maricón”. Miles de personas tomaron las calles tras el asesinato para mostrar su repulsa por los hechos. “Todo es serio, pero la violencia de eliminación es el núcleo duro. Hemos pasado de discutir de las palabras a los tristes hechos, y la homofobia está claramente en la diana”, señalaba entonces el catedrático, mencionando la experiencia de las palizas de neonazis en el ámbito europeo o los asesinatos “a mansalva” en Estados Unidos a personas negras.

Viñuela se pregunta si “el exceso de publicidad” de algunas de las medidas legislativas no puede acabar teniendo un efecto contraproducente precisamente para el colectivo destinatario, el más vulnerable. “Se habla constantemente de regular, haciendo diferencias por sesgo, y al final todo ello se convierte en un exceso de información manipulada”, sostiene.

Pone como ejemplo todo el ruido de fondo que supuso la aprobación en el Congreso de la Ley Trans y de garantía de los derechos LGTBI. Aboga por un debate de ideas más calmado para evitar “noches de cristales rotos”, en alusión a uno de los capítulos más impactantes de la preguerra nazi en Alemania, cuando más más de 1.400 sinagogas e instituciones judías fueron saqueadas y destruidas por los nazis.