De no existir el programa, se verían abocados a un futuro incierto. Vienen de situaciones de desprotección y presentan diferentes tipos de necesidades especiales, por diversos problemas de salud o de conducta. En otros casos son grupos de hermanos que buscan el calor de un hogar, chavales que, en la medida en que van cumpliendo años, se las ven y se las desean para encontrar una familia. La respuesta a esta serie de necesidades tan particulares viene en Gipuzkoa de la mano de la acogida especializada, una modalidad que, desde que inició su andadura hace quince años, ha favorecido a un total 108 menores, según los datos facilitados a este periódico por el Departamento de Cuidados y Políticas Sociales de la Diputación.

Actualmente hay en Gipuzkoa 353 menores en hogares de acogida, 23 de ellos en 22 familias especializadas. Se trata de una cifra que se mantiene estable en los últimos años, y no porque no aumenten las necesidades. “Es evidente que con más familias disponibles, habría más niños en acogida”, asegura Nekane Zabaleta, técnico del Departamento de Cuidados y Políticas Sociales de la Diputación. De hecho, en torno a 70 menores están a la espera de una acogida especializada. Otra veintena aguarda una familia voluntaria. Un paréntesis en sus vidas que suele prolongarse hasta dos años, y que aumenta conforme lo hace la edad de los chavales.

Siguen haciendo falta manos. La Diputación ha aprobado esta semana el expediente de contratación del Servicio de Apoyo Técnico para captar y formar a familias de acogimiento especializado de menores en situaciones de desprotección. “Tratamos de compaginar el voluntariado con la ayuda más cualificada, pero lo cierto es que hay perfiles de niños con trastornos de conducta importantes que encuentran en la acogida especializada una opción de vida que de otro modo no la tendrían”, asegura Zabaleta.

Solo por ese motivo merece la pena la apuesta, dice la experta, a pesar de que no sea un programa sencillo de gestionar por las propias circunstancias de vida de las personas usuarias. El nuevo contrato aprobado esta semana tendrá una duración máxima de dos años y el presupuesto asciende a 4,2 millones de euros.

Experiencia piloto

La Diputación busca llegar a 35 familias de acogimiento especializado, con un crecimiento estimado del 59% en dos años. “Si consiguiéramos más, bienvenido sea, porque cuantas más familias haya disponibles mayor será el número de posibilidades de darles la salida que necesitan”, remarca la técnico del Departamento de Cuidados y Políticas Sociales de la Diputación.

Todo comenzó hace quince años, con aquella experiencia piloto que guardaba cierta similitud con el trabajo que se venía realizando en países como Canadá y Francia, aunque Gipuzkoa supo encontrar su propio modelo. “Veíamos que teníamos chavales con una serie de necesidades específicas que requerían algo más que una familia. Comenzó a funcionar entonces el programa, y transcurrido este tiempo vemos que es muy necesario”, recalca Zabaleta, en alusión a un modelo de trabajo que comienza a replicarse en todo el Estado.

Son varias las comunidades autónomas -Catalunya, Madrid, Navarra- y territorios como Araba los que se han interesado en los dos últimos años por conocer más acerca el programa alumbrado en un territorio con un sistema de protección consolidado, con 34 años de andadura, que impulsó la modalidad de acogimiento familiar especializado en 2008, junto a la cooperativa de iniciativa social Agintzari.

La Diputación ha mantenido diferentes encuentros y reuniones para la trasferencia de buenas prácticas, ayudando en la implantación de esta modalidad en más territorios, lo que está suponiendo una tabla de salvación para muchos de estos chavales.

Por poner un ejemplo, hay menores en situación de desprotección que ya van dejando de ser niños. Camino de la adolescencia, continúan sin encontrar la oportunidad de vivir junto a una familia voluntaria. En la medida en que pasa el tiempo, es como si escaparan del imaginario de acogida. “Encontrar una familia para un chaval de entre diez y quince años suele ser muy complicado. Por lo general, tienen en mente el niño pequeñito pero la realidad es que la mayor parte de los chavales que esperan son más mayores”, constata Zabaleta.

En la medida de lo posible, se suele intentar que convivan con familias voluntarias, aunque no siempre es factible, por lo que siempre “queda abierta la puerta de necesidades especiales”, que requieren de las familias interesadas un perfil diferenciado. Es necesario que, al menos, un miembro de la familia disponga de cualificación, experiencia y formación específica en el área social o sanitario para que puedan desarrollar un plan de intervención y atención con los menores. “Hacen falta unos conocimientos especiales para poder trabajar con estos chavales. Ser una persona acogedora, en general, requiere de una sensibilidad, pero el trabajo que se hace en la acogida especializada es un paso más, un trabajo técnico, puesto que hay que ayudarles a superar los traumas y dificultades de sus vidas para poder seguir adelante”, explica la técnico del departamento.