Fernando Prado Ayuso reconoce que cuando el Papa le asignó su nueva misión, no tenía "ninguna razón más allá de mi propia comodidad para decir que no". El prelado repasa algunas cuestiones de actualidad en una entrevista concedida a este periódico tras cumplirse los cien primeros días de su relevo a José Ignacio Munilla al frente de la diócesis donostiarra.

¿Ya ha comenzado a callejear, como se ha propuesto?

Sí, desde el primer día. Antes de marchar a Madrid estuve residiendo durante casi cinco años en el barrio de Gros, y siempre he mantenido mucho contacto con la vida de la gente.

¿Es un hombre cercano?

Creo que así tiene que ser la vida de un pastor. De hecho, era precisamente eso lo que más me atraía cuando quise ser sacerdote. Aunque tengo mi punto de timidez, me gustar estar con la gente. El propio Papa me lo dijo: tú callejea, callejea, que es lo bueno del pastor.

¿Y la gente qué le dice por la calle?

Está contenta y expectante ante la llegada de un nuevo obispo relativamente joven, aunque con 53 años ya no lo sea. A la gente le gusta estrenar obispo.

Hace unos días decía, no se sabe bien si con cierta ironía, que les iba a defraudar.

(Sonríe) Es que son tan altas las expectativas que es fácil hacerlo. No soy Dios. Soy humano y me equivocaré mil veces, de ahí esas palabras que empleé con cierta ironía. La expectativa hay que situarla en la realidad. Soy una persona normal a la que han nombrado obispo sin pretenderlo. Me dieron el cargo y lo acepté con cierta sensación de vértigo, aunque animado porque Dios me acompaña y veo que la gente está por la labor de colaborar. Percibo disponibilidad.

Un conocido cura, ya jubilado, decía hace un año a este periódico que “menudo marrón” le esperaba al obispo que llegara en sustitución de Munilla. ¿Qué se ha encontrado?

(Sonríe) Las responsabilidades siempre dan cierto vértigo, pero lo que me he encontrado no es para tanto. Un compañero claretiano ya fallecido, Pedro Casaldáliga, solía decir que los muertos no tienen fiebre. En la vida hay conflictos, tensiones y maneras diferentes de entender las cosas, algo que ocurre también en la Diócesis. Pero por encima de todo a los cristianos de Gipuzkoa hay algo que nos modula respecto a la polarización que se percibe en la sociedad, y es el Evangelio que queremos vivir. Una fraternidad que va más allá de la mera solidaridad.

De modo que no se encuentra ante ningún “marrón”.

No. Estoy afrontando un desafío con ilusión misionera y pensando en que caminaremos hacia adelante gracias a la colaboración comprometida de todos. Me estoy encontrando, en general, con una respuesta muy positiva de la gente. En la Marcha a Aranzazu pudimos ver a miles de personas; la catedral del Buen Pastor también se llena con las celebraciones del obispo. Noto la alegría de la gente que mira al futuro con esperanza.

Voto de obediencia

¿Le costó aceptar el cargo?

Sí y no. En realidad, estaba muy tranquilo con mi anterior tarea, pero los religiosos tenemos un voto de obediencia. Hay que estar disponible para la misión, para la Iglesia. Cuando llega una encomienda de este tipo siempre surgen dudas sobre la capacidad de llevarla a cabo. Uno está muy cómodo donde está. Son miedos humanos que afloran. Pero se lo dije al Papa: No tengo una razón evangélica para decirte que no.

¿Se vio obligado a dar el paso?

Es que la propuesta no es si quieres ser obispo o no. El Papa te nombra, y yo no tenía ninguna razón más allá de mi propia comodidad para decir que no. Lo asumí como una etapa más misionera en mi vida. Cualquier encomienda en la Iglesia es un desafío.

Con respecto a esas expectativas depositadas en usted, ha señalado que en realidad no hay que esperar grandes cambios, que todos ustedes son “tradicionales”. Explíquese.

Sí, es así. Vivimos de una tradición que hemos recibido. La Iglesia es un buque inmenso, y hacerlo girar no es tarea sencilla. Hay que ver, en primer lugar, si tiene que girar, algo que forma parte de un discernimiento que vamos haciendo todos juntos. Cambiamos en la medida en que, dialogando con los nuevos tiempos, somos capaces de traer esa tradición y hacerla cultura, actualizándola.

Al Papa le está costando mucho girar ese buque.

Sí, claro. Es un buque que tiene el peso de 2.000 años de tradición. El Papa se ha propuesto actualizar el Evangelio a los tiempos que nos tocan vivir, y ante las reformas siempre hay resistencias, porque todos estamos muy tranquilos donde estamos. El Papa ha venido a hacernos lío, él mismo lo ha dicho así. Nosotros, ante ese desafío que nos propone, tenemos que ubicarnos bien. Adaptar esa tradición a las condiciones cambiantes de los tiempos, como decía el Concilio Vaticano II.

¿Y qué va hacer usted en ese sentido como máximo responsable de la Iglesia en Gipuzkoa?

Me toca escuchar, comprobar si se trata de signos de los nuevos tiempos o cantos de sirena. No es una labor fácil. No se puede esperar que el obispo haga grandes cosas en cien días. Es una labor de onda larga.

¿El rol de la mujer en la Iglesia no es anacrónico?

La sensibilidad social en esta cuestión es, evidentemente, un signo de los nuevos tiempos. Y en la Iglesia hemos ido, quizá, un poco a rebufo. Nuestras parroquias viven y sobreviven gracias a la labor de las mujeres en todos los ámbitos, y precisamente he querido introducir una dinámica nueva en el equipo de gobierno de la Diócesis, con una mayor sensibilidad femenina y laical.

Por cierto, ¿cómo están las cuentas de la Diócesis?

Bien, están bien. No tenemos muchos recursos. Tenemos lo que necesitamos para seguir haciendo nuestra misión. No tener muchos medios fomenta la creatividad. La pobreza nos hace mejores.

Por una Iglesia al servicio de los pobres. No a una Iglesia turística-hotelera”. ¿Qué opina de las acusaciones dirigidas a la gestión de Munilla, a quien feligreses le llegaron a tildar de “tiburón financiero”?

Creo que no se han enfocado bien las cosas. Desde la propia Iglesia no hemos sido suficientemente buenos a la hora de comunicar las cosas que se han hecho, algo que se puede hacer extensible al terreno de la gestión y de las finanzas. En tiempos de monseñor Munilla se hicieron algunas gestiones necesarias para mantener el funcionamiento de la Diócesis. Nuestros servicios tienen deudas y dificultades para salir adelante y cierto patrimonio que no estaba bien gestionado se ha gestionado mejor.

¿Y de dónde surgen esas críticas sobre supuestas prácticas especulativas?

Había edificios que ya no eran funcionales y hemos tenido que hacer una operación para rentabilizar las cosas. No se ha vendido el patrimonio sino que se ha alquilado, y con ello estamos financiando el mantenimiento de los servicios de evangelización y atención a los pobres. No hay ninguna especulación. Son edificios cedidos en alquiler que nos rentan algo para tapar agujeros. Creo que no hemos sabido comunicar bien las cosas, y tenemos ahí un pequeño desafío.

¿A qué se refiere?

A que tenemos un desafío en la transparencia, y me voy a empeñar en que seamos muy transparentes porque la Iglesia de Gipuzkoa no tiene nada que ocultar sino todo lo contrario. Se tiene que ver todo lo que tenemos.  

"Ni sacerdotes pederastas, ni obispos encubridores"

¿La Iglesia de Gipuzkoa ha sido suficientemente contundente en su rechazo a los abusos sexuales?

Considero que sí. Lo digo por activa y por pasiva. Tenemos que reconocer el problema y poner en el centro a las víctimas, ayudarlas. Tenemos que pedir perdón, algo que por sí solo no es suficiente. Hay que hacer cosas para que no vuelva a ocurrir, porque estamos ante algo gravísimo, y un solo caso ya es demasiado.

Se ha mostrado crítico estos días con la “foto fija” que vincula a la Iglesia con la pederastia.

Sí, porque dirigir el foco de los abusos sexuales solamente hacia la Iglesia es desviar el problema. Sin quitar una pizca de gravedad a lo que ha sucedido en la propia Iglesia, en Gipuzkoa se están abriendo tres oficinas de atención durante las 24 horas para casos de agresión sexual. No quiero hacer comparaciones, pero en la Iglesia solo tenemos seis denuncias en los últimos cincuenta años. Estamos hablando de un problema social, e insisto en que poner el foco en la Iglesia es desviar el problema.

¿Pero venir a decir que la sociedad está peor que la Iglesia con respecto a los abusos no es instalarse poco menos que en el discurso del “y tú más” de los políticos?

No, no es el “y tú más”. Es que los datos son escandalosos. El problema social es gravísimo, y no hay mas que ver que sea necesario abrir en una provincia tres oficinas de atención durante 24 horas todos los días de la semana. El problema social es gravísimo, y focalizar este tema en la Iglesia es desviar la atención. Defiendo a las víctimas. Este obispo está mil por mil con las víctimas. Nadie me va a poder acusar de lo contrario, porque todo el mundo sabe que recibo a muchas víctimas, de la Iglesia de fuera de la Iglesia. Pero tengo que defender también a la Iglesia de esa imagen fija de la pederastia que cae sobre ella como una losa totalmente injusta. En la Iglesia hay personas que han actuado muy mal, pero otras muchas no se merecen esa imagen, porque se están haciendo muchas cosas para que esto no se repita nunca más.

Pues sí que está molesto.

Si, porque tengo que defender a mi pueblo, al pueblo de Dios. Tengo que defender a todos. Estamos haciendo una inversión muy grande en personas y recursos, con formación y protocolos para detectar casos de manera que no vuelvan a repetirse. Ojalá otras instituciones y otros grupos hicieran lo mismo. Ese foco se está convirtiendo en cierto señalamiento, y eso a la larga no es bueno. Ni los sacerdotes son pederastas ni los obispos somos encubridores. No es verdad. Es injusto, y como se está creando esa gran injusticia, tengo que defender al pueblo de Dios.

¿No tiene la sensación de que una parte de la sociedad no le va a entender?

Evidente. Hay muchas personas que están muy distantes de la vida de la Iglesia, y me pregunto dónde está la sociedad porque los delitos prescriben al cabo de los años y al final no se hace cargo de los problemas. Si es una realidad que puede aflorar a los 30 o 40 años, habrá que aprobar una ley para que no haya casos que prescriban. Que la Fiscalía investigue y haga lo que tenga que hacer. Nosotros animamos a todas las víctimas a que acudan a la Fiscalía.