La periodista Clara Jiménez tiene claro que el periodismo debe ser honesto y basado en datos y hechos contrastados. Este periódico habla con la CEO de Maldita.es, una web que se encarga de verificar noticias y desmentir desinformaciones y bulos, antes de su participación en el congreso Etorkizuna Eraikiz, este viernes a las 18.00 horas en Tabakalera.

¿Qué es Maldita.es?

Maldita.es es una organización sin ánimo de lucro que ayuda a la ciudadanía a identificar la desinformación, para que no se la cuelen, a través de tecnología, de educación, de periodismo y de datos y hechos contrastados.

¿En qué contexto surge este proyecto?

En realidad, Maldita es un proyecto que se va tejiendo a lo largo de muchos años. En el año 2014, Julio Montes, que es el director de Maldita y cofundador, y yo creamos Maldita Hemeroteca, cuya pretensión es señalar que todos podemos cambiar de opinión pero, cuando eres un cargo electo y has prometido una cosa y luego haces otra, eso se le tiene que explicar a los electores. Maldita Hemeroteca es una cuenta de Twitter, que hacemos de manera anónima, que empieza a tener muchos seguidores. En algún momento, salimos de ese anonimato y nos convertimos en una sección transversal dentro de la cadena en la que trabajábamos entonces, en La Sexta. En un momento dado, nos damos cuenta de que, si queremos soñar en grande y realmente queremos hacer un proyecto periodístico en torno al periodismo de datos, necesitamos dejar nuestros trabajos y creernos esta historia de verdad. Así que, hace cinco años, dejamos los trabajos que nos daban de comer, saltamos a la piscina y resultó que estaba llena. Ahora somos una organización con más 40 trabajadores, intentado trabajar en ese ámbito del periodismo, pero también en la lucha contra la desinformación.

Una de las bases de la labor del periodista es verificar y contrastar la información. ¿Se sigue haciendo, o se han relajado los medios en este aspecto?

Nosotros, siempre que hablamos de verificación de datos y hechos y de la labor de los verificadores, hay gente que sale y dice pero es que eso es el periodismo de toda la vida; sí y no. Evidentemente, los periodistas tienen que contrastar la información que comunican, a poder ser con más de dos fuentes independientes. Pero es verdad que hay una parte de la profesión que no necesariamente lo hace. Eso no es porque haya necesariamente malos periodistas, sino porque las circunstancias en las que trabajamos a día de hoy, en el mundo digital; con lo rápido que hay que ir, con la cantidad que hay que producir, a veces hace que tengamos que relajar los estándares de una profesión que creo que todo el que se llama a sí mismo periodista procura respetar. Por otro lado, la labor de los verificadores va más allá; no solo es contrastar las noticias o lo que vemos en los medios. Nosotros, muchas veces, lo que estamos contrastando son desinformaciones que circulan en los móviles de la gente o en las redes sociales, que no tienen estatus de noticia y que puede que los medios no estén cubriendo, pero que están afectando al discurso público y político.

Ha hablado de los cambios en las condicionales laborales en la era digital, dirigida a la inmediatez. ¿Ha bajado esto la calidad del contenido?

Sin lugar a dudas y creo que hay muchas cosas que influyen en este cambio de paradigma. Por un lado, tenemos que tener en cuenta que en las redacciones, después de la crisis del 2008 tienen a menos personas, más jóvenes, con menos experiencia y menos formación, haciendo muchas más noticias de las que se hacían antes, cuando lo que tenías que llenar era un periódico o una hora de informativos radiofónico o de televisión. Por otro lado, ahora consumimos mucho más en digital, a través de redes sociales; eso también tiene una influencia en el mercado de los medios de comunicación. El pastel de la publicidad digital es mucho más pequeño que en los medios tradicionales y hay que hay que luchar por los recursos. Ese tipo de inmediatez, titulares mas sexys, cosas que atraigan más a las audiencias, no necesariamente es compatible con los mejores estándares periodísticos. O no siempre lo es. 

En los últimos tiempos han cobrado relevancia las ‘fake news’, especialmente en el entorno digital. ¿Es un fenómeno nuevo?

Yo nunca hablo de fake news; hablo de desinformación o bulos y lo hago por tres razones básicas. La primera es la recomendación de todos los expertos en este campo; el término fake news o noticia falsa se ha convertido en un arma arrojadiza que utilizan los políticos contra el periodismo que no les gusta. La segunda, porque cuando hablamos de noticias falsas, nos imaginamos algo que tiene aspecto de noticia; un titular, una foto… El problema es que eso deja fuera una parte muy importante de la desinformación a la que nos enfrentamos; que son memes, que son vídeos descontextualizados, que son cadenas de WhatsApp. Es un universo mucho más amplio, que se define mejor como bulo o desinformación. Y la tercera, y esta es más de Maldita, pero creo que también es importante, tiene que ver con esa idea de que en la batallas, tú no le regalas armas al enemigo. No quiero que la gente pueda hablar de noticia para decir que es falsa; las noticias son verdaderas y, si no, no son noticias. Igual que no hablo de medios de comunicación cuando en realidad son webs que se dedican a desinformar. La desinformación ha existido siempre, evidentemente; lo que pasa es que antes desinformaba quien tenía poder para hacerlo: los gobiernos, la Iglesia, las grandes élites económicas, los grandes conglomerados de comunicación. Ahora, se ha democratizado la información, pero también se ha democratizado la desinformación. Es muy fácil tener algo que tiene aspecto de medio de comunicación, lanzarlo al mercado y empezar a publicar mentiras y que la gente, a veces, no sea capaz de identificarlo.

¿Hay temas específicos sobre los que gira la desinformación hoy en día?

En el último año, hemos visto muchas cosas relacionadas con la guerra de Ucrania. Pero yo creo que, si tuviera que dividir en bloques, diría que hay una pata política, que la ha habido siempre. Hay una pata que tiene que ver mucho con salud; pensamos en la pandemia, pero va un poco más allá: tiene que ver con salud general, nutrición, mitos sobre curas milagrosas, ese tipo de cosas. Hay una pata bastante prevalente en España, que cuando llega el verano vuelve a subir, que tiene que ver con la desinformación sobre personas migrantes, que es problemática, porque genera un discurso de odio peligroso para como entendemos la sociedad. Luego, diría que hay tres temas más que vemos bastante; uno que está empezando a aparecer ahora con bastante más fuerza de lo que hacía hace tres años, que es la desinformación sobre la crisis climática y el negacionismo climático; de vez en cuando, hay grandes tipos de desinformación sobre cuestiones relacionadas con la igualdad de género, otro de los caballos de batalla de la desinformación; y un tercero, que a veces no se enmarca dentro del territorio de los bulos, pero que yo creo que también forma parte y los verificadores nos dedicamos a eso mucho, que tiene que ver con los timos online.

A raíz de la ley del solo sí es sí, se decía que sería necesario firmar un contrato para mantener relaciones sexuales. Aquello que supone un avance en derechos, ¿es más proclive a tener desinformación a su alrededor?

Si te soy sincera, no creo que hayamos hecho un estudio lo suficientemente profundo como para poder hacer esa afirmación. No estoy segura de que tenga que ver con avanzar derechos, sino con la realidad del país en el que vivimos. Creo que España, y es lo que enseñan los datos también, es cada vez un país más polarizado. En los países polarizados, lo que vemos es que la desinformación retroalimenta la polarización y eso se convierte en un círculo vicioso, en el que hay temas que son clave dentro de los discursos polarizados, que de manera constante se utilizan, basados en mentiras, para intentar retroalimentar ese estado de crispación. 

¿Cómo puede identificar el público si lo que está consumiendo es legítimo o no?

Hay algunas claves en las que nos tenemos que fijar. La primera es dónde lo estoy leyendo; ¿conozco a la fuente? ¿Sé quién es el medio? La segunda es, ¿tiene fecha? ¿Tiene apariencia de noticia, tiene los rasgos que necesitaríamos en una noticia? La tercera es, poniéndonos un poco más técnicos, aunque es muy recomendable, utilizar la lectura lateral. Imagínate que estás leyendo una noticia que te ha mandado tu tía por WhatsApp o que has visto en el Facebook de alguien; si habla de una organización, búscala en Google, a ver si esa organización es legítima o, en realidad, es una cosa de cuatro personas que no deberían ser una voz de autoridad. ¿Hay más medios que estén hablando de eso que estás leyendo, o te lo están vendiendo como tan exclusiva, que solamente cuenta una web en Internet? Hay que hacer esa serie de búsquedas que te puedan ayudar un poco a identificar más si lo que estás leyendo es fiable o no. Y una cosa muy importante, última recomendación: si no te ves capaz de verificar, si no estás seguro de que algo sea real cuando alguien te lo manda, no lo compartas. Esa es la base de ayudar a parar el ecosistema de la desinformación.

Las generaciones más jóvenes, como la Z, afirman informarse a través de redes sociales y similares. ¿Qué pueden hacer los medios “tradicionales” para atraer a ese público?

Yo creo que hay una cosa, que ha estado en la estrategia de Maldita, además, desde el origen, que es si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Es decir, si no estamos consiguiendo que las nuevas generaciones o que incluso públicos que no son nuestros lectores de manera habitual vengan a nuestra web a consumirnos, creo que los medios se tienen que plantear que, a lo mejor, la fidelización de esos nuevos lectores, ahora mismo, no se va a conseguir pretendiendo que vengan a la web, sino que los medios tienen que estar en TikTok, en WhatsApp, y tienen que hacer contenido directo y específico para esas plataformas y para esos públicos. Cuanto antes asumamos eso, antes dejaremos de perder lectores y, sobre todo, antes ganaremos nuevos. Porque esos jóvenes que a día de hoy están en TikTok, cuando tengan 30 años van a necesitar consumir y leer un periódico.

¿Existe un periodismo verdaderamente neutral? ¿Lo debe ser?

Creo que el periodismo neutral no existe; lo que existe es el periodismo honesto, que es una cosa diferente. Por ejemplo, desde la verificación, intentamos hacer siempre un periodismo apartidista, que no se posicione, que no tome partido, que no haga opiniones. Evidentemente, todos los periodistas tenemos opiniones propias y seguro que influyen a la manera en la que redactamos y actuamos, pero creo que lo importante es ser muy transparente con la audiencia, sobre quién forma parte del equipo, sobre cómo se toman las decisiones y en base a qué. También hay que intentar ser diverso dentro de los equipos que se forman. Los equipos diversos, como diverso es nuestro país, tienen más posibilidades de encontrar balance y de no tener sesgos específicos por un lado del espectro. Y sobre si el periodista debe o no debe ser neutral, para mí, el concepto del periodismo, el periodismo deberían ser datos y hechos, que para eso estamos. Y luego, cada uno que opine lo que quiera.

Llevamos tiempo escuchando que el periodismo está en crisis. ¿Lo ve realmente así? ¿Hay espacio para la esperanza?

Yo soy una persona optimista, en general, en la vida. Sí, evidentemente, el periodismo está en crisis; sí, hay menos dinero, se despide a periodistas todos los días, es difícil salir de la carrera y encontrar un trabajo. Todo eso ocurre, no lo vamos a negar. Pero también creo que hay ahora proyectos súper ilusionantes, hay nuevas carreras dentro del mundo del periodismo, súper demandadas, que creo que la gente joven también tiene que plantearse. Yo siempre hago el mismo comentario cuando voy a charlas a las universidades: yo sé que todos queremos ser el Iñaki Gabilondo de su generación o la Àngels Barceló, o el Carlos Alsina o la Julia Otero de su generación, pero la realidad es que Iñaki Gabilondo, Julia Otero, hay uno y todos los demás tenemos que hacer otras cosas en la vida. Y dentro de esas otras cosas que se pueden hacer, hay cosas que van mucho más allá de escribir en un periódico todos los días.