Hay quienes recobraron durante la pandemia el sentido de sus vidas, con un nuevo enemigo a batir. ¿Hay alguna alusión velada en ese personaje que es Alfonso, en esta nueva publicaciónn de 'Universos paralelos'?

Sí, tiene que ver con esa necesidad histórica de la izquierda por buscar constantemente enemigos. Cuando no hay un enemigo a batir, parece que se viene un poco abajo. Cuando los movimientos insurreccionales dan paso a una vía de solución, hay parte de la izquierda tradicional que parece no encontrar cuál es el objetivo de la lucha. En realidad, no es otro que solucionar los problemas.

Se le ve molesto con la izquierda.

No, no estoy molesto porque yo soy parte de esa aventura. Pero está bien reconocer que muchas veces hemos ido de cagada en cagada. Somos hijos de la revolución centroamericana, yo especialmente de la salvadoreña, que también fue bastante frustrante. Ya no es hora de las grandes tomas de palacios de invierno, sino de los pequeños gestos. Las héroes son ahora son mujeres invisibilizadas en tareas del hogar, que vienen de otros países, mantienen a sus familias y sacan adelante proyectos contra viento y marea. En la izquierda tenemos mucho que aprender. Dejar de querer dirigir a las masas. Escucharnos, y dejar que sean las mujeres las que dirijan un poco esto, que ya está bien.

Alfonso se alegra en medido de la pandemia, y el vecindario desconfía de su alegría. Qué reacción tan nuestra.

Sí, convertimos en sospechoso a alguien que pueda encontrarse mejor que nosotros en una situación así. Es sospechoso el que está aparentemente bien, en un momento en el que tenemos que estar jodidos.

¿Lamentarnos por todo a todas horas se ha convertido en deporte nacional?

Bueno, en realidad hay bastantes motivos para lamentar muchas situaciones. El problema está en el lamento que paraliza e impide la creatividad, el abrazo o la sonrisa. Ese lamento es peligroso. El cuento refleja en todo caso una sociedad bastante hipócrita en la que prima el bulo de que este personaje es sospechoso estar bien cuando todos los demás están jodidos.

“La Historia ha pasado, y he perdido el último bus”. ¿Qué cabe interpretar de esa frase tan sugerente que descuelga por las páginas del libro?”.

Bueno, las secuelas psicológicas que ha dejado la pandemia siguen estando ahí. Hemos empezado a valorar la salud mental. En aquellos momentos yo tampoco estaba bien. Para mí fue una terapia escribir los cuentos.

'Relatitos' contra el vértigo de la pandemia

¿La escritura es su medicina?

En mi caso lo es desde que era crío. Empecé a escribir porque cuando me enfadaba con mi padre, mi primera reacción era encerrarme en el cuarto y escribir una carta. Escribir me sirvió de mucho durante la pandemia. Ahí estaba, con mis dos hijos y el gato. Me daba mucho vértigo todo lo que estaba ocurriendo, y entonces, de la mano de Rafael Courtoisie, que es un magnífico poeta uruguayo muy amigo, empecé a escribir estos relatitos, cuyos personajes enlacé posteriormente como un conjunto de cuentos. Invitaría a la gente a que lo lea despacio, que no se empache en la lectura porque hay varios personajes que se mezclan.

Dice que las mascarillas “escondieron besos, muecas y caries, pero no los pensamientos”. ¿El pensamiento crítico es más necesario que nunca?

Las mascarillas nos igualaron a todos un poco, pero nos quedaron los ojos libres, que adquirieron otra dimensión. La gente se saludaba casi con la mirada. El espíritu crítico es básico, pero me siento un tanto decepcionado porque no hemos sabido aprovechar esa situación de encierro generalizado. Es una sensación contradictoria porque por otro lado surgieron situaciones de solidaridad espontánea. No sé, una oportunidad perdida, aunque igual estoy equivocado y pueden cambiar las cosas. No sé jugar a adivino.

Parece haber en sus palabras un poso de desesperanza.

En realidad, esperanza en un futuro brillante y en una victoria final como decíamos en las izquierdas de los años 80, pues no. Pero desesperanza tampoco. Hay que seguir navegando en esta vida, sobreviviendo, valorando esos pequeñitos gestos.

Entre otras razones, porque no queda otra. ¿No cree, en todo caso, que hay mucho muerto en vida?

Sí, también. Hay mucha gente que sobrevive y punto pelota. Y en ese punto destacaría un aspecto fundamental: la relación entre las personas es básica. Tener a tu alcance alguien que te escuche y al que le puedas escuchar es básico para no hundirte. El de la mentoría social es un terreno en el que trabajo. La escucha, el acompañamiento o generar vínculo entre las personas. En eso sí que tengo fe porque lo vivo día a día. Es algo que tiene mucho potencial.

Bueno, al menos hay ahí una ventana abierta.

Sin duda, pero en todo caso no sirve de nada si no va acompañada de más cosas, como apoyos institucionales, y una predisposición nuestra a la escucha y a la empatía.