La necesidad de apostar por formas más ecológicas de desplazarnos no se entiende en profundidad sin comprender la amenaza que supone la contaminación. No se trata de imaginarse escenarios apocalípticos, en los que la desertización ha consumido la mayor parte de la tierra fértil del planeta y las ciudades yacen desoladas, con los polos derretidos hace décadas. El aire urbano contaminado es un peligro para la salud pública hoy. En realidad, lo lleva siendo más de diez años, pues la Organización Mundial de la Salud ya vinculó en 2012 siete millones de muertes a la contaminación del aire. Y aunque el transporte es responsable de solo el 25% de los gases de efecto invernadero, casi la totalidad de este porcentaje se emite en las carreteras.

Según la OMS, el límite sin impacto para la salud humana de partículas contaminantes en las ciudades es de 20 microgramos por metro cúbico. En una gran ciudad como París, la tasa ha llegado a un promedio anual de 38 microgramos, aunque existen todavía casos más extremos, como Pekín, que ha llegado a superar un promedio de 300. Más cerca de Euskadi, en Madrid, el Índice de Calidad del Aire cosecha buenos datos, pero de forma intermitente. La capital ya ha tenido que activar en más de una ocasión su protocolo anticontaminación, limitando velocidades de circulación e incluso el uso de vehículos sin distintivos ambientales en el centro urbano.

Ante este escenario, las grandes ciudades están tomando ya medidas contundentes con el objetivo de corregir estas tasas de manera definitiva. La propuesta estrella, cuya entrada en vigor es inminente, es el cierre total o parcial al tráfico privado de los núcleos urbanos. Se trata de las famosas zonas de bajas emisiones que las ciudades de más de 50.000 habitantes están obligadas a establecer en los próximos años. Por Ley, para finales de este 2022 las grandes urbes deberán haber aprobado Planes de Movilidad Sostenible que incluyan estas zonas.

La medida busca generar centros urbanos con menores tasas de contaminación, pero no es la única solución. De forma paralela, son cada vez más las ciudades que apuestan por reconvertir sus medios de transporte públicos para hacerlos sostenibles. El gran protagonista en ese sentido está siendo el autobús eléctrico. En los últimos años, han sido muchas las ciudades del Estado que han anunciado grandes proyectos para electrificar sus líneas de bus. 

Los bidegorris comienzan a ser una parte consustancial de las vías urbanas. N.G.

Madrid se encuentra en pleno proceso de adquisición de 150 autobuses eléctricos, Zaragoza va a hacer lo propio con 68 buses y la misma senda la ha recorrido Valencia, con otros 20. En Barcelona, han apostado por una tecnología novedosa al poner en funcionamiento su primer autobús de hidrógeno. En nuestro entorno, Donostia prevé incorporar 20 de estos vehículos a su flota a finales de 2023 e Irun ya electrificó su línea más utilizada, la L1, en 2019.

Cómo contribuir

En comparación con los datos macroscópicos, las acciones cotidianas individuales pueden no parecer gran cosa. Pero las grandes cifras no son más que la suma de las pequeñas decisiones que todos tomamos día a día. ¿Cogemos el bus o el coche para ir al trabajo? ¿Acercamos a los niños al colegio dando un paseo o retrasamos la salida de casa hasta que no hay más remedio que conducir para llegar a tiempo? Con el auge de las nuevas tendencias en materia de movilidad sostenible en el transporte público, quedan cada vez menos excusas.

Además, la sociología está del lado de la sostenibilidad. Al menos en España, según datos del Eurobarómetro de 2019, la mayor parte de la ciudadanía (un 70%) estaría a favor de modificar sustancialmente sus hábitos diarios de desplazamiento para adecuarlos a una filosofía más amigable con el medio ambiente. Es más, el estudio de la Comisión Europea pone en evidencia que las costumbres de los españoles a la hora de moverse son más saludables que los de la media de la Unión:un 3% menos (el promedio europeo es del 62%, mientras que el de España es del 59%) declara utilizar el coche como uno de sus dos medios de transporte principales y un 17% más (42% frente a 59%) asegura que caminar es una de sus dos opciones favoritas para desplazarse.

Precisamente, el fomento de los trayectos a pie es otro gran reto que el nuevo urbanismo de las ciudades está tratando de resolver, junto a la promoción de la movilidad ciclista. Como criterio general, los Planes de Movilidad Urbana Sostenible que los municipios están poniendo en marcha estos últimos años priorizan estos dos métodos, caminar y el uso de la bicicleta, por encima del uso de vehículos a motor, ya sean eléctricos o de combustión.

40,7% el ciclismo crece Desde 2019, el uso de la bicicleta en España se ha incrementado en un 40,7%, impulsado por los años de parón debido a la pandemia.

La apuesta ya está dando sus frutos en la vertiente ciclista. Según datos recabados por la empresa Eco Counter, especializada en el conteo de peatones y ciclistas, el uso de la bicicleta se ha incrementado en España en un 40,7% desde 2019. Aunque el aumento ha sido progresivo, los datos son muy reveladores, pues el pico de crecimiento tuvo lugar en junio de 2020, cuando finalizaba la época de confinamiento estricto a causa de la pandemia del covid. Sorprendentemente, contribuir a la normalización del uso de la bicicleta como transporte diario es uno de los efectos beneficiosos que tuvo la crisis sanitaria de 2020.

Mirando a nuestro entorno, España es el cuarto país en el que el ciclismo como método de desplazamiento más ha crecido en los últimos años, aunque en los puestos más altos del ranking siguen estando países como Alemania, Francia y Austria, que son donde más se usa la bici en días laborables.

La lista de opciones recomendables para moverse sin contaminar no estaría completa sin mencionar los vehículos privados eléctricos, cuyas matriculaciones ya suponen un 10% de las que se realizan al año en el Estado. No obstante, teniendo en cuenta que el parque de vehículos de España es uno de los más envejecidos de Europa, el porcentaje del total sigue siendo muy pequeño: a finales de 2021 apenas los vehículos de cero emisiones eran apenas 96.178 de los 29,7 millones del total matriculados.

Aún así, la adquisición de vehículos híbridos y eléctricos por parte de particulares sigue una tendencia al alza en los últimos años; una tendencia que amenaza (en el mejor de los sentidos) con ser exponencial. El dato del año pasado correspondiente a los eléctricos (96.178) supone un crecimiento del 78,6% con respecto a la misma cifra del año 2019. En cuanto a los vehículos híbridos, el incremento fue del 38,4%.

96.178 Electrificación Del parque de vehículos del Estado (29,7 millones), casi 100.000 son ya totalmente eléctricos. El dato lleva años creciendo exponencialmente.

Poniendo la vista en el panorama general, es evidente que la revolución de la nueva movilidad ya ha comenzado y que en esta década veremos consolidarse las nuevas tendencias en lo que se refiere a los desplazamientos. El horizonte del fin de los vehículos de combustión no está demasiado lejos, pues está previsto que para el año 2040 dejen de comercializarse. ¿Cómo serán para entonces los centros urbanos de las ciudades? 

Si todo marcha al mismo ritmo que el actual, tendremos núcleos urbanos con el aire más limpio, con menos tráfico y más gente en las calles. No es una perspectiva en absoluto desalentadora. n