A pesar de que la última misión acabó hace poco más de un mes, parte de la tripulación todavía se encuentra enrolada en el barco de rescate Aita Mari. Son varias las embarcaciones de este tipo que realizan sus puestas a punto estos días en Burriana (Castellón). Están el Sea Watch 4 y el Open Arms, que pueden verse fuera del agua en el astillero, mientras que Louise Michel, el barco impulsado por el artista Bansky y Aita Mari fondean en el puerto.

Pablo Jáuregui se encuentra picando cubierta bajo un sol de justicia en plena ola de calor en la costa valenciana. “Ahora mismo somos dos a bordo y estamos haciendo las labores de toda la tripulación. A nuestro ritmo, eso sí, pero sin parar”. Pablo ha sido cocinero en la última misión, pero ahora mismo realiza labores como marinero de puente. “El barco lo conocemos bien, es casi, casi como nuestra segunda casa”.

Jáuregui realiza tareas de mantenimiento en el barco.

Desde una pequeña ventana de la cabina del capitán, asoma Óscar Palacios, El Punky. Estar dos meses fuera de casa pasa factura y comenta que ya tiene ganas de volver para “desconectar y descansar un poco”, algo que sucederá en pocos días.

Este primer oficial y capitán nos recibe entre mapas de navegación mientras describe las tareas que están llevando a cabo estas semanas. “Estamos haciendo tareas de mantenimiento y preparando la embarcación para la varada, que será a mediados de agosto y, mientras tanto, estamos aprovechando para ir renovando todos los certificados que nos caducan. Además, hemos sacado las balsas salvavidas para hacerles la inspección anual y estamos actualizando publicaciones, cartas náuticas y demás papeleo para la siguiente misión”.

La misión más complicada

La más reciente, la octava de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario, ha sido una de las más complicadas según El Punky, que viajaba por cuarta vez con el Aita Mari. “Tuvimos rescates bastante difíciles, con gente en el agua y las patrulleras libias por la zona y además se alargó el tiempo hasta que nos dieron puerto de desembarque”. “Teníamos bastante gente a bordo, estaban nerviosos, habían vivido situaciones muy intensas, querían desembarcar y no entendían esa agonía extra pasando a bordo calamidades y hubo situaciones tensas a bordo fruto de todo esto”. “Pero al final”, añade, “lo pudimos gestionar todo bien y aunque desde el primer rescate hasta que nos dieron puerto pasaron nueve días, al final todo llega y una vez que nos dieron puerto todo el mundo se puso a celebrarlo y fue bastante bien”, relata.

En esta última misión, la tripulación ha realizado cuatro rescates. En el primero, pusieron a salvo a once hombres procedentes de Marruecos, Bangladesh y Costa de Marfil que se encontraban a la deriva y con peligro de hundimiento por sobrecarga y entrada de agua.

El segundo fue uno de los más tensos ya que una patrullera libia se adelantó al Aita Mari (sus naves son más rápidas), e interceptó una precaria barca con 103 personas que la ONG se disponía a atender. Cuando el barco de rescate llegó a la zona, la patrullera libia ya había embarcado en su nave a la mayoría de las personas migrantes pero 17 se lanzaron al agua para evitar ser devueltos a ese país. Así, la tripulación tuvo que rescatarlas una a una, viviéndose momentos de gran tensión. De hecho, Hamsa, un joven etíope de 15 años, ya estaba inconsciente y bajo el agua cuando el equipo llegó hasta él. En este caso, los supervivientes eran de Etiopía y Eritrea, siendo menores siete de ellos.

Las trabas de Europa

Cabe recordar que Europa financia, entre otros países, a Libia para que contenga en ese país a las personas que pretenden llegar a Europa. Asociaciones como Médicos Sin Fronteras han denunciado el acuerdo firmado entre Italia y Libia hace cinco años y patrocinado por Europa, (Memorando de Entendimiento sobre Migración) que deja en manos de la Guardia Costera libia las patrullas en el Mediterráneo central. Algo que, según la ONG, “en lugar de dar protección a las personas que buscan seguridad y libertad, las mantiene fuera y lo más lejos posible de Europa: en Libia. Más concretamente, en sus centros de detención, donde la tortura y la extorsión son la norma”.

Miles de relatos de supervivientes y varios informes internacionales han documentado estos abusos, y una misión de investigación de la ONU los ha considerado crímenes contra la humanidad.

El tercer rescate se produjo en medio de la noche y tras una hora de búsqueda cuando el Aita Mari se dirigía hacia Lampedusa para que el joven Hamsa, rescatado semi inconsciente, fuera evacuado a un hospital. Se trataba de un barco de madera a la deriva con 40 personas a bordo procedentes de Libia en su mayoría, Sudán, Siria y Egipto. Entre ellos, viajaban seis niños de entre 8 meses y 4 años. Llevaban 24 horas a la deriva sin agua ni comida.

El último rescate llegó a primera hora de la mañana, poco después de que Hamsa fuera evacuado. 45 personas que se encontraban a la deriva desde hacía tres días, entre ellas una mujer embarazada y 18 menores. Sus viajes comenzaron en Etiopía y Eritrea.

Ya solo faltaba recibir la asignación de puerto seguro para el desembarco de las 112 personas rescatadas, algo que tardó en producirse varios días. Según los barcos de rescate, esta espera es una práctica habitual cuyo fin es disuasorio, de desgaste para tripulaciones y para las personas rescatadas y que genera situaciones de mucha tensión en las naves.

Ni siquiera escuchar todas estas historias desde la pequeña zona en la proa del barco donde estas personas tuvieron que esperar puerto durante días, hace que una pueda imaginar todo lo vivido allí.

Después de esta misión, El Punky no tiene claro si participará en la próxima. “En el barco las condiciones son muy duras y solo hay una tripulación (en otros barcos de rescate hay dos) por lo que pasamos muchísimo tiempo aquí, no desconectas, vienes muy tocado de las misiones y no te da tiempo muchas veces a cargar pilas. Es normal necesitar un par de semanas para adaptarte a la rutina de la vida normal, y para cuando lo consigues, tienes que volver a embarcar. Creo que necesito recuperarme un poco”, añade.

Pablo, en cambio, dice que estará en la novena misión. “Tengo claro que es el sitio donde hay que estar”, confiesa mientras afirma sentirse “encantado y orgulloso” de formar parte de este equipo.

Algunas de las 45 personas que llevaban tres días a la deriva, salvadas en el cuarto rescate del ‘Aita Mari’. | FOTO: ASIER SÁNCHEZ

Desde nuestra visita a Burriana hace un año “pocas cosas han cambiado”, cuenta el presidente de Salvamento Marítimo Humanitario, Iñigo Mijangos. “Es cierto que con el Gobierno italiano de Draghi se han flexibilizado las inspecciones a las que nos sometían a los buques de rescate y en las que éramos detenidos por cualquier excusa. Ahora se siguen haciendo, pero con criterios más profesionales y más éticos. Precisamente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea acaba de sentenciar contra estas prácticas injustas que realizaba el ministro ultraderechista Salvini”.

Alargar el sufrimiento

“El resto sigue igual”, dice Mijangos. “Italia no interviene en rescates hasta que no están estrictamente en sus aguas, se siguen tardando unos ocho días en dar puerto, añadiendo un innecesario sufrimiento a las personas rescatadas”. Critica “la política de silencio no solo del Gobierno italiano, también del español, para que se hable lo menos posible de todas estas situaciones”.

Con respecto a la iniciativa del ministro José Luis Escrivá de reformar la Ley de Extranjería para permitir incorporar personas extranjeras al mercado laboral, Mijangos cree que “son unos cambios puramente utilitaristas que van a utilizar a la inmigración para resolver los problemas de cierto tipo de industria o cierto tipo de actividades económicas que no encuentran mano de obra”.

Para el presidente de la ONG, esta iniciativa “no responde a un deseo sincero y real de cumplir con los principios de derechos universales o de los tan cacareados objetivos del milenio como el fin de la pobreza o contar con una migración regular”. “Se está vendiendo como una defensa de los derechos humanos algo que es falso y que simplemente busca dar satisfacción a unas necesidades muy concretas del mercado de trabajo”.

Finalmente, el presidente de Salvamento Marítimo Humanitario aprovecha para dar las gracias a Estella/Lizarra Ciudad de Acogida y a los vecinos y vecinas que participarán el próximo miércoles en la comida solidaria cuyos beneficios irán para la ONG. “Aita Mari siempre se encuentra en situación de precariedad económica porque las subvenciones van disminuyendo cada vez más”. En este sentido, quiere hacer un llamamiento a la ciudadanía “a participar en nuestra asociación, para que podamos tener una cierta independencia económica con el barco de rescate y con la asistencia sanitaria que ofrecemos en el campamento de personas refugiadas en la isla griega de Chios”. “Cuantos más socios tengamos y actividades solidarias como la de Estella seremos más independientes y solventes”, sostiene.

Aita Mari espera hacer dos misiones antes de que finalice el año y, como dice Mijangos, “en enero volveremos a poner el contador a cero y a empezar otra vez”.