Maider Pérez perdió a su aita hace cuatro años y medio debido a un tumor cerebral. Ella, donostiarra de 44 años, ya era socia desde hace 10 de la Asociación Contra el Cáncer Gipuzkoa, pero a raíz del fallecimiento de su padre, está “más concienciada” y se implicó “más” en la asociación, siendo ahora una de sus voluntarias más activas. En la sede de AECC Gipuzkoa, situada en Riberas de Loiola, conoció a Lorea Blázquez, investigadora nacida hace 41 años en Aretxabaleta y con un currículum impresionante. Ahora trabaja en Biodonostia y una de las líneas de sus investigaciones es precisamente los tumores cerebrales. Una investigación que pudo abrir gracias al dinero donado por Asociación contra el Cáncer Gipuzkoa, así que las circunstancias de la vida han unido a estas dos mujeres. Ambas quedan una tarde con este periódico para charlar sobre esta enfermedad, lo necesaria que es la investigación y la importancia de recaudar dinero para avanzar en el estudio del cáncer.

Lorea Blázquez estudió Biología Fundamental y Biotecnología en la Universidad de Oviedo. “Muy pronto supe que lo mío eran las células y los genes”, cuenta. Al terminar la carrera hizo prácticas de verano “en la unidad Neurogenética del Hospital de Donostia”, con cuestiones relacionadas “con la genética y las enfermedades neurológicas”. Hizo dos estancias postdoctorales en el Centro de Investigación Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra, continuó investigando allí cinco años más y en 2014 dio el paso a ir al extranjero: “Fuimos mi marido, mis hijos y yo a Londres. Allí estuve estudiando el procesamiento del ARN durante seis años, hasta 2020, en la University College London”

El siguiente paso para esta investigadora guipuzcoana era “establecer una línea de investigación propia”. Consiguió “dos contratos para investigadores jóvenes, uno del programa Ramón y Cajal y otro de Ikerbasque”. Así que hace dos años vino a trabajar a Biodonostia. En su trayectoria profesional ha adquirido experiencia “en cómo se procesa el ADN, en cómo las moléculas que se producen a partir de nuestros genes se cortan y se pegan de una manera correcta. Una de las partes de nuestra investigación es estudiar si este proceso está alterado y de qué manera en las enfermedades neurológicos, con el objetivo de identificar posibles dianas terapéuticas y posibles estrategias para diagnosticar estas enfermedades. Una de las líneas que tenemos es en tumores cerebrales, que se extiende con facilidad”.

Esta última línea la puso en marcha el año pasado y lo hizo gracias a la aportación económica de contra el Cáncer Gipuzkoa. La asociación destinó el pasado año 340.160 euros a investigación, y parte de ese dinero fue para Lorea Blázquez y su equipo. “Toda esta línea de investigar los tumores cerebrales la hemos puesto en marcha gracias a esta asociación, sin ellos no hubiéramos podido ni arrancar. En mi grupo estamos cinco o seis personas y en este proyecto concreto, tres o cuatro. Son investigaciones caras: contratar investigadores, comprar el material… dependemos de las ayudas públicas y de las aportaciones de asociaciones privadas como AECC”.

Ahí es donde entra la labor de personas como Maider Pérez, una de las 936 voluntarias que tiene esta asociación en el territorio. La cuestación de este sábado o la carrera que se suele celebrar en mayo son dos de las jornadas más significativas para recaudar fondos, pero el trabajo es continuo. “Lo que hacemos es colaborar. Hay diferentes formas: desde acompañar a pacientes enfermos, a vender lotería, estar en la cuestación, ayudar en la carrera o ser simplemente socia y aportar una cantidad de dinero”, señala la donostiarra, uno de cuyos objetivos es “reclutar voluntariado joven”: “A todos nos toca de cerca el cáncer. Es importante implicarse y el voluntariado joven nos puede dar más eco por ejemplo en redes sociales. Yo, por ejemplo, participé en la cuestación con mi madre de 84 años pero también con mi hijo de 14. Es una manera de educar a nuestros jóvenes”.

“En Inglaterra había más conciencia social de participar en lo que ellos llaman charities (caridad). De hecho, se considera un reconocimiento y los jóvenes lo ponen hasta en sus currículum”, aporta Lorea. “Estamos intentando eso, que para los chavales y chavalas sea un plus”, comenta Maider, “al final son valores de cara al futuro, damos vueltas a cómo llegar a ellos, quizás con charlas en la universidad, por ejemplo”. También reconoce que, en su labor a pie de calle, “la gente está muy concienciada”.

“ENRIQUECEDOR”

Destaca Maider que “la recaudación que consigue AECC es fundamental para la investigación, que además se hace aquí, con personas como Lorea”. La investigadora asiente. “La investigación es muy costosa. Son muchos años de recorrido. Los tratamientos que se aplican ahora al cáncer se empezaron a estudiar hace 15 o 20 años y hoy se tiene que seguir investigando para que esos cánceres que no tienen cura puedan tener tratamientos mejores dentro de 20 años”. A la investigadora de Aretxabaleta le “motiva” aún más “conocer casos como el del padre de Maider”: “Poner nombre a lo que trabajo, pensar que estoy aportando algo para que en el futuro la gente con esta enfermedad se pueda beneficiar es algo que nos motiva mucho”. La donostiarra, por su parte, dice, emocionada, que es “increíble haber coincidido con Lorea”: “Es enriquecedor ayudar. Une mucho, genera muchas redes y relaciones”.

Biodonostia trabaja de forma estrecha con el Hospital Donostia para “estudiar muestras de pacientes”. “Podemos estudiar tumores cerebrales y eso nos da mucha información porque nos dice qué alteraciones tienen estos tumores. Luego tenemos que ir estableciendo una investigación, por ejemplo si esta alteración la atacamos por aquí las células pueden reproducirse menos o ser menos agresivas. Es muy difícil saber cuál va a ser la diana terapéutica, el objetivo final es intentar identificar dianas sobre las que atacar para que estas células paren. Es una enfermedad muy compleja, igual no será posible curar al paciente para siempre, pero si esas células se reproducen más despacio o se vuelven menos agresivas, el paciente puede alargar su vida. Ojalá se encuentre en el futuro una cura definitiva, pero si no se podría conseguir una cronificación de la enfermedad, que fuera menos agresiva”.

Por ahora, Lorea Blázquez y sus compañeros han recogido muestras “de 20 pacientes”: “Tenemos que recoger más y comparar estos cerebros con cerebros sanos o con tumores menos agresivos, porque el de cerebro se reproduce con facilidad. Identificar qué cuestiones están alteradas en estas células y tratar de establecer una línea que en un futuro pueda dar lugar a una terapia”, explica. “Si nos hubiéramos conocido antes, te habría cedido para investigar el cerebro de mi aita”, le dice Maider.

Reconoce Lorea que es una línea de investigación “complicada” y “multidisciplinar”, en la que necesitan “la implicación del hospital” e incluso “informáticos”: “Generamos tantos datos que necesitamos analizarlos”: “En el caso de los tumores cerebrales, es complicado acceder a muestras para el estudio. Es difícil de estudiar y entender. Si no tenemos un buen modelo de qué queremos estudiar, no vamos a entender cómo funcionan esas células para poder atacarlas”.

"AÑOS" DE ESTUDIO

Dice Lorea que la investigación ha avanzado “mucho” en Donostia en los últimos años: “Hay más compañeros en Biodonostia investigando cuestiones relacionadas con el cáncer”. Centros como este han hecho posible en los últimos años que la supervivencia entre los pacientes con cáncer esté mejorando. “Los tratamientos han evolucionado mucho en los últimos años”, comenta la investigadora de Aretxabaleta, que, eso sí, insiste en que “son procesos muy costosos”: “Hay procesos que no avanzan y hay que dejar, y los que van bien hay que hacer muchos ensayos en animales, en células de pacientes, en personas... todo eso está muy regulado y el proceso hasta que se ven resultados es muy largo”.

La comunicación es otra de las asignaturas pendientes cuando se investiga. “Recibimos dinero y tenemos la responsabilidad de comunicar dónde va ese dinero y de dejar claro que el resultado no se va a ver en dos años, sino más adelante”. Esto hace que muchas veces en la investigación se tenga la incertidumbre “de si habrá recursos o no para seguir”.

“La gente, cuando te da dinero, pregunta dónde va a ir, es lógico”, comenta a su vez la voluntaria donostiarra: “Desde la asociación intentamos hacer difusión de estas cosas, saber que va a investigación y también a servicios que se ofrecen a pacientes con cáncer”.