Tal vez peque de antiguo y de obcecado, pero no me parece buena idea convertir los malos tratos en munición para cazar audiencia. Resulta evidente que esa es la intención de Telecinco al programar Rocío Carrasco, contar la verdad para seguir viva en la misma franja horaria que el exitoso culebrón turco de Antena 3.

Tampoco soy partidario de hacer un espectáculo con la violencia machista. La factura del producto no deja lugar a dudas. Empezando por el título, hay elementos narrativos como los encuadres, la música, la iluminación o las promociones previas que muestran la voluntad de explotar el morbo, como si no bastara con el testimonio, ya de por sí lo suficientemente crudo.

Es un gran atrevimiento llamar documental a una pieza así, pero por desgracia no se trata de algo nuevo. Las pujantes plataformas digitales —Netflix, HBO, Amazon Prime— estás llenas de telebasura morbosa rebautizada como documental. Flaco favor le rinden a trabajos muy elaborados que sí hacen honor al género.

De la carrera de políticos por ver quién expresaba su solidaridad antes y con mayor intensidad, mejor no hablamos. Y si la tentación es resumir la cuestión diciendo que, a pesar de todo, la emisión sirve para la concienciación masiva, simplemente recordaré que ese era el argumento de Nieves Herrero cuando hacía bazofia catódica con el caso de las niñas de Alcàsser.