- Es tiempo de cambiar de rumbo y no solo a escala global; también a nivel local parece conveniente fijarse unas metas más ajustadas y sostenibles. La pandemia ha puesto contra las cuerdas a la civilización y únicamente la investigación ha conseguido plantar cara a la propagación del SARS-CoV-2. Por eso, ahora que las administraciones y las altas instituciones conjugan la palabra reconstrucción y subvenciones, la comunidad científica reclama que sus criterios y advertencias sean tenidos en cuenta a la hora de repartir los famosos fondos europeos.
Más de un millar de firmas han sumado sus opiniones en la plataforma Euskal Herria poscovid-19 a favor de un modelo económico que garantice la sostenibilidad, el desarrollo humano equitativo y, en definitiva, la habitabilidad de Euskadi y del planeta.
Una de esas voces es la de Unai Pascual, investigador del Basque Centre for Climate Change (BC3) y uno de los autores principales del informe Ipbes sobre la biodiversidad a nivel mundial. A su juicio, el estancamiento de la economía a consecuencia de la pandemia debería ser interpretado por las instituciones, y también por la ciudadanía, como un punto de inflexión “para retomar vínculos duraderos y justos entre la economía, la salud y el medio ambiente”.
Según expresa Pascual, “estamos ante un momento histórico en el que urge promover la transición socioecológica, trenzando el modelo económico con el bienestar humano a nivel local y planetario”. Ya en mayo del año pasado un buen puñado de académicos y agentes sociales vascos plantearon la necesidad de encarrilar una transición hacia un nuevo escenario. A todos los niveles. También advirtieron, eso sí, del lógico encontronazo entre dos modelos que, antes o después, deberá ser abordado por las instituciones -priorizando unas u otras inversiones-, pero también por la propia ciudadanía, apostando, por ejemplo, por el transporte público y otras formas de consumir.
“La búsqueda de crecimiento continuo en un planeta finito causa crisis cíclicas, de carácter tanto económico y social como ecológico”, apuntaban los integrantes de esta plataforma. Y la actual es una de ellas. De hecho, tal y como apuntan, el covid-19 “no ha llegado inesperadamente”. La comunidad científica llevaba años alertando del riesgo de este tipo de pandemias. Ahora que la luz parece adivinarse ya al final del túnel, es el momento ideal para “aprovechar los avances científicos, los esfuerzos de la sociedad y los fondos europeos”.
“Estos fondos se deben asignar muy cuidadosamente para una metamorfosis del actual modelo productivo hacia una economía ecológica y por tanto justa, equitativa y eficiente, haciendo seguimiento de sus resultados. Para ello, la comunidad científica vasca debería contribuir haciendo propuestas sobre la asignación de los fondos de reconstrucción establecidos por las distintas administraciones. No podemos dejar escapar este tren”, apostilla Pascual.
Según subrayan desde la propia Comisión Europea, los fondos que empezarán a llegar en verano “son un tsunami de dinero y de responsabilidad”. Se trata de invertir para reestructurar en función de criterios ambientales, tecnológicos y de cohesión social y territorial. Por ejemplo, reduciendo los sectores que favorezcan el consumo no esencial e insostenible, o la dependencia de combustibles fósiles. O fortaleciendo la fiscalidad verde.
‘Statu quo’. Desde el Banco Central Europeo recuerdan que “no se trata de volver al ‘statu quo’ prepandemia. Se trata de usar el empujón para transformar la economía usando las enormes oportunidades que presentan las tecnologías verdes y digitales para un crecimiento más vibrante, inclusivo y sostenible”.
Propuestas. La plataforma entiende que las instituciones vascas deben desarrollar un sistema de cuidados que ponga a las personas, la naturaleza y su diversidad en el centro, y promover la Renta Básica Universal. También se apuesta por incentivar la transición socioecológica a nivel municipal. Y se habla de priorizar la inversión en desarrollo y mejora del transporte colectivo de cercanía que facilite la movilidad diaria a los centros de trabajo. En materia de impuestos, se aboga por establecer un ‘marco fiscal verde’que, además de evitar la sobreexplotación de recursos naturales y la degradación de los ecosistemas, permitiría obtener más recursos para ciencia e investigación.