La vuelta a la ikastola supone reencontrarse con los amigos, retomar el ritmo habitual de vida, ver menos televisión y, en muchos casos, volver a dar la bienvenida a unos invitados muy poco gratos y muy difíciles de desalojar: los piojos.
Cuando un niño o una niña, víctimas más frecuentes de la pediculosis (infestación producida por el piojo), comienza a rascarse la cabeza se encienden las alarmas y toca armarse con la liendrera para comprobar si el desagradable parásito ha hecho acto de presencia.
Mónica de Orue, de la farmacia Orue de Lasarte, recuerda que “los piojos ni saltan ni vuelan, solo se trasmiten mediante el contacto”. Por lo tanto, evitar ese contacto es la mejor forma de prevención.
Es fácil decirlo y más difícil hacerlo ya que los txikis lo comparten todo, se abrazan, se pasan los gorros, las toallas o se dejan los peines. Y con ello comparten los piojos.
Para intentar evitar su llegada no hay recetas mágicas. “Hay quien dice que es mejor llevar el pelo recogido que suelto. Existen repelentes para insectos que pueden ayudar o productos más naturales, como aceites de lavanda o de árbol de té, que hay gente que dice que ayuda a que no haya tanto contagio”, añade de Orue, que apunta que no son fronteras inexpugnables para estos parásitos. “No hay evidencia suficiente sobre su eficacia”, señala.
Aunque pueden llegar a cualquier edad, la afección es mayor en escolares de entre 3 y 12 años. Cuando se rascan la cabeza, señala la vocal de dermofarmacia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa, hay que comprobar si existen piojos. Resulta totalmente desaconsejable, porque hace que los parásitos se hagan más resistentes, utilizar los tratamientos de la pediculosis si no los hay y como método de prevención.
Para atacar piojos y liendres, además de los tratamientos pediculizidas tópicos (los más frecuentes son la permetrina, el malatión y la dimeticona), hay que actuar con contundencia con la liendrera. “La mejor es la de púas de metal. Ni las de plástico ni las eléctricas son tan efectivas”, puntualiza de Orue. Las de plástico son eficaces para eliminar piojos, no para quitar las liendres, las eléctricas tampoco lo son y presentan algunos problemas de seguridad, y las de metal eliminan tanto piojos como liendres, aunque sean más agresivas para el cuero cabelludo.
Además, aconseja de Orue, resulta más adecuado pasar la liendrera con el pelo mojado, ya que “dificulta el movimiento de los piojos”. ¿Cómo hacerlo? Por secciones, desde la raíz a las puntas. Cada vez que se pase la liendrera hay que limpiarla bien, para que los piojos que queden en el peine no vuelvan a la cabeza. Este proceso, afirma, debe repetirse “cada tres o cuatro días” desde que se detectan los piojos y hasta dos semanas después de haber visto el último.
La permetrina, que es la sustancia más utilizada, actúa contra piojos y liendres y también lo hace el malatión, aunque tiene un olor desagradable. Las dimeticona es una silicona que mata a los piojos axfisiándolos. Esta solución se recomienda a aquellas personas que no quieren usar productos químicos, a los menores de dos años, a las personas asmáticas, a las embarazadas, a las mujeres que están dando pecho y aquellos grupos de población para los que no se recomienda insecticidas. En los bebés de menos de seis meses solo debería usarse la eliminación mecánica con liendrera.
Pero, en ocasiones, los tratamientos no obtienen los efectos deseados o, al menos, no por mucho tiempo. “Si hay varios infectados en una familia y solo se hace el tratamiento a una persona puede hacer una reinfestacción”, explica de Orue. No respetar el tiempo mínimo de exposición del producto en la cabeza o no repetir el tratamiento con la periodicidad indicada pueden contribuir también a que los piojos vuelvan. “Los huevos eclosionan y vuelven a salir, hay que seguir las instrucciones al pie de la letra”, añade.
Los piojos regresan año tras año. Cuando se ha avanzado tanto en tratamientos diversos, parece difícil de entender que no se haya dado con el remedio definitivo. “Es algo que pasa a nivel mundial, en las sociedades más pobres y en las que no lo son”, constata de Orue.
la vida de los piojos Los piojos viven en torno a 28 días y su ciclo vital es el siguiente: primero está el huevo o liendre, luego la ninfa y, por último, el piojo adulto que “se multiplica con gran rapidez y pone hasta diez huevos al día”.
El piojo “se alimenta de sangre” y fuera de la cabeza -en ropa, almohadas y otros objetos- puede vivir “uno o dos días” sin alimentarse, tiempo este en el que permanecen vivos y pueden contagiarse, por lo que también resulta aconsejable limpiar fundas de almohadas, toallas y otros elementos que hayan estado en contacto con la cabeza que tenía los parásitos.
Magia, ninguna; constancia e insistencia, la única solución.