Cuidando del planeta con cada chaqueta y cada vestido
la diseñadora mÓnica lavandera vigila que cada una de sus prendas salga al mercado con la etiqueta de la sostenibilidad como garantía
La diseñadora donostiarra Mónica Lavandera tiene clara la importancia de contar con una asociación en la que se integren los distintos agentes que intervienen en la cadena de la moda. “Sobre todo es importante para las marcas que no somos muy grandes, ya que así obtenemos mayor visibilidad y conseguimos ser más fuertes a la hora de presentar proyectos y obtener ayudas”.
“Nos ha costado mucho lograr que el sector de la moda esté unido porque el día a día no te permite dedicar recursos a la parte asociativa”, explica Lavandera, que asegura que, en su caso, estar asociada ha resultado muy positivo porque le ha facilitado conseguir contactos y ayudas para la internacionalización.
Ciklo, como asociación, ha dado un paso hacia adelante apostando por la sostenibilidad. Lavandera adoptó esta vía ya hace un tiempo y se decantó por la “producción de cercanía” desde sus inicios como diseñadora, que no fue su primera opción laboral dado que se formó en Bellas Artes.
Esta joven y a la par veterana diseñadora tiene claro que “planeta solo hay uno” y que la industria de la moda debe trabajar para ir reduciendo la importante huella contaminante que deja. “Es algo que la sociedad está asumiendo y se ve en el esfuerzo que se lleva a cabo en los hogares con el reciclaje”.
“Marcas como la mía que intentan seguir con un discurso coherente y responsable con el entorno tenemos una labor importante por hacer para comunicarlo al consumidor”, añade Lavandera que explica que en la actualidad esa mirada puesta en la sostenibilidad guía su trabajo en todas las etapas del mismo y llega también a la elección de los tejidos.
Apunta que hoy en día a los tejidos de fibras naturales y artificiales más convencionales, a los que se venían utilizando en el mercado de la moda, se les suman otras opciones.
En tejidos naturales existe la posibilidad de usar fibras que “se han cultivado y trabajado de forma más sostenible”. El tema de las fibras artificiales resulta más complejo. “Es claramente más sostenible usar una fibra recuperada de un poliéster reciclado que utilizar un poliéster nuevo. Se le da así una segunda vida a este tejido”, apunta Lavandera, que argumenta que “los tejidos reciclados o con certificación orgánica son tejidos más responsables”.
Pero optar por este tipo de telas no es tarea sencilla ya que su producción no se encuentra muy extendida. “Los productos de gran distribución los encuentras fácil y son más económicos, pero lo barato acaba saliendo caro, porque muchas veces acaba durándote poco y, además, porque no hay que olvidar que contaminan mucho”.
Son pocas las empresas que se dedican a producir tejidos sostenibles y, en consecuencia, cuesta encontrarlas. “A marcas pequeñas como la mía esta opción les encarece el producto y el precio final de las prendas, pero creo que merece la pena”, apostilla.
“En Europa sí hay proveedores que te pueden garantizar tejidos con certificaciones sostenibles. En el Estado no es sencillo. Hay algunos en Catalunya, y en Euskadi está Eco Rek, que genera tejido a partir de botellas de plástico, pero que sobre todo trabaja para el sector de la automoción, produciendo revestimientos para coches. Con los tejidos para la moda todavía no han avanzado tanto”.
el mercado exterior Pero la dificultad no radica solo en la consecución de las telas. Una vez diseñadas y producidas las colecciones, queda estructurar una red de puntos de venta donde comercialzarlas. En este terreno, admite Lavandera, el Estado “va por detrás de Europa”. “De Alemania para arriba el público y el comercio están más concienciados. Aquí cuesta más introducir el discurso. Yo en España vendo en tiendas que sí lo han incorporado y en otras que no. Aunque el precio final sea el mismo en ambos casos las primeras refuerzan esa característica de sostenibilidad como argumento en sus ventas”.
Lo que es evidente es que, hablando de moda, la sostenibiliad es un valor añadido pero el diseño pesa y y cuenta mucho. Lavandera, que saca al mercado dos colecciones al año de moda de mujer con 45 prendas por muestrario, ya tenía “la parte del diseño muy trabajada” desde sus inicios en el sector allá por 2006.
Con posterioridad, ha ido incorporando la parte de la sostenibilidad siempre con gran convicción. Sus diseños se venden, a nivel estatal, sobre todo en Catalunya y Galicia. En el sur no ha entrado porque su ropa, asegura, “es más nórdica”. Hace dos años dio comienzo a un “complicado” proceso de internacionalizacion que le ha llevado a vender en Alemania, Bélgica, Holanda, Italia y en “un punto de venta online en Francia”, una tarea para la que ha depositado su confianza en “agentes comerciales”. “La internacionalización resulta muy costosa para las pequeñas marcas, requiere de muchos recursos”, reconoce.
También los consumidores, aunque poco a poco y no sin esfuerzo, empiezan a valorar que el negocio de la moda cuide del planeta, sensibilidad que suele ser mayor cuando se adquiere moda infantil.
¿Y el precio? Pues aunque sea algo mayor tampoco resulta desorbitado. “Mis prendas tienen un precio medio de cien euros y te estás comprando una prenda con un valor añadido. Empieza a haber un nicho de mercado en torno a este cambio de comportamiento en el consumo en general”.
Aunque ya puede vivir de su trabajo, no ha sido una tarea sencilla ya que, reconoce, se metió “de cabeza” en el mundo del diseño sin saber my bien lo que hacía. “Los primeros años fueron de aprendizaje y recomendaría a la gente que no lo hiciera así, que obtuviera una experiencia previa porque si no los primeros años son muy duros”.
“La cadena del textil es muy larga y pasas por muchos procesos hasta que la prenda sale a la venta”, y en ese proceso uno de los eslabones más complicados es lograr profesionales de la costura. “Yo en Euskadi no lo conseguí y estoy trabajándolo en Tarragona”, concluye.
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